Hay aproximadamente 1.800 millones de musulmanes en la tierra. Eso es aproximadamente el 24 % de la población mundial. Viven en regiones que abarcan el norte de África, el Medio Oriente, Asia Central y llegan hasta el sudeste de Asia. Existen comunidades musulmanas en prácticamente todas las naciones, y en muchas, han desempeñado un papel fundamental, constructivo y bienvenido en el desarrollo nacional.
Incluso si el 1 % de los musulmanes del mundo fueran terroristas violentos empeñados en conquistar el mundo, eso constituiría un ejército de 18 millones de personas, o en otras palabras, más grande que los 20 ejércitos más grandes de la tierra juntos. La mayoría de los críticos del islam infieren que el número es en realidad muy superior al 1 %, lo que sugiere que la mayoría de los musulmanes están comprometidos o apoyan el terrorismo. Es lógico concluir que si incluso el 1 % estuviera dedicado al terrorismo y a la «conquista de infieles», la guerra habría terminado a su favor hace mucho tiempo.
Está claro que ni siquiera hay un 1 % en todo el islam involucrado o apoyando el terrorismo. En todo el mundo árabe la gran mayoría de los musulmanes, cristianos, otras sectas y laicos se mantienen unidos contra el terrorismo. Está claro que hay una montaña de mentiras entre la mayoría de la población y la verdad: una montaña construida tan alta que deja segmentos enteros de poblaciones blanco de ataques en la oscuridad perpetua de la ignorancia.
De dónde fluye el terror
La fuente del terrorismo no es el Corán -un libro que incluso pocos críticos del Islam han adquirido y mucho menos han leído rigurosamente- sino más bien un rastro de dinero fácilmente rastreable que lleva a Washington y Londres.
De hecho es el mundo occidental el que ha creado, etiquetado y comercializado el «islam radical», que a todos los efectos es una herramienta estrictamente política diseñada para provocar intervenciones militares occidentales directas donde sea posible y para intervenir en los conflictos en su nombre donde una intervención militar directa es imposible.
En Siria e Irak, EE.UU. ha utilizado sus poderes terroristas para hacer ambas cosas, primero para combatir al Gobierno de Damasco y sus aliados en el poder. Y cuando eso fracasó, para establecer un pretexto para la intervención militar directa de los EE.UU.
También se ha utilizado en el país, como dijo una vez un antiguo analista, «para conseguir nuestra obediencia para la construcción del planeta prisión». De hecho, bajo el pretexto de «luchar contra el terrorismo», Estados Unidos y gran parte de Europa se han transformado en un Estado policial invasivo y a pesar de despojar de la libertad e independencia al mundo occidental con la promesa de seguridad, los pueblos de Occidente no tienen seguridad ni libertad.
Para aquellos que han sido convencidos por el «islam radical», parece muy real. Así como Estados Unidos usa el patriotismo para convencer a hombres y mujeres jóvenes de dedicar sus vidas a invasiones, guerras y ocupaciones extranjeras contra decenas de naciones soberanas de todo el mundo, basadas en «la libertad, la democracia y la autodeterminación» -incluso cuando el militarismo estadounidense quita del planeta todo lo anterior- esa fracción de una fracción de 1 % involucrada en el «islam radical» realmente cree en su causa no importa cuán inexistente y contradictoria sea en realidad.
Y el «islam radical» no existe en el vacío. Requiere de un medio para interactuar. Eso incluye una «ignorancia radical» igualmente extrema en el polo opuesto: el miedo sembrado en la población occidental. Juntos, los dos elementos se alimentan mutuamente creando un pretexto perpetuo para la guerra en el extranjero, una perpetua sensación de injusticia contra los musulmanes a quienes EE.UU. puede reunir para armar y financiar y el temor y el odio perpetuos extendidos por todo el mundo occidental.
Es la antigua herramienta política de los imperios: dividir y conquistar, perfeccionada y sobrealimentada a través de la tecnología de la información, particularmente las redes sociales.
Wahhabismo: la clave para la conquista árabe
Parte de la «ignorancia radical» incluye una ignorancia oscura y profunda de la historia. Comprender el inicio real del «islam radical», más precisamente conocido como wahabismo, disipa muchas de las mentiras más virulentas difundidas sobre el islam: que siempre ha sido una ideología bárbara y belicosa. El Islam militante es un fenómeno relativamente nuevo, inventado por la Casa de Saud, luego cultivado y explotado en todo su potencial por el imperio británico y sus herederos estadounidenses.
