Alejandra Corsini se casó por la Iglesia católica, al igual que nueve de sus conocidos que han contraído matrimonio este año. «Con mi marido — Alejandro Muñoz — dábamos por hecho que sería una celebración religiosa, no lo concebíamos de otra manera», relata. A sus 28 años, solo ha participado de un matrimonio civil. Su entorno forma parte del 22% de bodas eclesiásticas celebradas el primer semestre de 2016, de un total de 68.560, según el INE. El mínimo histórico. Ya solo son mayoría en una provincia: Jaén.
Atrás quedaron los años 2000, cuando el 75% de las bodas en España se consumaban en un altar. A Corsini le da pena la última cifra conocida. «A la gente le da miedo el compromiso. Si te casas por la Iglesia y luego te separas, no solo le fallas a tu pareja y a ti, sino que también a Dios», comenta. Agrega que el factor económico también puede influir en la caída. «Una boda es algo muy caro, siempre hablamos con Alejandro de que nos casaríamos cuando los dos tuviésemos un trabajo estable». Corsini es arquitecta y tiene un emprendimiento de decoración llamado b4living. Su esposo, de 28 años, ejerce de abogado.
El sociólogo Alfonso Pérez-Agote, autor del libro Cambio religioso en España: los avatares de la secularización, atribuye la disminución de los matrimonios a dos grandes factores. El primero, la crisis económica. La tasa de paro entre la población joven de menos de 30 años es del 34,4%. «El paso de la juventud a la edad adulta se ha atrasado de los 25 a sobre los 30 años. Ahora cuando tienes novio no tienes trabajo, o vuelves a la casa de tus padres o estudias un máster porque no hay empleo», afirma. Lo segundo, es que ha cambiado la cultura de la familia. «Hay jóvenes que dicen que el sacramento para toda la vida es la hipoteca, no el matrimonio». Pérez-Agote, de acuerdo con sus investigaciones, cree que estamos pasando por una tercera oleada de secularización. «Los jóvenes de hoy, son los hijos de los desinteresados en la religión, cuando piensan en casarse no piensan en la Iglesia, ya es algo muy lejano para ellos», concluye.
El extremeño Juan Tovar, de 31 años, tiene marcado en su agenda 2017 que el 9 de septiembre se casa. Tanto él como su novia, Ximena Gutiérrez, son católicos no practicantes, pero «daban por hecho» que se casarían por la Iglesia. «No me afecta en lo más mínimo el bajo porcentaje de bodas eclesiásticas», asegura Tovar. «Creo que con toda la información que sale en los medios se está estigmatizando a la Iglesia. Tiene cosas que son muy malas y otras muy buenas, pero la gente se queda con lo malo», afirma. Trabaja como farmacéutico donde le han lanzado más de un «¿La gente todavía se casa?» cuando ha anunciado la noticia. Sin embargo, no ha percibido rechazo cuando dice que es por la Iglesia católica.
Cuando Corsini decía que se casaba por la iglesia tampoco recibió comentarios con los que se sintiera discriminada. «Me miraban raro, como cuando digo que no puedo ir al aperitivo el domingo porque tengo que ir a misa», cuenta. La mayor sorpresa, reconoce, se la llevaba la gente cuando decía que no convivía con su novio. «Se extrañaban muchísimo, me decían ‘ya verás que en el matrimonio cambian las personas’ y cosas así». Sin embargo, en los cuatro años de noviazgo, habían veraneado muchas veces con las familias de cada uno, así que confiaban en que no habría sorpresas. «Y así ha sido», dice contenta un año y medio después de haber dicho acepto.
Pérez-Agote cree que la tendencia de los matrimonios civiles puede aumentar en el futuro, a medida que nazcan los hijos y haya personas que quieran regularizar su situación. Narra que al inicio, el matrimonio era la legitimación de las relaciones sexuales: «Después se fue relajando mucho y se podía tener relaciones fuera del matrimonio, entonces la gente se empezaba a casar cuando tenía hijos. Pasó de ser una legitimación social de las relaciones a ser la legitimación de la procreación». Aunque deja abierta la ventana a que puede cambiar la tendencia, en el ámbito religioso lo ve más difícil: «Me da la impresión que la Iglesia católica está perdiendo el rumbo».
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