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La moralidad y la Biblia

Para los adoradores de la Biblia, la moralidad positiva contenida entre sus páginas es incuestionable. Pero lo verdaderamente incuestionable, es la certeza de que la mayoría de esas personas nunca la han leído y se aferran a los dictámenes de sus guías espirituales que han venido escuchando a lo largo de su vida. Sobre la moralidad, esa feligresía tiene una idea muy vaga y así, para ellos, la mentira, la infidelidad, la irresponsabilidad, el amor al dinero y los daños colaterales que sus acciones ocasionan a su prójimo, a menudo no forman parte de este concepto.

Definiéndolo en pocas palabras, la moralidad es la cualidad de las acciones humanas. Estas pueden ser moralmente buenas, y son las que toda persona desea para sí, en cualquier relación con sus  congéneres. Pero pueden ser moralmente malas, y estas, se combaten con leyes y no se desea ser el blanco de ellas. Pero no todas las acciones moralmente negativas pueden llevar a la cárcel, muchas no pasan de ser perjuicios interpersonales que, por lo general, solo alejan a los involucrados. Las religiones llaman pecados a toda acción moralmente mala, e incluyen aquí, el tener pensamientos contra los dogmas establecidos.

La moral, en cambio, es un conjunto de costumbres, normas, valores y creencias que como grupo social se tiene y que indica qué acciones son correctas y cuáles no. Por eso, al leer cualquier libro, es fácil diferenciar en los personajes las acciones buenas y las malas. El Quijote de la Mancha por ejemplo, si fuera una lectura obligatoria en escuelas y colegios, no tendría la oposición de nadie, pues todas las aventuras del manchego, son moralmente buenas. Sin embargo, cuando el libro que se escoge es el texto sagrado de cualquier religión, el asunto solo es del agrado de los seguidores de dicho texto. Los estudiosos de la Biblia, que no tienen este libro como una fuente de ingresos, ven en muchas de sus historias acciones reñidas con la buena moral. El problema de los seguidores de este libro es que creen que por tener algunas sentencias moralmente buenas, ya posee carta blanca para legitimar cualquier historia inmoral que contenga.

El laicismo es una conquista que ha logrado el bienestar del hombre en las diferentes sociedades donde se practica y hay demasiados ejemplos, actuales y pasados, donde se puede ver el atraso generalizado y el desprecio por la vida hacia los infieles que la injerencia religiosa causó y sigue causando en el planeta.

El primer libro de la Biblia, el Génesis, es una compilación de tres fuentes independientes, según la hipótesis de Julius Wellhausen, que fueron escritas entre el 950 y el 500 a.C. y que sufrieron numerosos procesos de redacción, alcanzando su forma actual alrededor del año 450 a.C.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y unos días después, en el versículo 1:28 Dios dijo: “fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla…” Como es todopoderoso, pudo violar ciertas leyes de la genética, que se sabe, causan degeneración estructural en las células de la descendencia de los parientes cercanos que se cruzan. Esto se denomina incesto en nuestros códigos legales y es por definición el pecado carnal cometido por parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio.

Los hermanos y los primos por lo general mantienen relaciones armoniosas. Ocurren casos, pero son muy raros, en los que hermanos de padre y madre, llegan a odiarse y pelearse por bienes materiales. Pero la Biblia, desde el comienzo, muestra un caso de estos, donde uno de los hermanos odia al otro por sentirse menos favorecido. Pero no son sus padres quienes causan esto, que con seguridad los amaban de igual manera, sino que es el mismo Dios el que parecía favorecer a uno más que a otro. Así se puede leer, en el versículo 4:8,  “…Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató”. Dichosamente, los hermanos mayores nunca leen esta historia, cuando son niños y pelean a menudo por nimiedades.

Dios es perfecto, por lo tanto no se puede equivocar. Sin embargo, su última creación le salió defectuosa. Parece que para él, todos eran malos. En ese momento inventó la frase: “Borrón y cuenta nueva”. Pero hacer un hombre nuevo, posiblemente era muy difícil, por lo que decidió salvar a uno que llenaba sus expectativas: Noé. Pero necesitaba a la esposa, y a los hijos y nueras de este, para volver a practicar el incesto. Así, en Génesis 9:1 bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les repitió la misma fórmula dada a Adán y Eva: “fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra”.

