La filósofa e historiadora Elisabeth Badinter (París, 1944) es una de las voces más atendidas en Francia contra el uso del velo islámico, prohibido en las escuelas en 2004 y el integral, proscrito en los espacios públicos franceses desde 2010. Ahora no es partidaria de prohibir el burkini, pero esta prenda que tanto debate ha suscitado este verano le parece un estandarte político y, como tal, una provocación. Al precio de ser tachada de islamófoba, arremete con el islamismo radical. Defiende a ultranza el modelo laico francés, considera que Francia ha fracasado en sus políticas de integración y confía en el empuje de las musulmanas francesas para rebelarse contra el radicalismo religioso que se extiende en su país.
Pregunta. La foto de un policía interpelando a una mujer con burkini en Niza dio la vuelta al mundo. ¿Qué sensación le produjo este hecho?
Respuesta. Vestir como uno quiera es una libertad mínima, esencial, si bien en Francia está prohibido pasearse por los espacios públicos desnudo o con la cara tapada, lo que me parece acertado. Me choca profundamente ver a un policía molestando a una mujer por no vestir conforme a los usos, pero también que alguien vaya a la playa de Niza, donde se sufrió en julio un gran atentado, con tal atuendo. No debe prohibirse, pero es llamativo. Vestir así en Niza tras lo ocurrido es el colmo de la indelicadeza y de la indiferencia.
P. ¿Cree que detrás del burkini hay una significación política?
R. Es una indumentaria islamista, algo que el Islam nunca ha mostrado en Francia, lo cual no es casualidad. Por el momento, ningún país de Europa se ha visto confrontado a este horror, a esta cadena de atentados, y los franceses están reaccionando mal. Pedir la prohibición del burkini es una aberración, pero también creo que los ciudadanos están hartos.
P. Criticar que alguien acuda con birkini al lugar del crimen también contribuye a fisurar la sociedad.
R. De acuerdo, pero ¿quién provoca esa fisura? Tras el atentado de Charlie Hebdo la comunidad musulmana dijo que no tenía nada que ver y que no era asunto suyo en lugar de responder que lucharían contra ello con los demás. Después de los ataques del 13 de noviembre, en los que hubo víctimas musulmanas, la reacción fue distinta y fue mas clara tras el atentado de Niza. Hubo una reacción por parte de gente que rechaza la presión islamista. Ocurrió algo importante: reaccionaron franceses musulmanes muy republicanos. Muchas mujeres musulmanas que ya no pueden escribir libros ni manifestarse en internet dijeron que ya está bien, que son francesas como las otras y deben beneficiarse de los mismos derechos. Todo ello me parece positivo.
P. Desde el exterior no se comprende bien la posición de Francia sobre la laicidad.
R. El 10% de la población francesa es musulmana. No hay ningún otro país europeo con esta proporción. Durante cuarenta años hemos disfrutado de una cohabitación sin problemas y ni se esgrimía la ley de la laicidad de 1905 ni el velo. Se podía hacer el ramadán o no y las mujeres podían vestir faldas o no. Hay que entender qué ha pasado en los últimos veinte años.
P. ¿Cuál es la fuerza de la laicidad francesa?
R. Nos permite vivir juntos y no separar comunidades. La laicidad es una cierta discreción, evitar la ostentación. En Francia todo el mundo puede practicar su religión y compartir nuestros valores. El comunitarismo anglosajón es diferente. Ahí las comunidades viven unas al lado de otras sin compartir lo que hay en común. La República francesa es una e indivisible.
P. Pero en el Reino Unido el modelo funciona. Mire al alcalde de Londres, un musulmán.
R. Pero eso aquí también es posible y no molestaría a nadie que el alcalde de París fuera musulmán. Pero el hecho de que el de Londres sea favorable al matrimonio homosexual es la prueba de que comparte los mismos valores.
P. Dice usted que Francia ha fracasado en su política de integración. ¿Cuándo empezó a fallar y por qué?
R. La primera generación de magrebíes que llegó a partir de los años 60 fue bien recibida. Se adaptó a las leyes y los valores de Francia. La segunda generación es más agresiva contra el modelo francés. En los barrios se ha producido un encierro en sí mismos que no me explico. Francia ha fracasado en la integración social y económica, eso es seguro, pero las responsabilidades son compartidas. No se ha afrontado el problema a tiempo y ahora hay un riesgo de separatismo, incluso de secesión y hablo con conocimiento de causa porque tengo mucha relación con todos esos barrios marginales. Son los territorios perdidos de la República, aunque espero que sean recuperables.
P. ¿Cómo?
R. Confío en la rebelión de las mujeres que no quieren seguir sometidas a los dictados de los predicadores. Son muy valientes. No ponerse el velo en Sévran [localidad del extrarradio de París], donde el 80% de las mujeres lo llevan, es un desafío sagrado. Habría que otorgarles la Legión de Honor, como dice la presidenta de la asociación Brigada de Madres. Imagínense pretender otras cosas…
P. ¿La situación de las musulmanas es peor que hace veinte años?
R. Mucho peor. El pañuelo de las magrebíes nunca fue un problema. Era una tradición y no un estandarte religioso. Ahora es un uniforme político-religioso y la vida de la que no lo usa es un infierno, aunque algunas sin duda lo lleven voluntariamente.
P. ¿Cómo se vive en Francia siendo musulmán ante el aumento de la islamofobia?
R. Mal. Pero ellos están reaccionando porque no quieren ser instrumentalizados por los extremistas; especialmente las mujeres. Está ocurriendo algo que no pasaba hace seis meses. Son profesores, gente con estudios o sin ellos que dicen ya está bien. Hay una quincena de libros publicados en este tiempo con ese planteamiento. Son las mujeres las primeras víctimas. Como madres, educan solas a sus hijos, afrontan solas el terror de que sus hijos flirteen con el ISIS [Estado Islámico]. Está naciendo un movimiento nuevo.
P. ¿Cuál es el error de la política francesa?
R. La negación de la realidad. Nunca se insistirá suficientemente sobre hasta qué punto la negación de los políticos republicanos ha alimentado al Frente Nacional. Esa negación ha sido letal.
P. Dice usted que hay que ser valiente para ser calificado de islamófobo.
R. Cuando se defiende la República, que te traten de islamófoba no tiene importancia alguna. Es el arma de los islamistas porque es una condena ultrajante que cierra la boca a todo el mundo. Yo denuncio el islamismo y defiendo el Islam. Esa es la diferencia. Respeto el Islam que conocíamos, el Islam de la paz.
P. En Suiza se quiere prohibir el burka, una prenda que realmente no existe en ese país.
R. ¿Es normal ocultar la cara, que se reduzca a las mujeres al estado de las afganas? ¿Qué es eso? Se trata a las mujeres como perros.
P. El novelista Michel Houellebecq ha imaginado una Francia gobernada por un musulmán moderado en 2022. ¿Va a marcar nuestra época el retorno a la religión?
R. Es posible. Houellebecq tiene un inmenso talento para percibir lo que ocurre en la sociedad y caricaturizarlo. Por lo demás, no estoy de acuerdo con sus opiniones. La laicidad será nuestra arma republicana para luchar contra el retorno de lo religioso y contra el retorno del fanatismo.