A la luz de la crisis ética y valórica observada en la sociedad que emerge, resulta evidente que enfrentamos un profundo cambio de ethos: que se extiende a su ética, estética y emocionalidad. En este cambio hacia la sociedad digital: ¿Usted piensa que están vigentes los principios de libertad, igualdad y fraternidad? ¿Los vive en las calles, o cuándo busca su atención de salud, o cuándo pide ser atendido en un servicio público? ¿Se puede sostener la vigencia de estos valores? Todo indica que, al menos en américa latina, estos principios referentes han perdido su validez cotidiana, sólo se repiten icónicamente en espacios filosóficos y del mundo laico-secular, como semántica simbólica. Pero, sin el sentido ni la vigencia cotidiana tradicional. Se trata de una crisis cultural que desafía el laicismo y demanda pro-actividad, un cambio de época que redefine las referencias éticas, lo que demanda instituciones que ejerzan un activo liderazgo ético y filosófico, para evitar que sólo el mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, definan los límites de nuestra sociedad.
El impacto más importante tiene que ver con elementos relacionales, conductuales y de la convivencia, que no siempre están en coherencia con los valores tradicionales del laicismo. Entre estos elementos emergentes que caracterizan la sociedad digital podemos constatar que: el conocimiento es una nueva forma de poder, la información (de buena calidad) es riqueza y la comunicación una poderosa herramienta para construir la realidad. Se reemplaza la racionalidad por una sociedad volcada a la emocionalidad (el sentir); una sociedad que cambia los textos por las imágenes, el Homo Videns del que nos habla Sartori; prima el pensamiento débil que nos describe Vattimo, ideas pre digeridas por otros; personas fuertemente volcadas hacia el inmediatismo hedonista, que identifican el bienestar con el placer y satisfacción total, primando lo sensorial en todos los ámbitos de la vida; y, un contexto nihilista, corriente (filosófica) que niega toda creencia o principio ético, moral, religioso, político; en el contexto de un neoliberalismo desbordado hacia un materialismo minimalista de la dignidad de la persona. Los paradigmas tradicionales de la sociedad han cambiado radicalmente, modificando los estilos de vida, las formas relacionales y conductuales de las personas, los cambios más relevantes son: EL PARADIGMA SOCIAL se mueve desde la homogeneidad hacia un nuevo valor de la diversidad y el pluralismo, lo que alcanza todas las dimensiones del quehacer humano; EL PARADIGMA TECNOLÓGICO se mueve desde los medios y mensajes analógicos hacia un ethos de convergencia (de medios y mensajes) en una plataforma digital, integrada, que esta disponible en todas partes incluso inalámbricamente; EL PARADIGMA COMUNICACIONAL, que se mueve desde lo cartesiano o sectorial hacia la integración multimedial, sistémico-relacional, global, instantánea.
Para abordar la comprensión de los CAMBIOS es necesario entender que estos surgen en tensión con la CONSERVACIÓN, son auto constitutivos y generativos, asociados al ser y el estar. No se puede asumir el cambio, sin entender -primero- lo que se requiere conservar, para ser el ente que se es y/o se quiere seguir siendo, en la deriva del cambiar. Así, la TENSIÓN DINÁMICA ENTRE CONSERVACIÓN y CAMBIO, definen el ser en el acto de estar siendo. En eso consiste fundamentalmente el proceso de adaptabilidad. La comprensión de estas tendencias, permite vislumbrar y colaborar en los procesos que deben enfrentar las personas, las empresas, las organizaciones, incluso a los territorios, que desafían instituciones que quieren sobrevivir y mantener su vigencia en este nuevo ethos digital. El conflicto social y político surge de esa tensión -entre Conservación y Cambio-, la conflictividad o los niveles de violencia en el proceso dependerán del clima ético y político, del diálogo y los acuerdos, de la diferencial entre las expectativas de las personas y los logros reales entre los sectores confrontados. Claramente en la sociedad actual se observan altos niveles de insatisfacción con el modelo de desarrollo; con la política y los políticos; con la disponibilidad efectiva de un adecuado inventario de bienes públicos.
El germen del cambio ya está incubado, la desagregación social y política se ve a diario, la indignación y frustración ciudadana se vuelca sobre la institucionalidad. Es evidente la ofensiva de unos sectores que repudian el exacerbado materialismo e individualismo y la resistencia de otros que detentan los privilegios, el juego del poder se conjuga diariamente, mientras la sociedad civil cada día toma más espacios de participación y muestra adaptabilidad y aprendizaje rápido de las nuevas prácticas y formas de poder, en la búsqueda de recuperar libertad, igualdad y fraternidad. En medio del vacío de liderazgo ético, instituciones señeras en nuestra historia guardan mutismo y permisividad. Agotan su acción en prédicas internas, que nada significan en el despliege cotidiano de la sociedad, frente al derrumbe ético se reservan el rol de comentaristas, intentando, de paso, no salir salpicados con escándalos y corrupción. La historia juzgará ¿Cuán coherentes, consecuentes y oportunos fueron frente a los procesos de cambio? De ello tendrá que rendir cuenta los ámbitos religiosos y laicos; las organizaciones espirituales y seculares; las instituciones éticas, filosóficas e iniciáticas; todos aquellos sectores que tienen sus materias pendientes. En ese sentido, se debe destacar el positivo rol de Europa Laica, laicismo.org y el Centro de Acción Laica, de Bruxelas, que irradian sus luces al ambito global.
Carlos Cantero Ojeda. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador laico. Estudia la Sociedad Digital y la Gestión del Conocimiento. Fue Alcalde, Diputado, Senador y Vicepresidente del Senado de Chile. Su comunicación dirigirla a: ciudadanocantero@gmail.com