El porcentaje de agnósticos y ateos sube del 27,5% al 37,1% entre 2019 y 2021 y ya supera el 50% en los menores de 34 años, según el informe ‘Laicidad en cifras’ de la Fundació Ferrer i Guardià.
«La pandemia ha acelerado la pérdida de religiosidad en España», afirma el informe de 2021 del think tank dedicado educación y libertades civiles Fundació Ferrer i Guàrdia, que este año lleva por título Feminismo, religiones y libertad de conciencia y cuyo apartado anual Laicidad en cifras constituye una referencia consolidada para el seguimiento del imparable proceso de secularización social que experimenta el país.
Elaborado mediante consulta y análisis de diversas bases de datos y encuestas, el informe concluye que, por primera vez, ateos y agnósticos son ya mayoría entre los menores de 34 años. Según los datos del CIS, si en 2019 sólo un 27,5% de la población se declaraba no creyente, la cifra de agnósticos y ateos se ha elevado hasta el 37,1% en 2021. Se trata de un aumento de casi 10 puntos porcentuales en los últimos dos años. La curva es aún más vertiginosa contemplada desde 1980.
La cuestión generacional es clave. La juventud española es cada vez menos creyente. Por primera vez en el registro histórico, los ateos y agnósticos son mayoría entre los menores de 34 años, con un 56,2%, una cifra que alcanza el 63,5% en la franja de 18 a 24 años. A medida que aumenta la edad, se incrementa el porcentaje de población religiosa. Entre los mayores de 65 años, los no creyentes sólo representan el 21,2%.
El porcentaje de personas religiosas practicantes también desciende. La población que manifiesta una opción de conciencia religiosa y que se declara practicante habitual se ha reducido hasta el 18,3%. No sólo hay cada vez menos creyentes. Además, los creyentes practican menos.
El informe, que detecta tendencias como una reducción del porcentaje de contribuyentes que marcan la equis de la Iglesia católica en la declaración de la renta y un incremento de alumnos de Primaria que cursa actividades alternativas a la Religión, se detiene en un dato elocuente: los matrimonios civiles aumentaron hasta representar cerca de 9 de cada 10 enlaces, según las últimas cifras del año 2020.
«El análisis de los ritos de paso es un indicador del vínculo entre los rituales religiosos y la sociedad», expone el informe, que recalca que los datos están determinados por un hecho: a causa de la pandemia, el número de matrimonios del año 2020 cayó a partir de marzo, por lo que se registraron un 45,7% menos que en 2019.
Los datos indican que, al inicio del periodo analizado, en 1992, el 79,4% de los matrimonios eran confesionales, mientras que un 20,6% eran civiles. La tendencia se ha invertido por completo: 89,5% frente a 10,5% en 2020. En datos absolutos, en el año 2020, de los 90.416 matrimonios celebrados, 80.774 fueron civiles. El altar cada vez tienta menos.
Los matrimonios son un indicador fiable del grado de secularización, porque constituyen una práctica fuertemente vinculada a lo que se podría llamar «religiosidad cultural». El paso por el altar suele marcar no sólo una adhesión a la Iglesia, sino también una voluntad de criar a la descendencia con una cierta vinculación con la institución y su campo de valores. En teoría, al menos. La caída de las bodas religiosas, que además es una fuente de ingresos para las iglesias y parroquias, es común a todas las comunidades, pero no igual.
Las comunidades autónomas que en 2020 presentan una mayor proporción de matrimonios civiles son Cataluña (93,6%) y el País Vasco (93,5%). Por el contrario, las comunidades con un porcentaje inferior de matrimonios civiles son Extremadura (85,7%) y Castilla-La Mancha (85,2%).
También se ha producido, a lo largo de las últimas décadas, un incremento de los nacimientos fuera del matrimonio. Según los últimos datos disponibles, el 48,4% de los niños han nacido fuera del matrimonio. En el año 1990, esta cifra representaba únicamente el 9,6%.