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La traición laica

Considero legítima la emoción de la juventud, pero Francia es un país de derecho y de libertades y eso hace el fundamento de nuestra República. Debemos ser firmes porque es necesario para vivir juntos, pero también humanos.
François Hollande

No me esperaba eso del presidente Hollande. No ha comprendido nada de mi situación. Yo no soy un animal y no iré jamás a Francia sin mi familia. ¿Quieren que vaya con una familia de acogida? Hollande no tiene corazón. ¿Acaso él no tiene una familia?
Leonarda Dibrani

Hay familias. Uno se reconoce de lejos entre miembros de un mismo clan.
André Malraux

El verbo resistir debe conjugarse siempre en presente.
Lucie Aubrac

Amigos laicos, marquemos este mes de octubre en nuestro calendario y pongamos las barbas en remojo.

Leonarda
Leonarda vive en Pontarlier, tiene 15 años, cursa el tercer año de un colegio de nombre inspirador, André Malraux; el 9 de octubre participa con sus compañeros y maestros de una excursión escolar, van de visita a Sochau, un pueblo cercano. Solo que el viaje de Leonarda termina antes. El alcalde de Levier llama al celular de la profesora del André Malraux y le ordena detener el micro en otra escuela, la Lucie Aubrac. Leonarda desciende, es arrestada ante la mirada confundida de sus compañeros y expulsada del país junto a su madre y sus hermanos.

Un estudiante es un ciudadano
Con esta consigna potente, miles de jóvenes protestaron en París contra la expulsión de Leonarda. Si los pedagogos a sueldo del estado francés suelen hablar del estudiante como futuro ciudadano, los manifestantes de París responden, con más auténtico civismo: gracias por el futuro pero ya somos ciudadanos, al igual que Leonarda.

El problema con ella es que además de estudiante es gitana. Llevaba casi cinco años viviendo en Francia y asistía al tercer año de la escuela André Malraux, pero en opinión de las autoridades francesas, ella y su familia tenían "insuficientes perspectivas de integración social y económica".

Khorakhanè es el nombre de los gitanos musulmanes originarios de Kosovo. Un gran número de ellos se estableció en Italia en los años 90, huyendo de la persecución de la ex Yugoslavia. Al parecer, Leonarda habría nacido en Italia, aunque esto no signifique mucho: nació en Italia, habla francés pero, por donde la miren, Leonarda Dibrani no es más que una gitana.

¿Cómo podría un gitano llegar a ser un futuro ciudadano?
El estigma del pueblo gitano es uno de los rasgos de familia de lo que ha dado en llamarse la Europa criminal: nómades, desarraigados, sucios, embusteros, irreligiosos o acomodaticios, apátridas, brujos, vagos. Desde la Gran Redada del Marqués de Ensenada hasta la persecución nazi, sus muertos se cuentan por millones. Y, a juzgar por este mes de octubre de 2013, en Europa el corazón occidental y cristiano sigue latiendo bajo el ropaje de la posmodernidad globalizada.

Amanecer dorado
Grecia se moviliza para encontrar a los padres de la niña rubia secuestrada por los gitanos. Este título, del 17 de octubre pasado, se repite en la mayoría de los diarios europeos. La policía interviene para rescatar a la niña rubia, todo es misterio, sus datos no están en la lista de Interpol. Sin embargo, una cosa es segura: la niña fue secuestrada. Prueba: es rubia. El caso sensibiliza a la opinión pública europea. Esa misma semana, un vecino de un suburbio dublinés alerta a la policía de otro caso de un ángel rubio secuestrado por una pareja de gitanos. La policía irlandesa se apresura a rescatar a otra niña rubia de las garras de un matrimonio gitano que insiste, contra toda evidencia, en que se trata de su hija. Proporcionan el certificado de nacimiento pero las autoridades determinan que es “poco concluyente”, presentan el pasaporte de su supuesta hija pero la foto muestra a una niña demasiado pequeña como para identificarla. Respetuosa de la ley y del protocolo, la policía entrega a la niña de siete años a los cuidados del Servicio de Salud irlandés.

