Son múltiples y de varios niveles los personajes presuntamente implicados en el llamado Vatileaks. Entre ellos, una mujer habría difundido documentos internos para sacar a la luz manejos poco claros de altos prelados.
El mayordomo del papa Benedicto XVI, arrestado. El secretario personal del pontífice, acosado. Una mujer posiblemente implicada. Un escritor que habría aprovechado la situación. El presidente del IOR, Instituto para las Obras de Religión –mejor conocido como Banco Vaticano–, dejado cesante por no haber cumplido con su deber. Son múltiples y de varios niveles los personajes presuntamente implicados en el llamado Vatileaks que ha sembrado de intrigas el hasta no hace mucho tiempo silencioso y tapado devenir de la Santa Sede.
Algunos sectores de la prensa italiana hablan de unas 20 personas bajo sospecha y de un empleado de la Secretaría de Estado –la oficina del virtual primer ministro vaticano– implicado, probablemente una mujer, sobre la que se estaría investigando porque, según trascendidos, esta persona habría difundido documentos internos para sacar a la luz manejos poco claros de altos prelados vaticanos y así fortalecer la figura papal. Según cierta prensa italiana se trata efectivamente de una mujer que habría acompañado al Papa en su reciente viaje a México y Cuba y que no dependería del secretario de Estado, cardenal Tarciso Bertone, sino directamente de Benedicto XVI.
Pero en este caso al menos, no hay confirmación. Se trata más que nada de trascendidos, aunque se sabe, porque a menudo ha sido así, que las luchas entre cardenales y altos dirigentes de la Iglesia de Roma pueden llegar a socavar la autoridad papal.
Hasta ahora hay dos hechos ciertos: el arresto, el miércoles pasado, del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, y, un día antes, la destitución del presidente del Instituto para las Obras de Religión, conocido como Banco Vaticano, el banquero cercano al Opus Dei, Ettore Gotti Tedeschi.
A Gabriele se lo acusa de haber sustraído documentos secretísimos de las habitaciones pontificias para luego entregarlos al periodista Gianluigi Nuzzi, que los publicó en su libro Su Santidad. El mayordomo, muy conocido en ambientes eclesiásticos, está detenido dentro del Vaticano. Hoy comenzará la fase instructoria del juicio, conducida por el juez del Tribunal Vaticano, Piero Antonio Bonnet.
Según Pietro Orlandi –hermano de Emanuela Orlandi, una ciudadana vaticana de 16 años, que desapareció hace 30 años y cuyo caso nunca fue aclarado–, que es vecino de Gabriele, “Paolo no sería jamás capaz de hacer algo que dañara al Papa”. El hombre al parecer se había encerrado en la plegaria y al principio no quería colaborar.
Según el padre Ciro Benedettini, vicedirector de la Sala de Prensa vaticana, que dio a conocer el arresto, Gabriele “tenía en su poder documentos reservados”. Los documentos fueron encontrados por la gendarmería vaticana en el departamento donde vive con su mujer y tres hijos, dicen algunas versiones. Otras hablan de que fueron encontrados en su auto. Nacido en Roma, 46 años, Gabriele trabajaba en los departamentos pontificios ya en épocas de Juan Pablo II. Es ciudadano vaticano y vivía dentro de los muros que delimitan la Ciudad del Vaticano. El mayordomo, como figura dentro de la estructura vaticana, pasa a formar parte de lo que se llama la “familia del Papa” una vez elegido, es decir de las personas que están más cerca de él. Junto a otros dos individuos que actúan como personal doméstico, el mayordomo se mueve como una sombra a espaldas del pontífice, asegurándole todo lo que necesita en su vida cotidiana. Lo acompaña en sus viajes y termina su tarea cotidiana cuando el Papa se retira en su biblioteca. Tiene en su poder por eso las llaves que abren puertas, ascensores y armarios reservados.
Dado que es un personaje conocido y recomendado, algunos, dentro y fuera del Vaticano, se preguntan si el mayordomo es el verdadero culpable y el único de esta historia, o, por el contrario, es un “chivo expiatorio” para demostrar al mundo que la Santa Sede sabe descubrir a quienes la traicionan o simplemente para aplacar las polémicas en torno al Vatileaks. Quienes lo conocen dicen que Gabriele es un hombre tranquilo, sumiso, que sería incapaz de orquestar por sí solo tramoyas contra el Papa. En todo caso, analizan algunos, podría ser un instrumento usado por otros.
De hecho en el libro Su Santidad aparecen una serie de documentos reservados referidos a escándalos que han conmocionado últimamente el Vaticano: cartas secretas dirigidas al Papa o a su secretario privado, padre George Ganswein, material sobre Emanuela Orlandi, carta con consejos de los altos prelados dirigidos al Papa y mucho más. En este contexto, podría inscribirse también una supuesta campaña contra el secretario del pontífice, “Don Giorgio”, come se hace llamar, por el poder que ha adquirido respecto a Benedicto XVI, ya que funcionaría como un verdadero consejero, despertando los celos de otros prelados.
Curiosamente, el arresto del mayordomo Gabriele se produjo un día después de que el IOR o Banco Vaticano dejara cesante, luego de una larga y pesada reunión de sus dirigentes, al que fuera presidente de la institución desde hace cuatro años, Ettore Gotti Tedeschi. En la larga nota de despido elaborada por el IOR y difundida por la prensa italiana se mencionan nueve motivos del despido, entre ellos, la incapacidad de cumplir con sus deberes de presidente, falta de prudencia y de precisión en relación con las políticas del instituto, difusión de noticias imprecisas sobre el instituto e incapacidad de ofrecer explicaciones sobre la difusión de documentos que estaban en su poder.
El economista católico se declaró “profundamente amargado” por lo sucedido pero no quiere hablar públicamente para no aumentar la comidilla sobre este asunto. “Pago por mi transparencia”, dijo además, a lo que representantes de la Secretaría de Estado Vaticana respondieron que esa calificación de “transparencia” no responde en absoluto a la verdad.
El papa Ratzinger mientras tanto, que había manifestado su dolor respecto del arresto del mayordomo, ayer domingo celebró en la basílica de San Pedro la fiesta de Pentecostés con obispos y cardenales. En la homilía hizo referencia a una “nueva Babel” (la torre mencionada en la Biblia donde todos hablaban lenguas diferentes) donde la comunicación se hace cada vez más difícil y a “hechos cotidianos en los que parece que los hombres se están haciendo cada vez más agresivos y peleadores y donde comprenderse parece demasiado difícil” hasta el punto, dijo más adelante, de que pueden “transformarse en peligrosos los unos para los otros”.