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La lotería ‘toca mocho’, queridos niños · por Juan Antonio Aguilera Mochón

En el timo de la estampita el timador ofrece décimos de lotería falsos; no esperábamos que la lotería en sí misma tuviera bastante de timo, de manipulación mental y de falta de respeto a la infancia.

Se acerca el gran día del sorteo del Gordo de Navidad, un día anual de la marmota en el que, como en la peli Atrapado en el tiempo, sólo cambian más o menos simpáticos detalles. Los matemáticos nos explican por enésima vez la poca probabilidad de que ganes el gordo (hablando ahora de granos de arroz en vez de rayos o de accidentes aéreos), la tontuna irracional de creer que es más probable que te toque si compras en doña Menganita, pero menos si adquieres números feos, etc. Pero, ay, con la superstición hemos topado, amigo Sancho.          

También sabemos que la banca siempre gana. La banca de la que hablo aquí es la Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado (SELAE), y también la ONCE, una Corporación de Derecho Público. Así que hablo de la banca-Estado. En todo lo que organiza la SELAE y la ONCE, el conjunto de los jugadores recupera bastante menos de lo que gasta: entre el 50 y el 70%, según el juego. A lo que hay que descontar una retención del 20% para premios superiores a 40.000 euros. Es decir, juegue usted a loterías y cupones que, aunque no se haga rico, estará tributando como si lo fuera.

Juegue usted a loterías y cupones que, aunque no se haga rico, estará tributando como si lo fuera

En 2024, la SELAE batió de nuevo su récord de facturación, que llegó a los 10.396 millones (un 4,4 % más que el año anterior) y su beneficio neto ascendió a nada menos que 2.437 millones de euros (un 11,3 % más que en 2023). La ONCE vende unas 3,6 veces menos. Según el Consejo Empresarial del Juego, alrededor del 0,74 % del PIB de España proviene de la industria del juego, algo más del privado (casinos, máquinas, apuestas online, etc.) que del público. Pero, curiosamente, el juego que últimamente crece notablemente cada año en clientes es el público (el de SELAE y ONCE). Tal vez porque el gobierno de Sánchez, con Alberto Garzón de ministro, aplicó medidas restrictivas al juego privado pero no tocó al público, quizás en una manera de considerar la «defensa de lo público» más que discutible desde el punto de vista «progresista», por todo lo que diré más adelante.

De entre todos los juegos, la lotería de Navidad es la que se lleva la palma, con una participación del 75% de los españoles de entre 18 y 75 años. Con este sorteo, el Estado logra que hagamos con gusto, «ilusión» e incluso ansiedad, largas colas para comprar décimos, es decir, para pagarle a Hacienda.

Pero bueno, cada persona es libre de emplear o malgastar su dinero como quiera. Sin embargo, hay aspectos de la lotería de Navidad en particular, y en general de las actividades de la SELAE y de la ONCE, que no se suelen señalar y que me parecen muy reprobables.

La adicción a los juegos de apuestas

La SELAE y la ONCE promueven juegos de apuestas regidos por el azar que sabemos que pueden generar adicción, algo que la OMS y muchas otras instancias reconocen como un serio trastorno de conducta e incluso como una enfermedad, la ludopatía. Generalmente a la adicción a los juegos del Estado se le quita importancia, pues se considera mucho menos peligrosa que la que ocasionan las máquinas tragaperras y otros juegos del ámbito privado.

Los psicólogos consideran la Navidad la época más difícil para las personas adictas al juego, pues la lotería está por todas partes, y con muy buena imagen

Sin embargo, según algunos psicólogos, un juego como la lotería de Navidad «despierta en el cerebro lo mismo que apostar en un casino» y añade el riesgo de la normalización del «todo el mundo juega», que puede «invisibilizar comportamientos problemáticos en personas vulnerables». En estas fechas, el riesgo de ludopatía aumenta significativamente porque «las fiestas combinan una mayor exposición a estímulos publicitarios, una mayor disponibilidad de juegos y un discurso social que celebra el azar como parte del espíritu navideño». Se suele considerar el día del sorteo del Gordo como la fecha de inicio de la Navidad, y el sorteo del Niño se hace coincidir con su fin. Y, entre medias, tenemos el sorteo extraordinario de la ONCE por Navidad. De hecho, esos psicólogos consideran la Navidad la época más difícil para las personas adictas al juego, pues «la lotería está por todas partes», y con muy buena imagen.

Además, personas que jamás jugarían en un casino o en una tragaperras, ni apostarían por internet, participan gustosas en la lotería y otros juegos de la SELAE y la ONCE.

