Estos días resuena en las calles y en los medios de comunicación la palabra libertad, y no precisamente para agasajar a la Revolución Francesa.
Ese grito libertario se ha hermanado con otro similar que lanzan los negacionistas de la pandemia para que cada ciudadano tome las medidas sanitarias que le apetezcan.
¿Qué le piden los ” libertinos ” educativos, muchos de ellos niños y adolescentes, a las autoridades? Pues que a la red concertada católica no le recorten ninguno de sus privilegios: emplazamiento libre de los centros sin ninguna planificación de la red, selección del alumnado por el propio centro, financiación pública y gestión total privada, valoración de las notas de religión católica para entrar en la universidad, más conciertos privados…
Y claro, estas pinceladas son solo un análisis genérico y somero. Si penetramos, por decirlo metafóricamente, en las” tripas ” de los conciertos católicos, aparece con meridiana claridad la idea de la libertad que tendrán los nuevos libertarios y que no es precisamente un homenaje a la Revolución Francesa. En las posiciones que mantienen, la preocupación por la mejora técnica del sistema educativo es inexistente: ni la experiencia de los países europeos punteros en educación, ni los proyectos pilotos en las diferentes ramas, ni la formación del profesorado… en fin, nada que tenga que ver con la respuesta a problemas similares a los nuestros, tienen cabida. Para todas estas realidades tan complejas la respuesta de Fierabrás es: libertad, libertad…
Si seguimos rastreando otros tramos de las ” tripas” educativas de los centros concertados católicos, nos encontraremos con anomalías que dificultan su funcionamiento eficiente: selección del profesorado por el empresario sin intervención del pagador ( que es el estado), sincronización de las jubilaciones de profesores con la finalización de los estudios correspondientes de sus hijos o familiares que los sustituyen en sus puestos de trabajo automáticamente con el consentimiento del empresario para que la saga mantenga su continuidad, odio patológico al laicismo, normalización de las cuotas voluntaria / obligatoria para una enseñanza ya financiada por el estado… Y mientras a los estudiantes católicos se les garantiza la enseñanza gratuita en centros ” descontaminados”, entre otros agravios, los matrimonios lingüísticamente mixtos deben pagar costosos colegios para que sus hijos dominen la lengua de ambos padres.
Esta carísima red católica privilegiada, heredera de los colegios de élite del franquismo, lo asimiló todo de ellos salvo el pago de la mensualidad, que en aquellos era obligatoria y en esta no, es gratuita.
Los nuevos libertarios mantienen que solo habrá libertad de enseñanza cuando a todos sus afiliados se les conceda un concierto, lógicamente gratuito, y el uso prioritario del presupuesto de educación se dedique a dotar esos conciertos. El resto, que se lo repartan los demás colectivos educativos como buenos hermanos.
Pura Aloy
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