Las hermandades están configuradas como núcleos activos de los fieles de cada parroquia y, como parte integrante de la Iglesia católica, han sido llamadas a cumplir la función de nueva evangelización que, en palabras de la propia organización, no se trata de otra cosa más que “limpiar la cultura occidental, enraizada en la fe cristiana, de las adherencias acumuladas a lo largo del tiempo, que la distorsionan y enmascaran”. En otras palabras, forman parte del aparato ideológico y adoctrinador que la Iglesia católica utiliza para imponer su propia moral, no sólo a sus fieles, sino a todo el conjunto de la sociedad.
Estimamos un verdadero abuso el número de años de la cesión (75). Hipotecando el criterio de futuras corporaciones municipales. Un periodo que comprometerá a tres generaciones de jerezanos es a todas luces una exageración que no se entendería sin los constantes privilegios que se conceden a las asociaciones de culto religioso.
Desde el laicismo interpelamos a nuestros representantes, a los de toda la ciudadanía en su diversidad, a que las hermandades sean tratadas, desde la neutralidad, como cualquier otro colectivo dentro del tejido asociativo de la ciudad y que, por ello, se atengan a la normativa que les afecta.
El patrimonio municipal no es propiedad de nuestros gobernantes ni debe ser utilizado como moneda de cambio ante intereses espurios. Nuestro patrimonio no es de nadie pero, a la vez, es de todos.