La “carta de un suicida” que se inserta en este artículo pretende utilizar un formato y un título que incite a su lectura. No se trata, por tanto, de una carta real, aunque sí que lo son los datos y consideraciones que en ella se exponen.
Todas las asociaciones relacionadas con la prevención del suicidio insisten en que hay que hablar de este tema que para algunos sigue siendo tabú. Sepa pues el lector que el autor de la carta es el mismo que el de este escrito y, para tranquilidad de sus amigos, no pretende suicidarse sino que se preste ayuda a todos los que sí que sufren este problema.
CARTA DE UN SUICIDA
«Sr. Director: Deseo que al recibo de esta se encuentre usted bien y que yo haya dejado este mundo en el que ya no quiero vivir.
Me dirijo a Vd. como representante de todos los medios de comunicación de este país que pese a su abundante y diaria información de los temas más diversos, y en ocasiones banales, consideran tabú hablar de la problemática del suicidio a pesar de su gravedad. Sé que la publicación que Vd. dirige sí que es sensible a este tema.
También los legisladores y los gobiernos que deben velar por la salud de sus ciudadanos actúan de igual manera.
No voy a referirle las razones personales que me impulsan a acabar con mi vida al terminar esta carta, ya que lo que pretendo es, aprovechando la circunstancia de que el 10 de septiembre ha sido declarado como Día Mundial para la Prevención del Suicidio, recordarle a Vd., a sus lectores y a los gobiernos y legisladores, algunos datos que demuestren la gravedad de nuestro problema.
Para empezar le diré que cada año se suicidan más de 800.000 personas en el mundo según la Organización Mundial de la Salud, muchas más de las que mueren en todas las guerras juntas, los terremotos, los tsunamis y cualquier otra causa no natural. Que los que intentan suicidarse y no lo consiguen se calcula que son muchos más.
En España son casi 4.000 los suicidios anuales aunque se calcula que la cifra debe incrementarse en un 40% dado que hay muchas muertes en las que se oculta su causa verdadera. Así la cifra real de muertes por suicidio en España está alrededor de las 6.500 anuales, mientras que los intentos de suicidio superan los 100.000.
El suicidio es, con mucho, la primera causa de muerte por causa violenta. Su número es superior a la suma de todas las otras como accidentes de tráfico y laborales, homicidios, violencia de género, etc. Los accidentes de tráfico son menos de la mitad y mire Vd. todo el esfuerzo que se hace para reducir su número frente al escaso esfuerzo que se realiza en favor de la prevención del suicidio.
En la Comunidad Valenciana disponemos desde hace unos meses de un Observatorio que ha redactado un Plan de Prevención del Suicidio. Un dato que nos aporta es que en 2015 intentaron suicidarse 4.571 ciudadanos, lo que supone que cada día del año intentan suicidarse más de 12 valencianos y tan solo uno lo consigue. Los que no lo consiguen quedan frecuentemente con lesiones graves para lo que les quede de vida y una tercera parte lo intenta de nuevo. Planes de Prevención similares de otros países se marcan como objetivo para los próximos 5 años reducir el número de suicidios en un modesto 10%.
Y de esto, Sr. Director nada se dice. Un problema siempre actual ya que en España son 17, más o menos, los suicidios diarios y sólo cuando, de tarde en tarde, el INE publica sus datos estadísticos hacen alguna referencia los medios de comunicación.
Lo peor del caso es que todo lo dicho no es más que cifras, pero detrás de cada una de ellas hay una persona que sufre lo indecible hasta que toma la fatal decisión. No sólo es sufrir en soledad un largo proceso hasta la decisión final; es que luego hay que elegir el sistema a emplear para conseguirlo con el menor sufrimiento posible. Según el INE el método más frecuente es el ahorcamiento, pero también nos lanzamos al vacío, o al tren, o con venenos de dudosa eficacia, o por arma de fuego o ahogamiento…
Y todo en solitario. Sin nadie que nos ayude. Sin saber dónde acudir. No sólo para intentar evitar el suicidio, sino también, si no hay solución, si la prevención falla, para tener auxilio para un suicidio tranquilo, seguro, indoloro y rápido.
No sé si algún día conseguiremos esto. Leo que incluso a los que están sufriendo una larga agonía no se les puede ayudar en el suicidio que elimine su insoportable dolor. Si la sociedad supiera lo grande que es nuestro sufrimiento le aseguro que no cejaría hasta conseguir una ley que lo evitara.
Yo no puedo esperar más y, con el miedo en el cuerpo, me despido de Vd. atentamente».