Hemos estudiado en distintos artículos y trabajos el inicial desencuentro entre el socialismo español y la masonería, en la época de mayor acusado obrerismo del Partido Socialista hasta los inicios del siglo XX. Pero, a medida que fue avanzando el nuevo siglo, con alguna salvedad, el socialismo español no volvió a tratar este asunto hasta la última etapa de la Segunda República.
En el crecimiento lento pero constante del Partido Socialista y la UGT, ambas organizaciones comenzaron a contar entre sus militantes con masones. Víctor Arbeloa hizo en su trabajo sobre el socialismo y la masonería, y al que nos remitimos, un estudio de los principales, explicando que, con algunas excepciones destacadas, nunca fueron socialistas de primera fila, aunque esta afirmación sobre la importancia o no de estos socialistas es muy relativa, ya que en esa nómina habría que incluir diputados, ministros y altos cargos en la Administración de tiempos de la República Por nuestra parte, queremos plantear algunas hipótesis sobre las razones por las que comenzó a haber masones a partir del cambio de siglo en las filas del PSOE. Creemos que pudo influir la llegada de intelectuales y de miembros de la pequeña burguesía ilustrada que, en teoría, podían ser más afines a la masonería, aunque sepamos de la existencia clara de obreros masones ya en el siglo XIX, pero seguramente más vinculados al anarquismo. El acercamiento complicado al republicanismo a raíz de los sucesos de la Semana Trágica pudo influir también, y que desembocaría en la creación de la Conjunción Republicana-Socialista. En todo caso, nos parece que la razón principal reside en que el Partido fue abriéndose más a la sociedad española para competir con mayor éxito con el republicanismo a la hora de conseguir afiliados.
Otra causa para entender que no hubiera dificultades para que ingresaran masones en el PSOE o en la UGT, o que militantes de ambas organizaciones se hicieran hermanos de alguna logia fue que no se estableció oficialmente incompatibilidad alguna en estas organizaciones para poder iniciarse en la masonería, ni se desarrolló una corriente claramente hostil hacia la misma, todo lo contrario de lo ocurriría en el socialismo italiano. Solamente, en vísperas del estallido de la guerra civil, y en un clima de mayor radicalización en el seno de la poderosa Agrupación Socialista Madrileña, se trató la cuestión de la incompatibilidad en el debate sobre la reforma del programa del Partido que debía ser sometido al próximo Congreso del PSOE. Antonio Muñoz Lizcano, a la sazón secretario de la JSM, fue el autor de una proposición para que el Congreso declarara la incompatibilidad con la masonería por ser una organización burguesa. Fue aprobada en la Asamblea, pero modificada y sin aludir expresamente a la masonería, ya que se estipulaba la imposibilidad de militar en el PSOE si se era miembro de organizaciones que desarrollaran actividades políticas sin el control del Partido. Que se presentase una moción así tenía que ver con el acercamiento en marzo entre las Juventudes Socialistas y las Comunistas, fusionándose a comienzos de abril, es decir, en ese mismo momento. Podríamos aludir a la influencia del comunismo en su profunda crítica a la masonería. En todo caso, al quedar aprobada la proposición como hemos expresado, los masones socialistas pudieron estar tranquilos porque no sólo no se aludía explícitamente a la orden, sino porque, además, podían argumentar que la masonería llevaba tiempo negando que fuera una opción o facción política o que fuese una organización que intentase ejercer influencia en el mundo político. Los socialistas que eran masones no tuvieron problema alguno para seguir siéndolo. Por fin, no olvidemos que no se celebraría el Congreso del PSOE al estallar la guerra.
Bibliografía:
Víctor Manuel Arbeloa, “Los socialistas y la Masonería”, en Historia 16, nº 35, 1979, págs. 37-48.