"No queremos hablar con la prensa. No nos importa lo que se diga de nosotros. Si alguien quiere conocernos, puede consultar nuestras publicaciones". Ahí termina el testimonio de un miembro de la comunidad de San Sebastián que ni siquiera se presta a facilitar su nombre. Tiene la barba poblada, una melena recogida que le cae por la espalda y lleva una cinta de cuero encajada en la frente.
Es mediodía en este paradisíaco lugar de San Sebastián. La mansión-granja de Las Doce Tribus se alza en la cima del monte Ulía, un enclave muy apartado de la urbe -apenas hay vecinos en su entorno, sólo una sidrería y una ikastola- y desde el que se puede divisar el Cantábrico. "Es un tesoro escondido en el campo donde podemos vivir en paz", dicen sus ocupantes. El joven barbudo se dispone en ese momento a abandonar la casa en una furgoneta Mercedes. Un compañero suyo corta troncos con una sierra eléctrica y varios niños corretean por el campo mientras en el interior comienzan los preparativos para celebrar, como hacen todos los viernes por la noche, la fiesta del shabbat.
Viven despegados de la realidad y aparentemente al margen de la investigación que se ha iniciado en Francia contra este grupo que se niega a escolarizar a sus hijos y que algunos califican como una secta. "Somos gente sencilla, solteros y familias con niños, grandes y pequeños que convivimos en armonía y unidad, en un ambiente de orden, respeto y calor humano", aseguran sus integrantes.
"Yo caí atrapado por Las Doce Tribus. Les conocí cuando vendían sus productos en una feria en un pueblo de Guipúzcoa. Fueron tan amables, tan generosos… Parecían gente muy buena. Nos regalaron unas galletas y un folleto suyo. A los pocos días ya estábamos viviendo en la casa de Ulía. Fuimos aceptados por la comunidad y nos bautizamos por inmersión, como antiguamente". Así comenzó la nueva vida de Nejmad, un ex miembro de la tribu. Es una identidad ficticia, porque no quiere ser descubierto por la organización, y está en hebreo, porque dentro del grupo todos toman un nombre en esta lengua.
El relato de sus más de cinco años dentro de esta comunidad es un rosario de arrepentimientos que siempre terminan con la misma exclamación: "¡Cómo pude caer yo ahí!".
"Es una secta en toda regla porque se aliena a las personas. Allí no tienes libertad de expresión, estás sometido las 24 horas del día y no puedes cuestionar nada. Se vive una especie de hipnosis colectiva que te lleva a perder la capacidad de tomar decisiones", asegura Nejmad.
La comunidad de Las Doce Tribus está repartida por todo el mundo. Tiene sedes en Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Alemania, Reino Unido, Francia y Australia. Su presencia en España se reduce a las casas rurales que poseen en San Sebastián e Irún (Guipúzcoa), donde conviven 25 y 60 personas, respectivamente, según el testimonio de dos personas que estuvieron dentro.
Sus adeptos no ven la televisión, tampoco escuchan la radio, ni leen los periódicos. Su contacto con el exterior es mínimo. La exquisitez en el trato es su seña de identidad. Su modelo de vida está inspirado en el Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento. Son afectos a la tradición judía y tratan de seguir el estilo de vida tribal de los primeros creyentes, incluso en el tipo de vestimenta que emplean. Trabajan de sol a sol, practican ellos mismos la circuncisión y no llevan a sus hijos a la escuela. Son educados en casa.
Sus miembros tienen una explicación al respecto: "Sacamos a los niños de la escuela para enseñarles en casa, porque nos dimos cuenta de que todo lo que estábamos haciendo iba a resultar en vano si dejábamos que nuestros niños fueran influenciados por la falta de respeto y la inmoralidad del mundo". En sus comunidades "no entra nada extraño o sucio que pueda contaminarla; se mantiene pura".
Los niños trabajan con sus padres en el campo y las niñas se afanan en la costura. Aprenden en familia a escribir y a leer, las reglas básicas de las matemáticas, tratando siempre de conservar intacta la "virginidad moral" de los menores. Estos, según el testimonio de las personas que han convivido en la tribu, son azotados con una varita de madera en la mano o en las nalgas por desobedecer o faltarle el respeto a sus padres. El Departamento de Educación del Gobierno vasco asegura que no es su cometido "controlar a esta gente", puesto que se trata de un "número reducido de personas que hoy está aquí y mañana en otro punto de España o del mundo". Las autoridades educativas consideran "imposible" introducir a este grupo en el sistema educativo por "su nula disposición a integrarse en la sociedad". Un portavoz de la consejería lo expresa así: "¿Se podrían tomar cartas en el asunto? Sí, pero…"
Yadid tampoco es el nombre verdadero de otro antiguo integrante de Las Doce Tribus que huyó de San Sebastián hace casi dos años: "Cuando pasas a ser miembro, abandonas lo que ellos denominan el hombre viejo. En ese momento, renuncias a todas tus propiedades y a cualquier contacto con tu familia y tus amistades. Poco a poco te sumergen en su ideología hasta que consiguen reprogramar tu mente. Te vas impregnando de su forma de vida y desarrollas una pseudopersonalidad que te lleva incluso a pensar y actuar sin libertad. El funcionamiento interno responde perfectamente al arquetipo de una secta. Ellos insisten en que son una hermandad, pero hay una jerarquía perfectamente establecida".
Bajo la apariencia de una vida idílica, en la que predomina el gusto por la ecología, los alimentos biológicos, el autoabastecimiento y la espiritualidad, se esconde "un entramado sutilmente diseñado para anular a la persona", asegura Yadid.
"La malicia, la envidia y las revanchas son ajenas a nuestra forma de vida", dicen en los textos que manejan en Las Doce Tribus. En su idílico paraje de San Sebastián han creado una industria casera a base de cultivar productos de la huerta y realizar piezas de artesanía que luego comercializan en un establecimiento, denominado Sentido Común, que regentan en la Parte Vieja de la ciudad.
Ocultan el número de personas que viven en esta comunidad. Tienen poco trato con los vecinos: "Son pacíficos y nunca nos han creado ningún problema", dice una mujer que vive en una casa próxima. La Guardia Municipal no tiene constancia de que hayan causado ningún incidente. La Fiscalía de San Sebastián no ha recibido ninguna denuncia, ni hay actuación alguna contra sus miembros por negarse a escolarizar a los niños o por practicar la circuncisión, informa el fiscal jefe de la Audiencia provincial, Jaime Goyena.