La incitación al juego

Dados los posibles problemas de adicción y de gasto excesivo, la SELAE y la ONCE hacen llamamientos retóricos al «juego responsable», pero en mi opinión esto se contradice con la insistente incitación al juego incluso en los medios públicos, RTVE en especial. Nos venden que apostar a sus juegos sirve para conquistar nuestros sueños e ilusiones, que la felicidad es ganar de golpe mucha pasta, y, por si la apelación al deseo de enriquecimiento personal nos echa para atrás, nos insisten –con una sensiblería vergonzosa– en los aspectos supuestamente solidarios de los sorteos.

En realidad, más que un deseo de enriquecimiento desaforado, lo que mueve a bastantes jugadores es la necesidad de salir de la pobreza; la lotería, los cupones… son para muchos una especie de juegos del hambre.

Por otra parte, para los fines solidarios, no parece lo más ético que el Estado recaude incitando a juegos de azar sin importar la ludopatía que puedan alimentar. Me parece evidente que lo que se precise para las necesidades sociales se debería recaudar con impuestos normales. Por otra parte, en una lotería lo que se produce básicamente es un pequeño-mediano gasto de muchas personas más o menos pobres para hacer unos pocos nuevos ricos. La lotería es, por tanto, muy antiigualitaria, anti-robinhoodiana; bien visto, muy propia de la economía en la que nos movemos (o más bien que nos mueve).

Más que un deseo de enriquecimiento desaforado, lo que mueve a bastantes jugadores es la necesidad de salir de la pobreza; la lotería, los cupones… o los juegos del hambre

¿Llegarán a organizarán sorteos para curar a los ludópatas? Es como si nos incitaran a consumir –eso sí, responsablemente– alcohol y tabaco argumentando que, como gravan mucho, su consumo es muy solidario.

Los medios de comunicación se hacen eco de la hipocresía que rodea a las loterías cuando celebran que «el Gordo está muy repartido»; si realmente fuera eso lo que se persigue, bastaría con no ofrecer un Gordo tan gordo, sino más premios flacos. Pero no demasiado flacos; los muchos premios casi insignificantes que se ofrecen (reintegros y pedrea) sirven para producir la impresión de que la suerte te roza y te podría dar de lleno, así que sigue jugando. Es una estrategia que no sólo los malpensados como yo dicen que tiene por fin generar adicción. Por otro lado, los medios aplauden mucho que haya nuevos ricos gracias a la lotería, los cuponazos, la primitiva…; si este modo de reparto de la riqueza fuera tan bueno, ya podría el Estado organizar sorteos sin vender papeletas, y que cada semana, por ejemplo, hubiera nuevos millonarios (a costa de los impuestos).

La desvergüenza con la que se instiga al juego llega hasta urdir trampas como la de poner en los puntos de venta de lotería carteles de «¿Y SI CAE AQUÍ?», irresistible para mucha gente. O, en el caso de la ONCE, a haber puesto en marcha el adictivo «rasca y gana», sabedores de que la inmediatez estimula el sistema de recompensa del cerebro y refuerza el impulso de seguir jugando.

El Estado acomete con los juegos una manipulación mental, o de las conciencias, de la ciudadanía que me parece intolerable

No se puede justificar el Estado arguyendo que lo que hace es simplemente regular y responder a una necesidad social que está ahí, la de jugar y apostar, pues no para de ingeniar nuevos juegos-trampa de lo más diverso sin que nadie los haya demandado. La SELAE ya promueve 14 juegos (loterías, euromillones, bonoloto, etc.) y ahora mismo veo que, online, la ONCE ofrece 15 opciones de «Juega ahora»; y de una, los «Rascas de la ONCE» hay ¡66 variedades!, con premios de entre mil y un millón de euros. Véanlo en ***; bueno, he quitado el enlace para no favorecer que usted rasque… su bolsillo, no quiero ser cómplice de estos tocomochos auspiciados por el Estado.

En resumen, el Estado acomete con los juegos una manipulación mental, o de las conciencias, de la ciudadanía que me parece intolerable. Pero quizás la mayor endeblez ética del Estado y de la sociedad en el manejo de los juegos de azar se alcance con la consideración de la infancia.

