Descargo de responsabilidad
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No deja de sorprenderme esa izquierda que se reafirma en que los actos religiosos son cultura popular, que deben defenderse para perpetuar unas costumbres, que por mucho que quieran hacer pasar por folklore, incidiendo incluso en las supuestas raíces paganas de los ritos, no son más que opio para el pueblo. Y si no es religión, es circo, pero circo católico.
Estos días las redes sociales iban llenas de confesiones de gente atea que decía emocionarse al paso de las figuritas con sus encapuchados, sus cirios, sus bandas de música. Dicen que por los recuerdos de la infancia se les cae la lagrimita con la emoción del espectáculo, que no tiene nada que ver con el desfilar de vírgenes y cristos, que se multiplican como buen milagro cristiano. Se escudan en que es el ambiente lo que les gusta, de ser así, después de tantos años podrían haber buscado alternativas. Podrían sustituir las imágenes religiosas por fotografías de los dramas que nos acompañan día a día, el paso de la dolorosa sanidad, el del descenso de la educación, el de la mala muerte de la democracia, el de la ascensión de los alquileres, llevadas a hombros por el cuerpo de bomberos por si se acaban quemando definitivamente. Podría haber banda sin uniformes, saetas de la solidaridad, la empatía y la fraternidad, cofradías de activistas por todas las causas por las que tenemos que pelear a diario y al finalizar churros con chocolate para todo el mundo.