Cuando la muchedumbre optó por la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús, Poncio Pilatos, que era a la sazón el prefecto de Judea y tenía la última decisión, tomó una que pasaría a la historia; se lavó las manos. Ceremonia ésta que, si hasta aquel momento había significado distanciarse de una decisión con la que no se estaba de acuerdo, a partir de entonces simbolizó mucho más: la vileza y la sumisión a los bajos intereses de la política.
Guardando las distancias hace unos días se produjo en el Ayuntamiento de Córdoba una situación cuyo desenlace guarda cierta semejanza con la del lavado de manos de Pilatos. IU había presentado en el pleno municipal una moción sobre la titularidad de la Mezquita-Catedral en la que se proponía instar a las Administraciones Públicas “a realizar los trámites necesarios para el reconocimiento jurídico de la titularidad pública de aquellos bienes que hayan sido objeto de inmatriculación a favor de la Iglesia Católica”, entre ellos la Mezquita-Catedral de Córdoba, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Esta propuesta -como era lógico y coherente ¡vamos de cajón!- fue rechazada por la mayoría absoluta del Consistorio en manos del PP que estuvo apoyado en el rechazo por Unión Cordobesa, el partido que crease Rafael Sánchez, popularmente conocido como Sandokán, empresario condenado a seis meses de cárcel por cohecho en el “caso Malaya” y máximo deudor de propio Ayuntamiento del que es concejal, con una multa de unos 20 millones de euros por construcción ilegal. ¡Gracias a dios, deben pensar los ediles del PP, que ni Sandokán ni su partido tienen vinculación alguna con grupos filoterroristas porque, de haber sido así, no hubiesen admitido su apoyo en la votación!
Pero si bien todo lo expuesto hasta aquí suena a una España antigua y casposa, a una España de charanga y pandereta, lo peor que pasó en aquella votación municipal no fue la previsible coherencia de un partido de inspiración nacionalcatolicista y de otro nacido al amparo de la corrupción y que fue votado por más de un 15% de la población cordobesa que acudió a las urnas -¡toma del frasco!- convirtiéndolo de esta forma en el segundo partido de la ciudad. Lo realmente grave fue la abstención de un partido que se califica de izquierda y que responde a las siglas PSOE.
Si Poncio Pilatos no quiso responsabilizarse de la muerte de Jesús, el lavado de manos de los socialistas cordobeses ¿cómo hay que interpretarlo? Como un vergonzoso asentimiento de la apropiación dudosamente legal emprendida por la Iglesia Católica sobre uno de los monumentos culturales e históricos más formidable de nuestra tierra o, tal vez, haya que entenderlo como el reconocimiento que hace del poder que tiene esta Iglesia en un Estado aconfesional como el nuestro y su renuncia a plantar cara a una institución vieja, rancia e intolerante.
¿Gobernados por una derecha revanchista, señorita y meapilas, es incapaz el PSOE de tener un gesto de valentía y de decencia que nos recuerde la ideología que algún día tuvo? ¡Mucho me temo que aún andamos bastante lejos!
Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas
Entrada del Ayuntamiento con un altar en 2012
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