El imperio británico codició e impugnó el imperio otomano y el dominio sobre el mundo árabe. La promesa de la independencia árabe quedó colgada sobre las cabezas de los fundadores de muchas de las dinastías que ahora gobiernan Arabia, dinastías que fueron talladas por medio de cultos de personalidad y una violenta interpretación errónea del islam, conocida como wahabismo. Los británicos, después de traicionar a los árabes, aprovecharían esta herramienta política para hacer lo que mejor hacen todos los imperios: dividir y conquistar. Y específicamente en lo que respecta al Medio Oriente y el norte de África (MENA) (N del T.).
Cuando el imperio británico se deshizo, los estadounidenses lo reanudaron donde lo había dejado Londres. Los sauditas y sus reinos vecinos del Golfo Pérsico fueron señalados por Occidente desde el final de la Primera Guerra Mundial. Desde la Segunda Guerra Mundial, muchas de las mismas dinastías se han sentado en el poder, fueron armadas, financiadas, protegidas e invitadas a algunos de los negocios y actividades económicas más lucrativos en la historia humana.
Fue con los miembros de la Hermandad Musulmana que Estados Unidos intentó derrocar al padre del actual presidente sirio Bashar Al Assad, Hafez al-Assad. Fue Estados Unidos con los saudíes y las facciones dentro del ejército y el Gobierno de Pakistán quienes supervisaron la creación de grupos militantes como Al Qaeda para luchar contra los soviéticos en Afganistán.
Y hasta el día de hoy sigue siendo en gran medida una empresa europea/estadounidense que perpetúa el régimen saudita en Riad, bonificándolo con una suma de cientos de miles de millones de dólares en armas y apoyo militar y utilizando a Riad como intermediario por el cual Washington, Londres y Bruselas arman y financian las peores y más virulentas organizaciones terroristas de la tierra.
Incluso el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que cita regularmente el «islam radical» como una amenaza permanente para la seguridad nacional de los Estados Unidos, ha firmado enormes acuerdos de armas con las mismas naciones que Estados Unidos usa para cultivar y perpetuar el terrorismo global.
Estados Unidos y Europa impulsan el terrorismo, no el islamismo
Todos y cada uno de los ataques terroristas que se desarrollan en Estados Unidos o Europa son seguidos por una ola de propaganda destinada a reforzar aún más un «choque de civilizaciones». El público temeroso se encoge de miedo ante los musulmanes, encabezados por voces del oficialismo, incluido el recién bautizado Alt-right.
Se culpó a los musulmanes y al islam y se lanzó el mismo montaje de elementales puntos de discusión para avivar las llamas del odio y la histeria. Los puntos lógicos que incluyen el número de musulmanes en la tierra frente al número real de terroristas nunca se discuten.
Tampoco se discute nunca el hecho de que los terroristas -particularmente aquellos que son miembros del autodenominado Estado Islámico (ISIS) y Al Qaeda, o los inspirados por tales grupos- están adoctrinados, radicalizados, armados, financiados y respaldados por Washington, Londres, Bruselas y una colección de los aliados más cercanos de Occidente en el Medio Oriente: Arabia Saudita, Catar, Turquía, Jordania e Israel.
Un memorando filtrado en 2012 de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) reveló la intención de Estados Unidos y sus aliados de crear un llamado «principado salafista» en el este de Siria. La nota declararía explícitamente que:
«Si la situación se desmorona, existe la posibilidad de establecer un principado salafista declarado o no declarado en el este de Siria (Hasaka y Der Zor) y eso es exactamente lo que quieren los poderes de apoyo de la oposición para aislar al régimen sirio, considerado como la continuidad estratégica de la expansión chiita (Irak e Irán)»
Al aclarar quiénes eran estos poderes de apoyo, el memorando de DIA establecería:
Occidente, los países del Golfo y Turquía apoyan a la oposición, mientras que Rusia, China e Irán apoyan al régimen.
El principado (Estado) salafista (islámico) se crearía precisamente en el este de Siria, tal como los responsables políticos de Estados Unidos y sus aliados se habían propuesto hacer. Sería catalogado como el «Estado Islámico» y sería utilizado primero para entablar una guerra de poder más contundente contra Damasco, y cuando eso fallara, invitar a las fuerzas militares estadounidenses a intervenir directamente en el conflicto.
