El sacerdote Tonio Dell´Olio acaba de destapar una tinaja nauseabunda: las conexiones entre iglesia católica y mafia. Revela el religioso que los capos no solo disfrutan de lugares reservados para acudir a misa sino que nadie osa sentarse en aquello
Así, el 11 de abril de 2006, la policía detuvo al mafioso Bernardo Provenzano. Su dilatada carrera delincuencial había arrancado al machacar con una piedra la cabeza de un muchacho. Cuando la policía entró en el domicilio del criminal encontró varias imágenes de la virgen, rosarios, figurillas de santos y casi cien estampitas de Cristo en la cruz con la frase “Jesús, confío en ti”…
Hace unos días, el Papa Ratzinger visitó Pompeya, ciudad controlada por la Camorra. Entre frases grandilocuentes pasó revista a sus rancias ideas… ¡pero olvidó referirse a la mafia, tan sangrante en el lugar! Curiosa “memoria selectiva” la del pastor alemán. Recientemente, nuestro castizo Rouco Varela nos ha ilustrado que “a veces es necesario saber olvidar”, todo ello en busca de “una auténtica y sana purificación de la memoria”.
Algo que, por cierto, podría empezar a aplicarse él, pues de otra manera no se explica el repunte inflacionista de beatificaciones en lotes de a cien. Nadie discute el derecho de la iglesia romana para honrar a aquellos infelices vilmente asesinados. Pero, siendo ellos los primeros en recordar, ¿por qué piden “olvido” a los demás?
Y la respuesta es evidente. La iglesia de Roma no quiere ni oír hablar de su chapoteo en el horror y la sangre del franquismo. En abril de 1939, Pío XII envió su bendición a Franco y destacó “sus nobilísimos sentimientos cristianos” denominándolo “la parte sana del pueblo español”.
Lamentablemente, bien conocía aquel Papa los tétricos viajes sin retorno, las cunetas y las ejecuciones de esa España. En zonas como Castilla y León eran incontables los fusilamientos de “rojos” con sacerdotes presentes en aquellos improvisados mataderos humanos.
Mientras a unos se les levantaron monumentos de “caídos por Dios y por España”, otros se pudrían en zanjas anónimas. Ese es el “sano olvido” de la iglesia católica. Curiosa “memoria selectiva”. Ya en el cada vez más lejano 1971, el recordado cardenal Tarancón abogó por pedir perdón. Los obispos rechazaron la iniciativa.
Opino que las palabras pomposas de los prelados de hoy (“cultivar el espíritu de reconciliación”, “perdón fuerte y responsable”, “auténtica y sana purificación de la memoria” y bla, bla, bla) reflejan el complejo de culpa que los corroe. Sí, la culpa, el arma insidiosa de la iglesia se vuelve ahora contra sus “ministros”.
Sin embargo, esas palabras resultarían creíbles si los representantes de la actual iglesia acompañaran ahora a los hijos y a los nietos de los asesinados en sus erráticos pasos por fosas y barrizales, si estuviesen dispuestos a compartir este dolor como antaño sus antecesores compartían guiños y risotadas con los verdugos en aquellos aquelarres de odio, disparos, sombras caídas, tiros de gracia y desconchones en las tapias… pero no creo que lo hagan. Del mismo modo que nadie debe creer sus palabras ampulosas entre nubarrones de “memoria selectiva”
Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor