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La Policía concluye que el régimen de clausura anuló “la capacidad de pensar” de las monjas indias

Las tres religiosas que han dejado el convento de las Mercedarias de Santiago, y las dos que permanecen, declararon que la madre superiora amenazaba con la deportación a las que marcharan

Las cinco están convencidas de que dos compañeras que colgaron los hábitos hace unos años fueron privadas de su tarjeta de residencia y se les montó en un avión

El Arzobispado asegura que está abierto el proceso solicitado por dos monjas para abandonar y que ninguna pidió salir del convento mientras se resolvían los trámites

Tres mujeres tomaron la decisión más importante de su vida el sábado en un despacho de los juzgados de Santiago de Compostela. Allí le contaron a otra mujer, la jueza Ana López-Suevos, que  no querían volver al convento de clausura donde habían pasado toda su adolescencia y juventud. ¿Por qué después de 15 años abrían de golpe la puerta a una vida que apenas intuyen? La Policía cree que las condiciones en las que vivían en el convento habían “anulado la capacidad de pensar” de las tres mujeres indias.

La Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF) tiene decenas de policías acostumbrados a entrar en prostíbulos con una orden judicial y acabar con esa forma de esclavitud contemporánea. Esta vez tuvieron que oír un relato muy distinto, el de una mujer india de 34 años que había dejado un convento de clausura después de estar 14 años y que había recibido una petición de auxilio de sus excompañeras a través de familiares.

«El origen de las mujeres de nacionalidad india, el posterior aislamiento del mundo exterior, la dureza cotidiana que se vive en el convento, la persistente labor de adoctrinamiento, el trabajo excesivo y, en su caso, la escasa alimentación, producen con toda seguridad un debilitamiento en las mujeres que anula la capacidad de pensar y valorar el medio en el que viven», recoge el informe redactado por la UCRIF de A Coruña, elaborado tras escuchar a la mujer que dejó el convento en 2014. Nyun -nombre ficticio, como el del resto de monjas- trabaja ahora en la casa de la mujer que se puso en contacto con la Policía.

Los agentes escriben que el relato de Nyun refleja una «alteración y control de la personalidad traducida en amenazas veladas». Explícitas o no, esas amenazas pasaban por advertir a las mujeres que su decisión de salir del convento implicaría la inmediata deportación a India y el rechazo de sus familias. Los testimonios recogidos por la Policía dos días después de concluir su informe coinciden por completo con el primer testimonio recabado. Tanto las tres monjas indias que han decidido colgar los hábitos como las dos que pidieron volver al convento tras declarar ponen en boca de la madre superiora la amenaza de la deportación.

«Las circunstancias expuestas, más allá de cuestiones referentes a disciplina e institucionalización, se plasman en conductas objetivas de prolongación, generalización y agotamiento del proceso de personalización de las mujeres», añade el informe policial, al que ha tenido acceso eldiario.es.

Pero más allá del supuesto control psicológico de unas mujeres que llegaron adolescentes a un convento de clausura desde otro continente están las «conductas que se presumen delictivas» contra ellas. A saber: «Amenazas veladas de ser deportadas si abandonan la congregación, imposibilidad material y circunstancial de escapar del convento, al ser privadas de su documentación personal, trabajos en el campo asimilados a la esclavitud…».

«Moldeamiento psíquico»

Todo ello, unido al «moldeamiento psíquico» practicado por las superioras a las monjas «hace presumir racionalmente que alguna de las monjas, aún considerando que los métodos del convento pueden ser ilícitos, asuman su situación», concluyen los policías. La Policía asegura que el convento solo tiene una puerta y dos juegos de llave en poder de dos superioras.

El Arzobispado de Santiago de Compostela reconoció este martes en una nota que dos monjas indias del convento de las Mercedarias iniciaron el pasado verano «un proceso de discernimiento, planteándose incluso la posibilidad de dejar la comunidad llegado el caso». Según su relato, se lo solicitaron formalmente a la madre superiora el 14 de enero y ésta dio curso a su solicitud.

Pero, según el Arzobispado, ninguna de ellas pidió dejar el convento mientras se resolvían los trámites. La nota dice que a partir de que completa la documentación, la Santa Sede tarda aproximadamente un mes en resolver. El Arzobispado asegura que acabó su parte del trabajo el 21 de enero, dos días antes de que la Policía se presentara en el convento.