Las loterías como cosa de niños

La ludopatía infantil es un problema serio. En España, la Ley 13/2011, de 27 de mayo, de regulación del juego, dictamina que se debe evitar el acceso a éste de los menores. En consecuencia, en su «Política de juego responsable», la SELAE se compromete a «Implantar todos los mecanismos, tanto preventivos como operativos, a nuestro alcance para evitar la venta de juegos a menores», y la ONCE hace otro tanto. Sorteos tradicionales como la lotería y los cupones pueden hacer que el juego parezca «inofensivo» para las niñas y niños, activando en el cerebro, según los expertos, mecanismos similares a los de los juegos tenidos por peligrosos.

Aunque la ludopatía infantil parece principalmente asociada a las apuestas online, la lotería tradicional o los cupones también pueden contribuir al desarrollo de comportamientos de riesgo, sobre todo porque normalizan el juego de azar asociado al dinero desde una edad temprana y se favorece que de mayores jueguen, pues lo ven y recuerdan como algo estupendo y muy sociable (qué bonito compartir números).

A menudo se dice que, en prevención de todo eso, las loterías y otros juegos se tratan «con una normativa similar a la venta de alcohol y tabaco», de modo que los menores de 18 años, más vulnerables, tienen legalmente prohibido «participar» en cualquier forma de juego de azar, incluyendo la lotería de Navidad y la del Niño.

Sin embargo, vemos que el bombardeo publicitario en RTVE que incita cada día a «participar» en las loterías y otros juegos de la SELAE y de la ONCE, se produce, bajo el pretexto de que es un «servicio público», en horario infantil. Esa publicidad agresiva se emite sobe todo con programas específicos los sábados a medio día, y a diario antes de las 22:00 (de hecho, hace poco se produjo una condena a TVE por ofrecer los sorteos nocturnos ¡demasiado tarde!). Y hay programas tan “educativos” como «La suerte en tus manos», de hasta 15 minutos. Sin olvidar que el sensiblero anuncio del sorteo del Gordo se emite a cualquier hora.

En este sorteo, quienes cantan los premios son niñas y niños de una residencia-internado cuyas familias presentan dificultades de carácter socioeconómico

El colmo llega el 22 de diciembre con el insufrible soniquete del sorteo de Navidad durante horas, y con las noticias en modo día-de-la-marmota que se alargan todo el día, y más, en la mayoría de las cadenas de radio y televisión. Es más, en ese sorteo, quienes cantan los premios son niñas y niños de una residencia-internado cuyas familias presentan dificultades de carácter socioeconómico; hace años se trataba de huérfanos, y mucha gente cree que sigue siendo así, lo que contribuye a darle al sorteo un carácter sentimental casi dickensiano. ¿Eso no es «participar» (o utilizar) menores en un juego de azar? ¿Se imaginan la participación de menores en actos ligados al alcohol o al tabaco? Pero cualquiera discute esta sagrada tradición, aunque también era tradición, hasta 1984, que no hubiera niñas cantoras en el sorteo.

Más aún: a pesar de la prohibición legal de que las niñas y niños compren o vendan loterías, es muy común que vendan participaciones de la lotería de Navidad (y de rifas asociadas a ese sorteo), con algunos euros de coste extra por décimo, para sacar dinero con que sufragar viajes de estudios. Suelen ser las primeras prácticas de empleo de los menores: como vendedores de lotería. Como la mayoría de los padres y madres no tienen ningún problema con que sus hijos realicen una actividad ética y legalmente tan dudosa, les animo a que al menos duden de su rentabilidad. Yo, si me viene una niña o niño con una papeleta de 6 euros en la que se juegan 5, prefiero darle directamente un euro –o mejor aún, esquinazo–.

En enero de 2025 se lanzó un nuevo proyecto europeo para abordar los riesgos de los juegos de azar entre los jóvenes, explorando estrategias para mitigar la adicción entre los menores y los riesgos asociados para la salud mental. Espero que tomen nota de lo que denuncio aquí, aunque me temo que no.

En definitiva, se supone que estamos en un Estado del bienestar, pero para alcanzarlo parece necesario promover el bienapostar, con un envilecimiento asumido socialmente en el que se juega con la ciudadanía y no se respeta a la infancia. Pero ¿quién puede sorprenderse de esto último, si el desarrollo de la libertad de conciencia de niños y niñas se vulnera de manera tan flagrante mediante el adoctrinamiento religioso, incluso en la escuela? Frente a esto, el tocomocho de las loterías es poca cosa, pero no deja de tener su importancia y es una expresión más de la sorprendente condescendencia con la que se contemplan graves vulneraciones de los derechos de la infancia.

Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor senior de Bioquímica y Biología molecular en la Universidad de Granada.
Grupo de Pensamiento Laico.

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