Colau ha dado un trato de favor a la Junta Constructora del templo al permitir que sigan los trabajos sin aclarar qué ocurrirá con la fachada de la calle de Mallorca
Hace ocho años, advertí desde aquí mismo del riesgo de que, por culpa de la desidia de las administraciones, el despropósito arquitectónico de la ampliación de la Sagrada Família continuase hasta su paroxismo. Con la excusa de proseguir la obra de Antoni Gaudí, cuya autoría la Unesco solo reconoce para la fachada del Nacimiento y la cripta, se está ya muy cerca de culminar un edificio de dimensiones ciclópeas y gran impacto urbanístico, que va a obligar a desalojar fincas, cerrar negocios y afectará a la vida de 3.000 vecinos. Cuando en el 2026 finalice su construcción, será la iglesia cristiana más alta del mundo. La torre de Jesucristo, de 172,5 metros, se impondrá por encima del ‘skyline’ de una de las metrópolis más laicas de Europa. No es que me moleste por su significación religiosa, pero si lo viéramos hacer en cualquier otro sitio de España no lo consideraríamos una señal de modernidad.
Lo más sorprendente es que Ada Colau, cuya retórica es tan izquierdista para algunas cosas, haya dado un trato de favor a la muy católica Junta Constructora del templo al permitir la continuación de unas obras sin aclarar qué ocurrirá con la fachada de la calle de Mallorca. Se trata de la entrada principal a la basílica, situada a cinco metros de altura, a la que se accedería a través de una enorme escalinata y un paseo desde la calle de Aragó, lo cual obligaría a destruir un par de manzanas del Eixample. El Col·legi d’Arquitectes reclama que se archive el plan aprobado por el ayuntamiento. Entidades vecinales y expertos urbanistas critican en sus alegaciones que no se atienda al interés general y alertan de diversos peligros por su gigantismo. Colau ha regularizado los permisos de un proyecto que siempre estuvo en la ilegalidad pero contó con «protección divina». La alcaldesa deja abierta la puerta a que las obras prosigan sin que se sepa quién pagará las expropiaciones y realojos. A cambio, la Sagrada Família aportará a la ciudad 36 millones en diez años. Puede parecer mucho, pero de los 50 millones anuales que recauda por las visitas turísticas es el chocolate del loro para seguir ganando más dinero.
Joaquim Coll. Historiador