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Laicismo y anticristianismo

Contestación a Alberto Torga

Alberto Torga y Llamedo escribía, el 19 de marzo, una Tribuna en la Nueva España que titulaba “La legalidad de las inmatriculaciones realizadas por la Iglesia” y que iniciaba con el siguiente párrafo:

A lo largo de estos últimos 21 años, que son justamente los que llevamos del siglo XXI, diversas organizaciones anticristianas del tipo de Europa Laica, Asturias Laica y las asociaciones agrupadas en la Coordinadora Estatal para la Recuperación del Patrimonio Inmatriculado por la Iglesia, y determinados partidos políticos acusaron a la Iglesia católica de haber “inmatriculado” ilegalmente supuestas propiedades, es decir, de haber inscrito por primera vez en el Registro de la Propiedad bienes que no le pertenecían”.

Hoy, quince días después, se publica la contestación de Luis Fernández, presidente de Asturias Laica en La Nueva España :

Cartas de los lectores: “Contestación a Alberto Torga”

Es necesario poseer una ignorancia obscena o hacer demostración de una impresentable “mala fe” para intentar mezclar los movimientos laicistas con anticristianismo.

Supongo que este sacerdote jubilado habrá tenido tiempo en su vida para conocer cómo los primeros laicistas surgen por la necesidad de parar la sangría originada por las salvajes luchas de religiones en Europa. Y cómo, en su desarrollo, al comprender como imprescindible para la constitución del Estado moderno la necesidad de convivencia entre las diferentes formas de explicar el mundo, de todas, ese laicismo sentó la necesidad de elaborar un marco general donde pudiesen estar todas incluidas en condiciones de igualdad.

Nuestros objetivos laicistas están enmarcados en tres principios:

1) La libertad de conciencia, como fundamento primigenio de la laicidad.

2) Igualdad de trato de todos los ciudadanos y ciudadanas.

3) La búsqueda del bien común como única razón de ser del Estado.

Principios que exigen dos procedimientos indispensables: la separación entre las iglesias y el Estado y la neutralidad del Estado respecto a todas las religiones.

Es decir, ese Estado Laico por el que luchamos tiene, entre otras muchas responsabilidades, la obligación de evitar que alguna religión disfrute de privilegios respecto al resto de las demás formas de explicar el mundo presentes en la ciudadanía. Y es precisamente la denuncia de que una determinada iglesia, la cristiana católica, poseyó la capacidad de inmatricular (declarar que un bien es suyo porque lo dice ella, sin ninguna otra justificación) lo que motiva el movimiento de la Coordinadora Recuperando y los trabajos de Asturias Laica y Europa Laica que Alberto Torga califica de anticristianos.

Como recuerda Torga, fue una ley Hipotecaria publicada en 1946 por el dictador convertido en caudillo de España por la gracia del dios de los católicos el que concedió, en contrapartida, ese privilegio a quienes le paseaban bajo palio. Privilegio que le permitió a esa iglesia acumular un inmenso patrimonio que incluye infinidad de propiedades comunales (y como tales no registradas a nombre de nadie) así como un inmenso patrimonio artístico (desde el Prerrománico asturiano a la mezquita de Córdoba). Y como tal privilegio, como beneficio para una ideología en detrimento de todos, ofende a quienes luchamos por un Estado Laico.

Luis Fernández González, presidente de Asturias Laica y miembro de la Junta Directiva de Europa Laica

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