En un Estado aconfesional, con respeto a la libertad de conciencia y libertad de culto, se debe impulsar y fortalecer una escuela laica
En diciembre de 2019 el Consejero de Educación catalán, Josep Bargalló, anunció que en la escuela se impartirían más religiones: islam, evangelismo y judaísmo. Este curso 2020-2021 se ha comenzado a impartir islam para los 2.000 alumnos y alumnas catalanes que lo han demandado, de los más de 80.000 que profesan la religión musulmana.
Bargalló se escuda para ello en que el PSOE sigue sin derogar los acuerdos tardofranquistas con el Vaticano. Algo a lo que se ha comprometido reiteradamente. Este «acuerdo», impuesto en las postrimerías de la dictadura, impone impartir religión católica en la escuela. No solo no lo ha derogado, sino que mantiene los acuerdos firmados en 1992 con las comunidades evangélicas, israelíes e islámicas. De ahí que se esté impartiendo religión musulmana en las escuelas también en Andalucía, Madrid, Valencia, Aragón o Euskadi.
Hasta cuándo seguiremos arrastrando esta «anomalía española» en el panorama de la Unión Europea y del «mundo civilizado». Hasta cuándo seguiremos consintiendo, en pleno siglo XXI, que se utilice la escuela de todos y de todas para que las jerarquías religiosas difundan sus creencias y sus dogmas, su catequesis, buscando prosélitos y adeptos a su ideología en las aulas.
Es hora de que la nueva Ley Educativa que está en trámite parlamentario, la LOMLOE, establezca de una forma definitiva una educación laica que respete la libertad de conciencia en todos los centros educativos, que eduque sin dogmas y que elimine toda forma de adoctrinamiento del currículo escolar. Y esto exige que el gobierno derogue inmediatamente, de forma exprés, ese acuerdo de privilegios con la jerarquía católica, herencia del nacionalcatolicismo de la dictadura.
La derogación de los acuerdos con el Vaticano y con otras confesiones religiosas supondría corregir, por fin, esa anomalía obsoleta «made in spain«. De esta forma, cualquier religión de carácter confesional quedaría fuera del currículo y del ámbito escolar. Todas las religiones, incluida la católica, deben ocupar el lugar que les corresponde en democracia: la sociedad civil, no la escuela, que debe quedar libre del proselitismo religioso. El espacio adecuado para cultivar la fe en una sociedad en la que hay libertad religiosa son los lugares de culto: parroquias, mezquitas, sinagogas u otros lugares destinados a ello.
Mientras el PSOE encuentra valor para ello, para derogar los acuerdos con el Vaticano y con otras confesiones religiosas, en los que se amparan el Consejero de Educación catalán y los de otras Comunidades Autónomas, para ampliar la oferta de dogmas religiosos y catequesis de distintos credos e ideologías en la escuela, Unidas Podemos ha presentado una enmienda a la nueva Ley Educación, en tramitación, para sacar de forma inmediata la enseñanza de la religión del horario lectivo.
Como explica Izquierda Unida en la nota de prensa enviada al respecto: «Hasta tanto no se deroguen los acuerdos con la Iglesia católica y otras confesiones, se debe sacar la religión del horario lectivo. Esto es un compromiso del PSOE y, por supuesto, de Unidas Podemos, para respetar el derecho a la libertad de conciencia del alumnado e impedir el adoctrinamiento en el ámbito escolar. Es una anomalía y una vergüenza seguir manteniendo una legión de catequistas en el sistema educativo, pagados con fondos públicos, que acceden a sus puestos por la mera voluntad del obispado de turno«.
Por supuesto, se deberían dar más pasos simultáneos como la desaparición de todos los actos y la simbología religiosa de los centros escolares y de los espacios públicos educativos; la eliminación de todo procedimiento administrativo (por ejemplo, la matriculación) que obligue a manifestar las creencias o no creencias, en cumplimiento del artículo 16 de la Constitución; evitar que el calendario escolar siga sometido al calendario litúrgico católico, tendiendo a una distribución más equilibrada de los tiempos y descansos escolares; o la eliminación de toda asignatura de Religión en las Facultades de Educación, en la formación inicial y permanente del profesorado, como está actualmente también en los nuevos Grados universitarios.
Pero, mientras tanto, la enmienda de Unidas Podemos es una oportunidad que el nuevo gobierno no puede dejar pasar, apoyándola decididamente en la nueva LOMLOE. Es un primer paso, cierto, pero un primer paso imprescindible y necesario.
La laicidad sigue siendo una asignatura suspensa en un Estado que se declara aconfesional y cuyas instituciones públicas deberían serlo. Porque la laicidad es la mejor garantía para una convivencia plural en la que todas las personas sean acogidas en igualdad de condiciones, respetar la libertad de conciencia de todos y todas, sin privilegios ni discriminaciones en función de sus particulares convicciones ideológicas. Sin dogmatismos, ni ideologías excluyentes que se transmiten a los menores, precisamente en los espacios públicos dedicados al conocimiento científico y a educar en principios y valores laicos y éticos consagrados por los derechos humanos de respeto, tolerancia y convivencia sin exclusiones.
En un Estado aconfesional, con respeto a la libertad de conciencia y libertad de culto, se debe impulsar y fortalecer una escuela laica, como instrumento plural, defensor de los derechos humanos y libertades, inclusiva, no sexista. Por eso, la Escuela en el estado español ha de ser laica para ser de todos y todas, para que en ella todas las personas nos reconozcamos al margen de cuáles sean nuestras creencias, que han de ser un asunto privado.
Enrique Javier Díez Gutiérrez
Profesor de la Universidad de León. Coordinador del Área Federal de Educación de Izquierda Unida. Miembro del Grupo de Pensamiento Laico, integrado también por Nazanín Armanian, Pedro López López, Rosa Regás Pagés, Javier Sádaba Garay y Waleed aleh Alkhalifa.