La mayoría de los diarios europeos nos explican que las redadas en los campamentos gitanos ya no buscan combatir el tráfico de drogas y el contrabando sino, sobre todo, la trata de personas.
Menos de una semana después las pruebas de ADN concluyen que tanto la niña griega, apodada “María la rubia”, como el “ángel rubio” de Dublín eran gitanas, hija de sus padres en el caso irlandés e hija de una pareja de gitanos búlgaros que la abandonaron al cuidado de la comunidad porque no disponían de los medios para mantenerla. Un tercer caso, esa misma semana, arroja idénticos resultados: un niño de dos años es devuelto a una pareja de gitanos después de comprobar que efectivamente eran sus padres biológicos.

Fraternidad
Presionado por la protesta estudiantil y sus aliados minoritarios, el presidente de Francia da un discurso desde el Eliseo: "Si Leonarda Dibrani quiere estudiar en Francia y hace la oportuna demanda, se la acogerá a ella sola". Traducido: la gitana a la que bajamos del micro escolar hace unos días y a la que echamos a patadas junto a su familia, esa que vivía en Francia hacía cinco años y estudiaba en el Malraux hacía tres, esa misma, si lo desea puede solicitar el regreso a Francia. Pero sin sus padres ni sus hermanos. El problema es la familia, los Khorakhanè, los lectores del Corán. Con una lógica menos brutal pero de idéntica inspiración que la del general Camps (“el hijo de un guerrillero será un guerrillero”), el presidente Hollande redefine la noción de fraternidad. Luego sigue la parrafada que figura como epígrafe de esta nota y, para terminar, un bello pensamiento acerca de la escuela: "En tanto que lugar de emancipación e integración, la escuela debe ser preservada de los conflictos de la sociedad y, por lo tanto, próximamente se emitirá una orden a los prefectos que prohíbe cualquier detención de estudiantes en el entorno escolar, incluyendo las excursiones o los transportes".

Traducido, un asunto estético: tenemos escuelas laicas, de nombres sugestivos (André Malraux, Lucie Aubrac), nombres que evocan la lucha por la libertad y el librepensamiento, lugares de “emancipación e integración”; es una pena afear todo esto arrastrando gitanas por las trenzas delante de sus compañeros, no impresionemos a nuestros ángeles rubios, seamos laicos.

El Frente Nacional
Un auténtico frente nacional apoya la política inmigratoria del presidente Hollande. Según todas las encuestas, el 70% de los franceses opina que Leonarda estuvo bien expulsada y un número todavía mayor apoya al ministro Manuel Valls, el político con mejor imagen en Francia, un sheriff socialista que se ha propuesto acabar con los campamentos de ilegales presentes en el país. Valls compite en popularidad con Marine Le Pen, la candidata del verdadero Frente Nacional.

Las encuestas también coinciden en que el Front National será el partido más votado en las próximas elecciones para el Parlamento Europeo. Allí, en Bruselas, Marine Le Pen dio un discurso emblemático sobre la tragedia de Lampedusa, esa pequeña isla del sur de Italia conocida como la puerta de Europa, donde a diario recalan cientos de inmigrantes africanos en un viaje que, demasiado a menudo, les cuesta la vida y que saltó a la primera plana de todos los diarios por la enormidad de personas que murieron ahogadas en los últimos meses y por la visita del Papa, que definió la situación como un escándalo.

Hablando de Lampedusa, la diputada y candidata a la presidencia de Francia Le Pen dijo cosas como: “La diplomacia de la emoción es la más peligrosa y la menos apta para resolver la situación (…) Esos inmigrantes mueren por culpa de quienes les hacen creer que en Europa serán bien recibidos (…) Debemos proteger a nuestra comunidad nacional (…) Una reacción firme de nuestra parte es la única solución humana”.

Resumiendo: esos miserables que huyen de Eritrea, de Somalia y de todas las cuevas de islamistas se ahogan como ratas en el Mediterráneo porque les hacemos creer que serán bienvenidos. Seamos humanos, mostremos con firmeza que los enviaremos de vuelta a las patadas. Solo así salvaremos su vida. Pongamos fin a la diplomacia de la emoción.

El Front National es un partido extremista, xenófobo, antisemita; muchos de sus dirigentes fueron condenados por instigación al odio racial, apología del delito, negación del Holocausto. La propia Marine Le Pen ha enfrentado diversos pedidos de expulsión del Parlamento europeo. Eso no le impide ser la mujer más popular de Francia y la política con más chances de ganar las próximas elecciones.

La filiación
No existe comunidad, organización, partido político o grupo que no se piense en términos de filiación. De dios, el gran padre espiritual, a la iglesia, la gran madre, solemos pensar en términos de herencia. Heredamos los bienes materiales y espirituales pero también los rasgos genéticos de nuestros ancestros. La filiación sirve para delimitar una familia, trazando un límite (lingüístico, ideológico, racial, religioso, político) entre nosotros y ellos, los que no son miembros de la familia.

