Desde el pasado 17 de marzo, las agencias de noticias han venido informando cómo la policía ugandesa ha ido encontrado los cuerpos de personas que fueron horriblemente mutiladas, quemadas vivas, acuchilladas o estranguladas.
Han sido hallados en varias localidades ugandesas, debajo de las casas de algunos de los líderes de la secta denominada Restauración de los Mandamientos de Dios, entre ellos el “padre Dominic”, un ex sacerdote católico que fue excomulgado.
Hasta ahora se han hallado unos mil cadáveres en cuatro complejos de la secta, lo que hace de este caso uno de los peores asesinatos colectivos de la historia moderna, superior al ocurrido en Guyana en 1978, donde murieron 913 personas. Y todavía no se ha excavado en una quinta propiedad utilizada por el culto.
Aunque las sectas de este tipo existen en otras regiones del planeta, incluso en países altamente desarrollados, en el caso de Africa, donde se estima que hay unas 700 de ellas, la proliferación de tales cultos se debe esencialmente a las miserables condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población.
Promesas
Los promotores o líderes de estos cultos prometen a sus miembros, o a quienes desean captar como tales, aliviarles la dura vida que llevan, inmersa en la más profunda pobreza, a cambio de dinero y de las escasas posesiones o recursos que tienen los adeptos.
Al mismo tiempo tales “líderes espirituales” aseguran a sus seguidores que con frecuencia hablan con Jesucristo y con la Virgen María.
Explican que tienen “revelaciones divinas” en las que ven venir claramente un mundo nuevo lleno de paz, prosperidad y felicidad para todos, donde no se conocen ni enfermedades ni pobreza, y en el que el Diablo está totalmente vencido, atado con grilletes.
Esto engarza con el argumento de los líderes de estos cultos de que la pobreza y las enfermedades son obra del Diablo. Seguidamente, a cambio de dinero, proponen exorcismos para sacar a Satanás de sus cuerpos a la gente afectada por la miseria o las carencias del Estado en materia de salud y educación, que en Africa son devastadoras.
En el Africa devastada por el sida (1.8 millones de los 2.5 millones de muertes que hay en el mundo a causa del sida se producen en Africa, según la Organización Mundial de la Salud, OMS) estos movimientos se oponen al uso de preservativos y arguyen que el sida lo provoca el Diablo.
Para supuestamente evitar que la gente contraiga el sida, y otras enfermedades que asolan al continente africano, estos líderes proponen “sacarles el Diablo” del cuerpo mediante el exorcismo, a cambio de que entreguen a sus líderes prácticamente todo lo que poseen.
Para Comi Toulabor, sin embargo, investigador del Centro de Estudios del Africa Negra (CEAN) de Burdeos (suroeste), quien ha estudiado las sectas en Togo y en Ghana, las enfermedades, el desempleo y la pobreza son las principales motivaciones de los adherentes a estos movimientos, pero no las únicas.
Y pone como ejemplo a Ghana, otra nación africana donde no sólo los pobres siguen a las sectas, sino también médicos y abogados. Estas personas rompen con su religión de origen, afirma Toulabor, porque el animismo y el catolicismo están perdiendo fuerza, sobre todo entre la gente más joven.
El animismo, dice el especialista, ya no corresponde a la modernidad, y el discurso de la Iglesia Católica les parece anticuado, arcaico, pues su liturgia no es espectacular, no es una liturgia cálida, mientras que en estas sectas en las reuniones se canta y se baila.
De acuerdo con estudios realizados, los miembros de esta secta recibían cursillos y participaban en seminarios. En realidad, según los vecinos, pasaban la mayor parte del tiempo trabajando en las plantaciones de caña de azúcar, y rezando.
Causas de la masacre
En el caso de Uganda, los dos máximos líderes del culto se encuentran en paradero desconocido. Se trata del ex sacerdote católico excomulgado Joseph Kibwetere, y Kredonia Mwerinde, señalada primero como una monja católica, pero identificada después como ex prostituta profesional, contra los que la policía ha dictado orden de “caza y captura”.
Mwerinde fundó la secta en 1989, la que fue registrada enseguida como una organización no gubernamental (ONG)
Kibwetere aseguró que fue Jesucristo en una aparición quien le dijo a él que el fin del mundo se produciría la noche del 31 de diciembre pasado. Pero llegó el 31 de diciembre de 1999, el mundo no se acabó y empezaron los problemas. Al parecer, al no acabarse el mundo los miembros de la secta comenzaron a exigir que se les devolviera el dinero y demás posesiones que habían entregado al líder. Los expertos están convencidos de que esa fue la causa de la masacre.
Sacrificio de niños
Por si fuera poco, los fundadores de esta secta, que se calcula contaba con 4,300 seguidores en toda Uganda, mantenían rituales profanos y bebían cada viernes la sangre de un niño para “controlar los espíritus de la comunidad”, según han dado a conocer los investigadores, que confirman la realización de actos de brujería y satanismo de estilo medievales.
Las pesquisas han demostrado que los líderes del culto han estado cometiendo estas matanzas desde hace mucho tiempo por razones lucrativas, según la policía, que investiga también el paradero del dinero que sacaban a sus seguidores cuando se unían al grupo.
La masacre en Uganda, en fin, evidencia el daño extraordinario que causan al tejido social y cultural de los pueblos de Africa estas sectas, supuestamente religiosas, pero realmente asesinas, las que agravan la ya lacerante crisis crónica de pobreza y subdesarrollo que padecen la mayoría de los africanos al sur del Sahara en los umbrales del siglo XXI.