En 2014, en un correo electrónico entre el consejero estadounidense del presidente, John Podesta, y la exsecretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, se admitiría que dos de los aliados regionales más cercanos de Estados Unidos, Arabia Saudita y Catar, brindaban apoyo financiero y logístico al ISIS.
El correo electrónico, filtrado al público a través de Wikileaks, decía:
«…necesitamos usar nuestros activos de inteligencia diplomáticos y más tradicionales para presionar a los gobiernos de Qatar y Arabia Saudita, que están brindando apoyo financiero y logístico clandestino a [ISIS] y otros grupos radicales sunníes en la región»
A pesar de las admisiones del ejército de los Estados Unidos y políticos de alto nivel de que el ISIS fue literalmente una creación de su propia política exterior intencional y se perpetuó a través del patrocinio estatal de los aliados regionales más cercanos de Estados Unidos, tanto las administraciones del presidente Barack Obama como la del presidente Trump seguirían manteniendo lazos diplomáticos y fortalecimiento de la cooperación militar y económica con estos estados patrocinadores del terrorismo.
Simultáneamente EE.UU. y Europa también continúan alentando y protegiendo la red global de falsas madrasas de Arabia Saudita, centros de adoctrinamiento a menudo vigilados e incluso de gestión simultánea con las agencias de inteligencia occidentales asegurando un suministro nuevo y constante de potenciales chivos expiatorios para los ataques terroristas locales y reclutas para los ejércitos de poder de Occidente que combaten en el extranjero.
En otras palabras, el problema del «islam radical» es fabricado y perpetuado por Occidente. Sin el dinero, las armas y el apoyo brindado por Estados Unidos y Europa a naciones como Arabia Saudita, sus tóxicas herramientas políticas se desactivarían rápidamente y serían barridas al basurero de la historia. Como se ve en la propia Siria, donde cientos de camiones de la OTAN ya no pueden llevar suministros a los puestos del ISIS dentro del país, el ISIS no puede sostenerse, carece de un genuino apoyo popular en una región donde la gran mayoría de musulmanes, cristianos y laicos permanecen unidos contra él y no tiene medios para mantenerse sin un patrocinio estatal inmenso y constante.
El «islam radical» o wahhabismo no es diferente. Ambos continúan existiendo por la política externa intencional, intencional y maliciosa de los gobiernos occidentales y los intereses especiales que los influencian.
Conócete a ti mismo y conoce a tu (real) enemigo
Para aquellos que creen que el «islam radical» es real y una amenaza duradera para la «civilización occidental» sería sabio prestar atención a las palabras del antiguo caudillo Sun Tzu quien dijo:
«Conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo y nunca serás derrotado».
Esto significa identificar la verdadera fuente del poder del «islam radical» mediante el rastreo de la fuente de la provisión de armas, dinero y liderazgo. Para aquellos que creen que el islam es el problema fundamental, complacerse en los versos del Corán escogidos es monumentalmente irresponsable. Un verdadero enemigo debe ser estudiado con honestidad, lo que significa que debe ser puesto en contexto, el Corán debe leerse como un todo y se debe emprender un estudio profundo y objetivo para verdaderamente «conocer al enemigo».
Si uno realmente cree que el islam es una amenaza, también es fundamental para «conocer al enemigo» conocer y hablar con los musulmanes, observar sus comunidades y aprender sus caminos.
Sin embargo es probable que muchos de los que odian ciegamente al islam lo hagan como espectadores deportivos. No les interesa la verdad porque escoger y quedarse con un lado muestra el alcance de su profundidad intelectual, física y moral. Para otros es un medio de lucro. Encontrar un nicho en la maquinaria de propaganda masiva de Occidente y recoger migas para la cuenta bancaria y el ego de uno se ha convertido en un modelo comercial viable para muchos.
Pero para aquellos con la integridad moral para hacerlo, una mirada genuina al «islam radical» revelará un enemigo mucho más perturbador y real. Uno que no nos amenaza con una cultura extranjera, religión o ideología del exterior, sino que se encuentra en medio de nosotros, sobrecogido del patriotismo, el humanitarismo y todo lo que hoy pasa por la «civilización occidental».
Tony Cartalucci es un investigador y escritor de geopolítica radicado en Bangkok, especialmente para la revista en línea «New Eastern Outlook» .
Este artículo fue publicado originalmente por New Eastern Outlook.
Fuente: https://www.globalresearch.ca/the-truth-about-radical-islam/5617187
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
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