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La religión del fútbol

En su excelente artículo El fútbol, la religión del siglo XXI, el antropológo Manuel Mandianes expone con acierto la tesis (que no es novedosa) de que «la religión no se ha evaporado, sino que ha metamorfoseado en nuevas formas que definen la modernidad, y su más impresionante transformación quizá sea el fútbol». Según él, el fútbol «es un deporte, sí, pero para los aficionados es también un rito con himnos, cánticos, banderas, procesiones…» y, «a diferencia de la religión, salva el sentido de lo incondicional sin recurrir a Dios ni al absoluto».

Habría que precisar que el fútbol en parte sustituye a la religión, pero en gran medida se añade a ella (ver Diosas locales). Y las formas de religiosidad con las que se identifica la religión del fútbol no son las genuinamente espirituales, sino las más superficiales, aquellas que se corresponden con la llamada religiosidad popular, y por tanto incapaces de saciar la sed de trascendencia; de ahí la inflación de «himnos, cánticos, banderas, procesiones» y la extensión de la idolatría, concretada en el culto a nuevas reliquias (las camisetas de los jugadores) que se añade al de tradicionales (restos mortales de “santos”). Por tanto, el fútbol como religión vendría a reemplazar a la religión de masas que pretende salvar a través de múltiples mediaciones y rituales, y no fomentar la relación personal con Dios. Como dice Mandianes, «el fútbol sustituye el yo pienso por la relación que, aun no siendo dialogal, es presencial y, por lo tanto, trasciende la distancia entre el tú y el yo»

«Dios ha muerto, pero surgieron los ídolos que fomentan y mantienen la vida comunitaria; son factores de cohesión social y solidaridad aunque sólo sea por momentos», afirma el autor. Efectivamente; por eso en España el poder, al igual que anteriormente apoyaba la oficialidad del catolicismo (y en parte lo sigue haciendo), ahora, con la aquiescencia entusiasta de las masas,potencia a la selección española de fútbol como “marca España” y como factor de cohesión nacional; y su victoria se vende como victoria de “toda España” (incluyendo, lo quieran o no, a todos los españoles que no se identifican con esas victorias). Entidades privadas (Iglesia Católica, clubes de fútbol) tratadas como si fueran oficiales y públicas. Tras el nacionalcatolicismo (o además de él), el nacionalfutbolismo.

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