Sectores afines al Pontífice y al secretario de Estado libran una guerra sucia por el poder Un cardenal afirma, bajo el anonimato, que hay que hacer aflorar «la podredumbre» de la Iglesia
En el Vaticano se está librando, según relatan las versiones internas, una lucha por el poder entre dos partidos, el del Papa y el del secretario de Estado, cardenal Tarsicio Bertone, por la transparencia de la institución, que Benedicto XVI considera como una religión, una fe o algo en cualquier caso espiritual. En cambio, monseñor Bertone defendería, según los relatos, el statu quo, el poder que la institución ha acumulado durante siglos, opacidad incluida. Ambos sectores estarían librando un pulso que, desde el exterior, produce la sensación de revivir algún pasaje histórico de la institución, como cuando hubo dos, tres y cuatro papas simultáneos, o cuando el paraíso se vendía a los católicos a cambio de pagar las indulgencias y Martin Lutero se salió y fundó el protestantismo.
El mayordomo personal de Benedicto XVI, elegido por el mismo Papa, está en la cárcel y el presidente del Banco del Vaticano, que responde solo ante el Papa, ha sido defenestrado por el Consejo de Administración del ente. Al primero le acusan de hurto grave de documentos y al segundo de incompetencia.
Todo ha quedado expuesto a plena luz del día, al igual que el centenar de documentos reservados, confidenciales o secretos, publicados desde febrero hasta la pasada semana, en la prensa italiana y en Su Santidad, un libro que acaba de aparecer.
Sea real o no la versión interna, es un hecho que Ettore Gotti Tedeschi ha sido destituido por el Consejo de Administración del Instituto para Las Obras de Religión (IOR), un banco de medio calibre en el panorama internacional.
Se trata de un amigo del Papa, que al conocer la noticia lloró, según buenas fuentes. También es un hecho que el mayordomo, Paolo Gabriele, se encuentra en prisión, después de que en su casa, situada dentro del Vaticano, los gendarmes vaticanos descubrieran cuatro cajas de documentos del Papa o que tenían como destinatario a Benedicto XVI. Un cardenal que ayer concedió anónimamente una larga entrevista al diario La Repubblica, -algo inédito en los anales del periodismo- para explicar lo que está sucediendo calificó a Gabriele de «un pez pequeño».
El cardenal afirma ser «uno de los topos» y añade que hay otros cardenales involucrados en la filtración pública de documentos, así como obispos y secretarios. Más de 20 personas, que trabajan en las altas esferas del Vaticano.
«DÉBIL» / «El objetivo es hacer aflorar la podredumbre que hay dentro de la Iglesia», afirma, explicando que, entre ellos, hay «quienes se oponen al secretario de Estado, quienes piensan que Benedicto XVI es demasiado débil para guiar a la Iglesia y quienes consideran que ha llegado el momento de dar la cara».
A este momento se ha llegado después de años en los que el Papa ha ido sacando a la luz varios trapos sucios de la institución, como la pederastia, y después de que altas jerarquías vaticanas abortaran una investigación sobre la corrupción interna, llevada a cabo por el cardenal Carlo María Vigano. Fue premiado con su nombramiento como nuncio, a 6.000 kilómetros de distancia de Roma.
En esta Roma que evoca pasados mucho más truculentos, el jesuita Federico Lombardi, portavoz del Papa, tuvo que desmentir ayer que entre los investigados haya algún cardenal. Lombardi afirmó que la defenestración del presidente del banco no tiene nada que ver con el arresto del mayordomo y añadió que el Papa «está informado y es consciente de la situación, conserva su superioridad moral y de fe». El portavoz subrayó que, según el abogado defensor Carlo Fusco, el mayordomo «ofrecerá la colaboración más amplia posible». «Evaluad las informaciones que circulan con sangre fría», aconsejó a los informadores.
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