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La laicidad, tema central de la batalla para la hegemonía cultural

La palabra laicidad sólo apareció en el siglo XIX, pero la batalla laica empezó en el Siglo de las Luces, y se desarrolló con cada nuevo avance social y político: Revolución francesa, Revolución de 1830, Revolución de 1848, Comuna de París, período 1880-1914, Frente Popular, Consejo Nacional de la Resistencia y su programa “Los días felices”.

Primera enseñanza. La laicidad nunca progresó porque sí. Es la piedra angular de un modelo político emancipador. Todos los que hoy en día se focalizan sobre este único combate se condenan, en el mejor de los casos a no avanzar, pero en general a acompañar los retrocesos organizados por el movimiento reformador neoliberal, a menudo ayudado por la parte de la ”izquierda de la izquierda” cuyo objectivo es disfrazar de izquierdismo el comunitarismo anglo-sajón[1]. Es únicamente en el marco de una batalla política de conjunto que la laicidad progresará. La prueba es que se han registrado retrocesos laicos en Francia cada vez que tuvo lugar un retroceso social y político importante: durante la época de Pétain, con la llegada al poder del general de Gaulle en 1958, etc…

¿Por qué nació la laicidad en Francia? Y¿Por qué la batalla a favor de la laicidad se desarrolla hoy en día a escala planetaria? Hay una única razón. La batalla a favor de la laicidad se ha vuelto una necesidad subjetiva en países con una fuerte inmigración, para solucionar los conflictos culturales que aparecen en el sentido de una mejor convivencia, y para conseguir una unificación de las clases populares y del pueblo. Francia fue el principal país de emigración en Europa a partir del final de la emigración a España en el siglo XV; hoy en día el fenómeno de las migraciones se ha vuelto general, en Europa y en el mundo entero.

Segunda enseñanza. Los que alaban la laicidad a la francesa están hoy en día fuera de la realidad y no consiguen desarrollarla. Al revés, varios países poco laicos han progresado en este ámbito, en particular a nivel societal, mientras que desde 1950 se registran retrocesos en Francia, cuna del concepto.

Tres personajes, los tres mártires[2] de la emancipación humana, simbolizan hoy la pertinencia de la batalla a favor de la laicidad, dentro de la lucha general: Condorcet, Jaurès y Gramsci.

Condorcet ha teorizado el poder constituyente y el vínculo entre la escuela republicana y la emancipación del ciudadano, prefigurando lo que será el vínculo entre esta emancipación del ciudadano y la esfera de constitución de las libertades (escuela, servicios públicos, protección social). Permitió así teorizar el vínculo entre libertad y laicidad, ya que la meta de la laicidad es hacer un ciudadano más libre.

Jaurès se encargó de vincular la batalla laica con la batalla cultural, social y política gracias a su teorización de la República social como forma superior de la República política, y a su elaboración de la estrategia de la evolución revolucionaria a partir de las teorías de Carlos Marx que desarrolló. Fue uno de los padres de la ley de 1905 que concebía como la mejor manera de unificar el proletariado para preparar las grandes batallas sociales (domingo día de descanso en 1906; jubilaciones obreras en 1910; impuestos sobre la renta en 1914).

Gramsci demostró que la batalla por una nueva hegemonía cultural precede la victoria política y social. ¿Quién mejor que Gramsci desarrolló una crítica del materialismo metafísico de Engels, liberando así el pensamiento marxista? ¿Quién mejor que él inició la teorización de las necesarias bases de apoyo y de las guerras de posición como fase previa a las guerras de movimiento en la lucha para la emancipación humana). Gramsci es imprescindible en el momento actual en que el movimiento reformador neoliberal ha conseguido destruir las bases de apoyo de los logros sociales y políticos – entre los cuales figura la laicidad – gracias a la victoria del neoliberalismo en el terreno de la hegemonía cultural.

Tercera enseñanza. Todo está por hacer de nuevo, en las condiciones culturales, económicas y sociales del siglo XXI, partiendo de la realidad y dirigiéndonos hacia lo ideal. Se trata de globalizar las luchas después de realizar una clarificación de la complejidad de lo real, en vez de empantanarnos en simplificaciones abusivas. Para esto, convendría no practicar un encarnizamiento terapéutico sobre la “izquierda de la izquierda” agonizante, con su relativismo cultural y su comunitarismo. Y se trata menos todavía de cambiar el modelo político de la República social por una “izquierdización” verbal de la democracia comunitarista anglo-sajona.

Estamos a favor de la doble ruptura: anticapitalista y anticomunitarista e integrista, según el concepto teorizado por el argelino Hachemi Cherif, para refundar una izquierda realmente de izquierda, anticapitalista y laica, capaz de hablar tanto a las clases populares como al pueblo en su totalidad. Es esta necesidad de doble ruptura que desarrollamos en nuestras iniciativas de educación popular y en nuestros escritos.

Por Bernard Teper

Co-animador del la Red Educación Popular (REP). Co-autor de: “Neoliberalismo y crisis de la deuda: Contra los predadores de la salud; Jubilaciones, la alternativa oculta; Laicidad: más libertad para todos; Pensar la República social para el siglo XXI; Para acabar con el “agujero de la seguridad social”; Pensar la protección social del siglo XXI.

___________

[1]    Numerosos intelectuales del “sistema” hablan de un análisis de las debilidades de Francia y teorizan una crítica radical de la laicidad, pero también del modelo de la República social. Estiman que basta con vestir de izquierdismo el comunitarismo anglo-sajón para realizar una transformación social y política, sea en su versión socialista que sólo desea un concordato sin decirlo, sea en su versión izquierdista-comunitarista que considera que los musulmanes creyentes y los pobres han sustituido a la clase obrera y a los explotados de la teoría de Marx. El discurso más elaborado de esta “escuela” es el de Pierre Manent en “Situation de la France”, auténtico panfleto antirrepublicano y antilaico.

[2]    Los laicos de la transformación cultural, social y política son los que pagan el precio más alto, desde sus mártires en Indonesia en 1965-66 hasta nuestros camaradas Chokri Belaïd, Mohammed Brahmi mártires de la primavera tunecina, pasando por Abane Ramdane, Mohammed Boudiaf, que son los más conocidos entre cientos de miles de muertos en Argelia pero también en Irán, en los países del Golfo y en todas partes.

Traducción de artículo publicado en ReSPÚBLICA el 30.12.2015

Laurence Arseguet para el Observatorio del Laicismo

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