La tensión ha aumentado recientemente en la Explanada de las Mezquitas, donde las autodenominadas «murabitat» (guardianas) tienen vetada la entrada por increpar a los judíos que suben al lugar, sagrado para el islam y el judaísmo, y uno de los puntos más explosivos de la región.
Desde hace cinco días, decenas de musulmanas de mediana edad aguardan horas en varias de las puertas de acceso al recinto santo, valladas y con decenas de policías que les impiden entrar entre las siete y las once de la mañana, horas en que están permitidas las visitas turísticas y, por tanto, acceden también extremistas judíos que reivindican su derecho al lugar.
La amplia explanada, que alberga las mezquitas de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, es denominada Noble Santuario por los musulmanes y es su tercer lugar más sagrado, tras la Meca y Medina, pero también es el primer lugar más sagrado para el judaísmo, que lo llama Monte del Templo.
Se encuentra en la vieja ciudadela amurallada, en el territorio palestino de Jerusalén Este (ocupado por Israel en 1967 y anexionado en 1980 en una decisión no reconocida por la comunidad internacional) y es administrado por el Waqf islámico jordano, que prohíbe el rezo no musulmán en la zona, si bien la seguridad está a cargo de Israel.
Las «murabitat» son voluntarias palestinas que acuden al lugar para «protegerlo» de lo que consideran «ataques de colonos que pretenden judaizarlo».
«Las fuerzas de la ocupación israelí están impidiendo a los musulmanes entrar en Al Aqsa para rezar, especialmente a grupos de mujeres, a los que no permiten acceder hasta las once. Es un castigo colectivo», denuncia a Efe Um Ahmad Fadiye, una de las muchas apostadas ante una puerta.
Cada vez que un judío cubierto con kipá (solideo) o vestido de ultraortodoxo pasa frente a ellas, le gritan a todo pulmón «Alahu Akbar» (Alá es grande) e intentan dificultar su paso.
«Como no nos dejan entrar en Al Aqsa, decidimos situarnos lo más cerca posible, por donde salen los colonos, y les damos la bienvenida gritando ‘Alahu Akbar’ para incomodarlos», reconoce esta mujer, a quien un tribunal le ha vetado el acceso durante sesenta días.
«Es una injusticia porque es mi mezquita, mi lugar sagrado y no el de los colonos, que entran libremente», dice, y explica que es la séptima vez que le prohíben entrar, acusándola de organizar las actividades de las «murabitat».
Estos grupos, explica, «no pertenecen a ninguna organización, son solo fieles que vienen a orar y se sienten molestos por los colonos dentro del recinto».
Fadiye defiende que la Explanada «es una mezquita, un lugar sagrado solo para los musulmanes y nadie más debe rezar allí» y acusa a los grupos de judíos que entran de «rezar en silencio, robar tierra, piedras y trozos de los árboles, beber vino y alcohol, fumar, insultar al profeta Mahoma y, hace poco, incluso un turista sionista sacó una bandera israelí».
Otra de las mujeres vetada es Hanadi Halawani, que imparte clases de Corán dentro del recinto y asegura que la prohibición no es porque las mujeres creen problemas sino por la cercanía de festividades judías.
«Hay una lista negra con una veintena de mujeres y, ahora, tampoco dejan entrar a grupos de mujeres entre 7 y 11», se queja, antes de defender que son «mujeres mayores, que acuden a rezar y aprender el Corán y no están armadas».
El israelí Nuriel Aron, nacido en Jerusalén y que reside en una colonia judía en el territorio ocupado de Cisjordania, es uno de los que sufre los gritos de decenas de mujeres a su paso.
«No pueden entrar porque crean problemas. Yo soy el que no puede entrar cuando quiero (hay acceso limitado para los no musulmanes). Esta es mi tierra, es mi ciudad, mi calle. Yo nací aquí y necesito que los policías me protejan para pasar», protesta, y añade que «los judíos estaban aquí hace 3.000 años, antes de que el islam existiese».
Según él, «todo el mundo conoce el Antiguo Testamento (…) que dice que este es un lugar santo para los judíos», por lo que «nadie puede decir lo contrario».
«Todo lo que hay aquí, en el Gran Israel, era judío. Luego vinieron Jesucristo y Mahoma y cambiaron las cosas. Pero todo el mundo sabe que aquí el que estaba primero era Israel. Esta es una tierra judía. Nosotros somos los propietarios de esta tierra», afirma.
El portavoz de la Policía israelí, Miki Rosenfeld, confirmó a Efe que «debido a los recientes disturbios protagonizados por mujeres», hay algunas que tienen prohibido el acceso con el fin de «impedir que haya tensiones».
Las afectadas, asegura, «rodean a los visitantes, les impiden entrar, les lanzan bolsos y zapatos, gritan ‘Alahu Akbar’ e interrumpen sus visitas».