En el reciente Acuerdo de gobernabilidad entre PSOE y la plataforma política SUMAR, se abandona todo atisbo de poder construir un Estado laico. Incluso de dar pequeños pasos a favor de la laicidad institucional.
Durante la XIV legislatura NO se dio ningún avance a favor de la laicidad de las instituciones del Estado, es decir de construir el Estado laico. Y eso que en el Congreso había una mayoría de escaños de centro izquierda. Evidentemente, a la vista del indecente (en materia de laicidad) acuerdo entre PSOE y Sumar, si llegan a constituir un nuevo gobierno, en esta XV legislatura que comienza a caminar, la situación será idéntica.
Recuerdo, que entre los muchos artículos que he escrito sobre esta materia, hace unos meses publiqué uno con el siguiente título: “Hasta que las ranas críen pelo”, haciendo hincapié en que la derecha política (incluida la nacionalista) lo tiene muy claro: –De laicidad, nada de nada. Y la (supuesta) “progresía” política, aunque no lo diga, lo hace: –Nada de nada sobre LAICIDAD. Lo acaba de demostrar este acuerdo PSOE-Sumar recién firmado. En las 230 medidas y 48 páginas del documento dado a conocer NO aparece nada. Salvo la palabra “laicismo” una sola vez y vergonzosamente para ratificar lo que ya dice la confesional y privatizadora LOMLOE, “que la nota de religión no contará para la evaluación final del alumnado que de religión”. Tema ya establecido.
“Cero patatero” en materia de laicidad
Era previsible y no es nada nuevo, conocidos los “mimbres” políticos de los dirigentes del PSOE y de las personas y grupos políticos que conforman SUMAR
Nada se dice de promover una “ley de libertad de conciencia”, tan necesaria y demandada, para poder arrinconar la actual y vetusta ley de libertad religiosa de 1980; nada de cancelar/derogar (o incluso – que menos que reactualizar) el Concordato de 1979; nada de sacar la religión de la escuela y de no financiar, por parte del Estado, los centros educativos dogmático-confesionales; nada de revertir las vergonzosas in-matriculaciones, mediante una ley en el parlamento y de la modificación de la actual ley de patrimonio histórico artístico; nada de eliminar las capellanías católicas en el ejército, centros penitenciarios u hospitales; nada sobre eliminar la casilla en el IRPF de financiación de la Iglesia católica; nada de eliminar las innumerables exenciones de impuestos a la Iglesia católica; nada de derribar el símbolo nacional-católico por excelencia: el mamotreto-cruz de 150 metros de altura de Cuelgamuros (sólo una alusión a una “reinterpretación” memorística del monumento)… salvo error, nada de derogar el delito de blasfemia…
En suma, el acuerdo NO contempla la construcción del Estado laico. Ni siquiera pequeños pasos. Y lo grave es que NO es un olvido: Está hecho a conciencia.
Para la política, la laicidad institucional es un incomodo estorbo
La laicidad institucional NO es una prioridad. Más bien es un estorbo y -además- de vez en cuando se “dan ciertos pasitos hacia atrás”, por un desmedido y erróneo afán multi-confesional y por una fantasiosa propuesta supuestamente “progre”, denominada laicidad positiva.
No se puede concebir una democracia plena sin laicidad institucional. El laicismo, es decir la lucha por un Estado laico en el marco de una sociedad plural, tiene un alto componente de ideología republicana.
Queda muy claro -a la vista de los hechos- que los avances en esta materia se demoran porque la democracia que actualmente padecemos es heredera del nacional-catolicismo monárquico (de La Cruzada del 36…), apuntalado por todos los partidos políticos, si excepción.
Laicismo es sinónimo de democracia, quien no entienda esto, no es demócrata.
Separar el Estado de las religiones e ideologías particulares debería ser una prioridad, quien no entienda esto, no es demócrata… por mucho que se autodenominen de izquierdas, liberales, socialistas, comunistas o socialdemócratas.