Y uno de los pilares de esa estrategia sería la lucha por la laicidad, que no es equiparable al ateísmo sino a la separación entre estado civil y la religión, dejando ésta última al ámbito privado.
La Segunda Conferencia del Mediterráneo de la Izquierda, organizada por el PIE abrió su segunda jornada de trabajo debatiendo sobre cómo las fuerzas e ideologías reaccionarias, como el fundamentalismo religioso, la extrema derecha y el populismo, amenazan la democracia y son usadas para fragmentar las sociedades y enfrentar a los pueblos. Y también se habló de las causas del retorno del fundamentalismo, y de cómo las guerras imperialistas se disfrazan de guerras religiosas para enfrentar a las sociedades, y dividirlas.
En este contexto se planteó la necesidad de definir una estrategia en la lucha de la izquierda contra un enemigo común con sus tres vertientes: el imperialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo. Y uno de los pilares de esa estrategia sería la lucha por la laicidad, que no es equiparable al ateísmo sino a la separación entre estado civil y la religión, dejando ésta última al ámbito privado. En definitiva, reivindicar la filosofía de las luces frente a las visiones oscurantistas de las religiones.
En la raíz de este aumento de los fundamentalismos, populismos y fascismos, se apuntó también a las consecuencias provocadas por la globalización capitalista, las intervenciones internacionales neocolonialistas y las guerras que han causado en Medio Oriente.
Las consecuencias de la crisis sistémica y las políticas de austeridad también han contribuido, aumentado la desigualdad, la precariedad, desmantelando los servicios públicos y provocando fracturas sociales y territoriales. Eso se traduce en la profundización de la pobreza y exclusión social. Los populismos y la extrema derecha se aprovechan de la situación, igual que lo han hecho tras los recientes atentados en París y en Copenhague, con el aumento del miedo de la gente a los ataques terroristas. El Partido Popular Danés también ha atraído a muchos partidarios al criticar a la UE relacionándola con las políticas de austeridad adoptadas por el gobierno liderado por el Partido Social Demócrata y sus efectos. Hoy la extrema derecha en Francia encabeza los sondeos electorales y en Dinamarca supera el 20% de los votos. También son fuertes en Grecia, pese a la victoria de Syriza. Y se extienden por Europa.
La instrumentalización de la religión contra los derechos de las mujeres fue otro de los ejes del debate. Túnez es un ejemplo de cómo esas mujeres que estuvieron en las calles, desde el primer momento, movilizándose por la democratización del país, fueron las primeras traicionadas por el nuevo gobierno. Las elecciones de octubre de 2011 dieron una gran mayoría a los islamistas, con una baja representación de las fuerzas progresistas. Eso hizo que los islamistas aprovecharan la coyuntura para recortar los derechos de las mujeres e imponer los valores islámicos en la nueva constitución, introduciendo grandes divisiones entre hombres y mujeres. De hecho, se subrayó la amenaza que la religión representa para los valores éticos y la igualdad de derechos.
Los diferentes ponentes que participaron en el debate analizaron la situación planteando cómo llevar adelante la lucha en favor de la democratización de la sociedad, con derechos iguales y universales para todos. Además de la laicidad, con la defensa del estado civil separado de la Iglesia, y la necesidad de una revolución cultural contra el oscurantismo, se hizo especial hincapié en la solidaridad y en la lucha contra la austeridad que lleva a un incremento de las desigualdades, la exclusión y la marginación, especialmente entre los jóvenes. Una de las vías para una transformación progresista, según se expuso, es involucrar a los jóvenes para que luchen por sus derechos y protagonicen ese cambio. Y entre esas reivindicaciones se abogó por la defensa de los derechos de los trabajadores, la defensa de los servicios social y los principios de libertad.