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Laicismo y Semana Santa

Laicismo no es ataque ni falta de respeto hacia ninguna religión, creencia o espiritualidad. Laicismo es simplemente que la vida pública institucional no tenga carácter religioso y que ninguna religión, creencia o espiritualidad dé soporte al Estado. Laicismo es que el espacio público común no esté al servicio de una determinada religión o de todas ellas juntas, sino al servicio de toda la ciudadanía con independencia de su religión o creencia. Un espacio público de paz, en definitiva, y convivencia. El problema es que hay determinadas religiones que desean imponer a la sociedad su creencia religiosa y que una moral pública, convertida en ley civil, basada en su fe religiosa, sea la Ley para creyentes y no creyentes. Me explico.

En Alemania sigue viva la polémica sobre las llamadas festividades de silencio, en que en varios Länder está prohibido el baile. En Baviera, por ejemplo, está prohibido el baile incluso en Nochebuena, y desde luego en Miércoles de Ceniza, Jueves, Viernes y Sábado Santo. La cosa no queda aquí. La vida de Brian está prohibida para el visionado público en Viernes Santo, según sentencia de la Sala de lo Administrativo de Stuttgart, de 2019, y su visionado está permitido solo si no es con motivo de diversión. En la Alemania de 2021.

De nueve días festivos federales, en Alemania solo tres son festividades civiles. En España, de ocho festividades nacionales, tres son las civiles; las restantes cuatro festividades, autonómicas o locales, son en muchos casos también religiosas. Los casos más llamativos son la Fiesta Nacional de España, la Virgen del Pilar, o la Fiesta de Euskadi, Domingo de Resurrección del Señor.

La polémica en España se reaviva, una vez más, después de que en 2017 el Ayuntamiento de Cádiz concediera la medalla de oro de la ciudad a la virgen del Rosario, y por lo que Europa Laica presentó una demanda judicial, dado que la virgen no es persona física ni jurídica. La medalla siguió concedida y la virgen del Rosario sigue siendo patrona de Cádiz. Y lo que vale para Cádiz sirve para una lista interminable de pueblos y ciudades en España.

Llega la Semana Santa y, en contra del programa de gobierno de la alcaldía de Cádiz, se conceden subvenciones a hermandades y cofradías. No es el alcalde quien se pronuncia ante las críticas por actuar en contra del programa, sino Teresa Rodríguez, con unas declaraciones sobre las que parece necesario reflexionar. En un tuit, Rodríguez une tres palabras: ritos, identidad, orgullo, y acusa a “una cierta izquierda que mira con desdén…” hacia el orgullo de su propio pueblo. No parece, sin embargo, que haya ningún desdén hacia ningún pueblo sino la necesidad de cumplir el programa de gobierno y el derecho a criticar que ese programa no se cumpla, en primer lugar. Que la Semana Santa sea más que solo religión en Andalucía, y en muchos otros lugares, también en Extremadura, en Castilla y en Euskadi, no significa que el hecho religioso deba olvidarse. Pero en todo caso, el acuerdo de “No promover desde el Ayuntamiento ritos ni celebraciones religiosas de ningún tipo” o “No financiar directa ni indirectamente actividades confesionales”, que obliga al gobierno municipal de la ciudad, no supone ningún “desdén” hacia ninguna confesión ni creencia.

Andalucía sigue buscando su regionalismo político después de varios intentos fallidos. Siempre he sido de la opinión de que los partidos de implantación estatal han visto en Andalucía, como en Extremadura, una filial que debe administrarse y gobernarse desde Madrid, lo que creo que impide un verdadero desarrollo de Andalucía.

La construcción de un nacionalismo andaluz basado en ritos litúrgicos teatrales como expresión de la identidad no es algo con lo que todøs están de acuerdo y no parece justo endilgar a una determinada izquierda un desprecio hacia lo religioso que no se ha producido. Laicismo no es ataque, sino respeto; respeto a lo religioso y respeto a la vida civil en un espacio común para todos. No debemos olvidar que el nacionalcatolicismo, como se definió a sí misma la dictadura franquista, era el resultado de unos ritos, una presunta identidad y el orgullo de ser españoles. Quiero con esto llamar la atención sobre el peligro de sumar palabras sin prever, adecuadamente, las consecuencias de esas palabras sumadas.

Los ritos existen, y nadie los ataca ni los quiere eliminar. La identidad existe, pero es diversa y plural, y no solo católica. El orgullo; el orgullo es lo más peligroso de este mundo. Dice el diccionario de la Real Academia que el orgullo es un sentimiento de satisfacción por los propios logros, capacidades o méritos, o que el orgullo es arrogancia, exceso de estimación propia que suele conllevar sentimiento de superioridad. Ser español o andaluz o vasco no es una capacidad propia sino una casualidad, y estar orgulloso de una casualidad lleva a un sentimiento de superioridad innecesario y peligroso, como la Historia del siglo XX nos ha mostrado. No sé si no sería peor pensar en que ser católico es un mérito propio. El ejemplo del diccionario de la Real Academia es clarificador: “A veces nos ciega el orgullo”.

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