Cuando pensamos en el laicismo, la filiación francesa es ineludible: la Revolución, los movimientos libertarios, la filosofía de la Ilustración y el pensamiento masónico.

La traición laica
Como es previsible, la extrema derecha ha sido alérgica a esta filiación. Jean-Marie Le Pen, padre de Marine y padre del Front National, ha denunciado hasta la histeria el complot judeo-masónico. Hasta ahora. Porque de un tiempo a esta parte, el Front National se declara “defensor de la República y de los valores del laicismo”. Y su nuevo jefe de campaña es un masón reconocido, miembro de la Gran Logia Nacional Francesa. Marine Le Pen manifestó estar satisfecha con la presencia de masones entre los cuadros políticos del Front National: “Compartimos los valores republicanos y laicos”.

Más allá de la filiación invocada, socialistas y nacionalistas comparten el mismo campo semántico. La frase de Hollande citada en el epígrafe y el discurso de Le Pen en el Parlamento europeo tienen un innegable aire de familia: “la emoción de la juventud / la diplomacia de la emoción; pero el derecho es el fundamento / proteger la comunidad nacional; debemos ser firmes pero también humanos / una reacción firme de nuestra parte es la única solución humana”.

La mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe, la mayor astucia de Le Pen es hacernos creer que no es nazi, la de Hollande que es socialista. Y la mayor astucia de unos y otros es hacernos creer que son laicos.

¿Qué laicismo?
Si usted es laico en Afganistán y se esfuerza en prohibir los crucifijos en espacios públicos, lo más probable es que usted sea un talibán. Si usted es laico en China y su laicismo consiste en silenciar toda referencia al Dalai Lama, usted es un sicario del Partido. Si usted es laico en Francia y su laicismo consiste en prohibir el uso del hiyab, es probable que usted adolezca de nostalgia eurocéntrica.

El laicismo es la lucha por la emancipación de la humanidad de sus Grandes Padres. Un laico en Afganistán aspira a que las mujeres pueden asistir a la escuela, un laico en China a que el acceso a Internet no pase por la censura del Partido, un laico en Francia a que la xenofobia, el racismo y la intolerancia no sean políticas de estado. El resto es literatura.

Clericalismo laico
El verbo resistir debe conjugarse siempre en presente. Esta frase de Lucie Aubrac (impresiona que la escuela en la que fue detenida Leonarda lleve su nombre) postula una actitud intelectual opuesta a la de la filiación. No nos definimos por la familia a la que pertenecemos, por nuestro linaje cultural, mucho menos por nuestra herencia genética, sino por nuestro presente. El único laicismo posible es el de una resistencia al poder predominante. Incluso, o sobre todo, si ese poder se pretende laico. Porque erigir el laicismo en tradición, en fundamento, es traicionarlo, anquilosarlo, fijarlo. Eso es clericalismo.

El laicismo es una resistencia presente con una vocación futura: la de una nueva filiación, una fraternidad sin padres y sin Padre, la humanidad hermanada en el porvenir, un espíritu antes que un sistema jurídico.

De Atenas a París, de Dublín a Roma hay un despertar totalitario. La Europa criminal está agazapada en espera de dar su zarpazo. Y las garras de esta nueva barbarie se esconden bajo guantes de seda: el laicismo y la República.

El presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Rouco, sostuvo que el laicismo radical condujo al nazismo. El sofisma del cura olvida que uno de los lemas del ejército nazi era “Dios con nosotros” y que la superchería, el oscurantismo, el paternalismo y un pensamiento religioso sincrético fueron los rasgos maníacos del régimen nazi, como lo son de los secuaces de Amanecer Dorado que se reúnen en Delfos las noches de luna llena.

Pero si es falso que el laicismo condujo al nazismo, no es del todo imposible que el totalitarismo instrumentalice el pensamiento y la retórica laica en una enésima vuelta de tuerca de la empecinada barbarie europea.

Es bueno tenerlo presente y dejar de pensar en el laicismo como en un conjunto de tesis, para construir los cimientos de una verdadera cultura laica cuyos pilares son, mucho antes que las creencias de cada uno, la fraternidad y la tolerancia. λ

Leonarda Dibrani expulsada Francia

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