El «no es el momento» responde a la filosofía de muchos políticos, que diciéndose partidarios, seguidores y defensores de ciertas ideas, siempre posponen su materialización con la excusa de que no es el momento, aprovechando, de paso, para quitarse de encima cualquier responsabilidad por la no implementación de esas ideas. Llevamos cuarenta años de democracia, y todavía «no es el momento» de revisar el preconstitucional Concordato firmado con el Vaticano; de vaciar las cunetas y recuperar los restos de las personas asesinadas por la dictadura franquista; de regular la eutanasia y la muerte digna o sectores críticos como dependencia, vivienda, electricidad, gas? que tanto hacen sufrir a la gente.
Y por poco, por los pelos, casi le ocurre lo mismo a la moción aprobada recientemente en el Ayuntamiento de Valencia respecto a la laicidad. Casi hubo que dedicar más tiempo a aclarar que no se trata de atacar a la Iglesia, que no se quemarán iglesias, que no se pretende dividir, etcétera, que a la defensa del núcleo duro de la moción, o sea, el propio principio de laicidad, que en otros países de nuestro entorno como Francia, Bélgica, Holanda y otros, está plenamente asumido por la instituciones y por la ciudadanía.
Estamos muy lejos, de asumir con normalidad el hecho de la laicidad, y quizás no tanto la sociedad, como unos políticos que se mueven a golpe de encuestas, de réditos electorales, de prioridades del partido. Los socialistas, como alumnos aventajados de la filosofía de «no es el momento», aprobaron la moción a regañadientes, sin ningún entusiasmo, convencidos que el texto no aporta nada a lo que ellos ya hacen. Y rematan, por si no fuera poco, diciendo que el tema no es una prioridad y que la agenda debería ser otra. ¿No es prioridad cobrar el IBI a los locales en los que las confesiones religiosas tengan negocios establecidos? ¿Debería ser otra agenda, la que después de cuarenta años, renegocie un concordato preconstitucional, que no hace más que conceder privilegios a la Iglesia Católica?
Tibieza también en las intenciones de una parte de Compromís, como se ve con el concejal Pere Fuset, que abrirá las fiestas de la Semana Santa con un pregón. ¿En virtud de qué se invita al concejal a dicho acto? Si es como ciudadano particular, es cosa suya y de nadie más, pero si la invitación es como concejal y representante público, ya estamos infringiendo la moción nada más ser aprobada. Grandes ejemplos prácticos de la filosofía de «no es el momento» que sólo practican los políticos que se autodefinen como de izquierdas, porque la derecha, estas cuestiones, ni se las plantea.
El colmo de la desvergüenza son partidos como Ciudadanos, que se define como laico, pero vota en contra porque no se garantiza la libertad de la persona de elegir. Pregunto si la situación actual sí permite la libertad de elegir: visitas el ayuntamiento y te encuentras con un belén, o vas a hacer una gestión en el edifico de Tabacalera, y te encuentras con una virgen de tamaño natural en una vitrina, puesta allí en tiempos de la dictadura, o vas al cementerio y te encuentras cruces en las paredes. Eso para Ciudadanos, parece que sí es libertad de elegir.
Aunque aprobar esa moción va en la buena dirección y ha supuesto multitud de trabajo de muchas personas a las que hay que reconocer su tesón y empeño, me temo que esto no supone más que un parche muy parcial que, por desgracia, va a significar muy poco. Me gustaría equivocarme.