A los hijos, se les debe enseñar que la verdad es lo más importante en la vida. Por lo general, las mentiras conducen a un sistema de vida sin honestidad. Si las nuevas generaciones aprendieran a desechar las mentiras, la infidelidad no sería un grave problema social, la estafa no existiría y tampoco muchas otras cosas que hacen a este mundo un lugar peligroso. Hay personajes históricos dignos de admirar y tratar de emular, pero ¿cómo se puede admirar a un profeta que usó la mentira para su propio provecho? Así, en Génesis 12:10-20 se cuenta que Abram no sabía que tenía a una esposa muy hermosa (quizá debido al velo), pero de pronto lo descubre, y lo hace precisamente, cuando huyendo del hambre, llega a tierras egipcias. Si los egipcios saben que es su mujer, cree que lo matarán para quedarse con ella, así que Abram miente y dice que es su hermana. Los egipcios, entonces, la llevan a casa del Faraón. Los detalles de la estadía de Saraí en el palacio del faraón no se narran, pero en el versículo 12:16 se explica que la mentira “hizo bien a Abram por causa de ella”. Y fue bueno, pues consiguió “ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos”. Abram estaba feliz, y parece que no le importaba que su esposa estuviera con el faraón, pero a Jehová no le parecía bien este asunto y lo obligó a partir. Prostituir a su mujer le había traído mucho provecho, pues en Génesis 13:2, se asegura que cuando se alejó de Egipto ya era “riquísimo en ganado, en plata y en oro”. Como se mencionó anteriormente, es bueno saber que muchos no leen estos versículos, pues los que tienen esposas bonitas, podrían querer poner en práctica estas enseñanzas.

La esclavitud está prohibida y los jóvenes de hoy deben ver en tal hecho una aberración que jamás debe repetirse. La trata de blancas, el trabajo infantil forzado o cualquier otro método de sujeción similar que ultraje la dignidad y la libertad de las personas, debe combatirse sin misericordia. La Biblia cuenta que la esclavitud era permitida, pues había sido legislada por Dios. Los europeos que asolaban las poblaciones africanas en busca de esclavos, seguramente tenían en mente, las leyes de Dios al respecto. Y en lo que a este tema se refiere, en Génesis 16 se narra que Saraí, la mujer de Abram, no podía tener hijos, así que le ofrece a su sierva Agar, para que la embarace. Abram lo hace en un santiamén. No se narran los detalles de esta relación, pero Agar posiblemente era una fiera en la cama y por eso Abram ya no quería saber nada de Saraí. Cuando ésta le reclama, Abram se hace el menso y le devuelve a su sirvienta, para que haga con ella lo que se le antoje. Agar huye, pero regresa a instancias de un ángel de Jehová, quien le asegura que su descendencia será incontable. Al regresar nace el hijo de Abram llamado Ismael.

El alto nivel de criminalidad en el mundo actual hace que los bandoleros cambien de nombre con asiduidad. La gente honesta solo lo hace si el apelativo escogido por sus padres, no le satisface. Abram y Saraí no eran un dechado de virtudes, quizá por eso, en Génesis 17, Dios les cambia el nombre. Él se llamará Abraham y ella Sara. Esta nueva identidad permite a Abraham volver a mentir y conseguir más riqueza. En Génesis 20, Abraham vuelve a prostituir a su mujer. Ahora es al rey Abimelec de Gerar a quien permite que se lleve a Sara. Jehová otra vez se pone celoso y amenaza al rey. Abraham se justifica de esta manera: “Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer”. Al final, Abimalec le dio ovejas, siervos y siervas, y le devolvió a Sara. No se sabe lo que ocurrió a escondidas. Solo Jehová lo sabe.

La forma que encontró Abraham de enriquecerse, fue imitada por uno de sus descendientes. En Génesis 26 :7, Isaac, cuando le preguntan quién era aquella mujer tan linda, se apresura a decir que Rebeca era su hermana. La Biblia no dice que la prostituyó, solo asegura que mintió para salvar su vida. El mismo cuento anterior, y así, Isaac también se enriqueció y se hizo muy poderoso. Tampoco se sabe qué pasó entre bastidores. Isaac consiguió muchos animales, y también muchos  vecinos envidiosos que le hicieron difícil su vida en aquellos lugares. Por esta razón el rey Abimelec le pidió que se alejara de su reino. Pero cuando Isaac se instala en otro sitio, recupera algunos pozos para alimentar a sus animales, y de nuevo, la envidia de sus vecinos sigue reinando y surgen nuevas peleas. A donde iba peleaba, seguramente Isaac no era un buen vecino. Por eso es que a pesar de haber servido toda su vida a Jehová, en Génesis 27,  se cuenta que en su vejez, quedó ciego. Esto podría ser un castigo, pero también podría ser desagradecimiento de jehová, pues nada le hubiera costado al Todopoderoso, escupir en un poco de tierra y untárselo en los ojos para devolverle la vista. Pero aquí no termina la moralidad negativa de estos versículos. Su mujer, Rebeca, traiciona a Isaac, pues desea que su hijo sea el bendecido por el ciego, y no el hijo mayor de éste. Las mentiras abundan en estos párrafos, pues el hijo menor cuando le ofrece la comida a su padre, imita la voz de su hermano, viste la ropa sudorosa de aquél, y además, tuvo que cubrirse con piel de cabra en los lugares que era lampiño. Así el padre ciego, es burlado, de una manera burda e infantil, dirán muchos. Cuando Esaú volvió, pidió la prometida bendición, pero su padre ciego ya se la había dado a su hermano Jacob. Ya no había más bendición para su otro hijo. En tiempos actuales, eso no hubiera sido un grave problema, pues los creyentes actuales reparten bendiciones a diestra y siniestra, como si fueran granos de arena. Ojalá que la niñez no lea esto, pues la historia cuenta que Esaú estaba tan molesto, que prometió matar a su hermano cuando su padre muriera.

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