La versión que las mujeres dieron a la jueza es otra. Dian aseguró en el juzgado que hace meses había trasladado a la madre María Luisa que quería irse a vivir con sus primas, otras exmonjas que viven en Granada, y que la superiora le contestó que si dejaba el convento «tendría que volver de inmediato a India». También le dijo que «iba a consultar si le daba la tarjeta [de residencia]». Algo cambió y, según Dian, hace dos semanas le volvió a decir a la madre María Luisa que quería irse. Esta vez, la única excusa que puso la superiora es que debía esperar a la dispensa papal.

En el caso de Rhany fue «hace meses» cuando le comentó a la madre superiora sus intenciones. «Ella le contestó que se marchara, que no estaban forzando a nadie. Le pidió a la madre superiora que le diera la tarjeta y le dijo que no se la daba, que si quería marchar que se iba directamente para la India y sin tarjeta», plasma el instructor de las diligencias del relato que hace. Kirei le había dicho a la superiora: «Madre, yo quiero marchar, si me das mi pasaporte…» Y la madre María Luisa, según el relato de la monja, le contestó: «Por ahora no pienses en esas cosas».

El Arzobispado habla de dos monjas con solicitudes para marchar y no de tres, y añade que ninguna pidió salir del convento mientras se cumplían los trámites. En la nota no resuelve que hubiera pasado si lo hubieran solicitado. Una de las tres monjas reconoció ante la juez que no llegó a solicitar la dispensa papal. Rhyan no lo hizo porque, según declaró, «aunque se la dieran, si no le daban la tarjeta [de residencia] tendría que irse a la India».

La Policía dice en su informe que, independientemente de la dispensa papal «u otras que se puedan articular canónicamente, la persona ha de disponer de la libertad para hacer libremente lo que desee, en el caso que nos ocupa, abandonar el establecimiento religioso». «En cualquier otro caso nos acercaríamos a movimientos religiosos de carácter sectario destructivo y concepciones dominantes en otros tiempos en lo referente a la disciplina e institucionalización», añade el informe de la UCRIF.

La versión de la amenaza de la deportación fue confirmada en el juzgado por las dos monjas indias que han decidido quedarse en el convento voluntariamente. Una de ellas aseguró que «las madres les decían que si tenían tarjeta podían vivir en España, pero que tenían que hablar con el obispo. Les decían que si no querían estar aquí [el convento] tenían que volver a India, porque ellas eran su responsabilidad y como las habían traído también las tenía que devolver». Rhany también aseguró que comenzó a pensar en dejar el convento hace cinco años, cuando su madre enfermó y no se le permitió viajar a verla.

Investigación sobre posibles deportadas

En su auto la jueza aprecia indicios de posibles delitos contra la integridad moral, detención ilegal, coacciones y amenazas. El Tribunal Superior de Justicia de Galicia explicó este martes que la investigación tratará de determinar si, como narran las monjas, dos compañeras indias que decidieron dejar los hábitos en 2011 fueron metidas por la congregación en un avión y enviadas a la India sin su tarjeta de residencia.

La segunda monja que ha decidido quedarse en el convento declaró en sede judicial que le «consta» que la madre superiora no entregó su tarjeta de residencia a las compañeras que decidieron colgar los hábitos. Las cinco que prestaron declaración están convencidas de que fueron enviadas a India, cumpliéndose así la amenaza de la deportación para las que quisieran seguir su camino.

El Arzobispado alude en su comunicado a una monja que decidió colgar los hábitos hace «unos dos años» tras una estancia en India: «Se realizaron con toda celeridad los trámites internos canónicos de enclaustración y dispensa de votos que quedó concluido el 31 de marzo de 2015, firmando la interesada el rescripto emitido por la Santa Sede». Según esto, el trámite se habría prolongado durante un año.

Todas las monjas, añade, viajan cada siete años un total de dos meses a la India. Las dos religiosas que solicitaron formalmente irse lo habían hecho hace un año y medio, añade el Arzobispado. Kyurun asegura que sus familiares en India le han dicho que hay otras jóvenes en la misma situación en distintos conventos de España. Si lo saben es porque las familias de esas mujeres así se lo han trasladado a los suyos.

Las tres monjas que han dejado ahora el convento no aluden a la dureza de las condiciones de vida de la clausura para adoptar la decisión. Y eso, a pesar de que solo pueden hablar dos veces al año por teléfono con sus familias, su correspondencia es revisada por la madre superiora, así como las conversaciones telefónicas. Tampoco se quejan de tener que trabajar entre apenas una decena de religiosas huerto de casi 4.000 metros cuadrados, ni del frío o los madrugones. Solo quieren empezar una vida nueva en España.

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