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La izquierda valenciana suspende en laicismo · por Eugenio Piñero

Ser «de izquierdas» no es una cualidad con la que se nace. No es una esencia platónica permanente e inalterable que resida en el mundo de las ideas. Las personas y los partidos políticos hacen propuestas, toman decisiones y actúan. Y según actúen se les podrá calificar «de izquierdas». Un partido político se gana la calificación «de izquierdas» cuando combate las desigualdades, lucha contra los privilegios, y defiende los derechos y la libertad, incluyendo la libertad de conciencia.

Los partidos valencianos «de izquierdas» han defendido la igualdad de género, el derecho a la diversidad afectivo-sexual y el derecho a decidir por uno mismo. Pero cuando se trata de combatir los privilegios de la Iglesia y otras confesiones, cuando hay que defender la libertad de conciencia, y la consiguiente laicidad de las instituciones públicas, estos partidos miran para otro lado o, peor todavía, consolidan todavía más los privilegios que ya ostentan.

Algunos ejemplos. El gobierno valenciano consiguió, no sin esfuerzo y a pesar del rechazo de muchas asociaciones civiles, que se impartieran otras confesiones religiosas en las escuelas valencianas, además de la católica. Otro, el gobierno valenciano no ha hecho nada para recuperar el patrimonio del que se ha apropiado la Iglesia católica apoyándose en el privilegio inmoral de la inmatriculación, otorgado por el gobierno de España. La Iglesia se ha quedado con el Micalet con solo decir que es suyo, a pesar de las pruebas que indican que es de la ciudadanía valenciana. Pero ni Ayuntamiento ni Consellerias han hecho el más mínimo esfuerzo para reclamarlo para la ciudad de Valencia (como sí han hecho en Navarra, por ejemplo). Lo último, la televisión pública À punt emitirá misas católicas y espacios religiosos a partir del próximo mes, aniquilando así la posibilidad de una televisión pública valenciana aconfesional. Nada ha importado que la sociedad valenciana se esté secularizando a buen ritmo, que haya disminuido considerablemente el número de asistentes a misa; de nada ha servido saber que la Iglesia Católica cuenta con cadenas de radio y televisión propias en las que se emiten a toda hora programas religiosos, incluidas misas, que cualquiera puede sintonizar. De nada ha servido el informe desfavorable del Consejo Ciudadano, formado por asociaciones civiles, que no ve con buenos ojos la emisión de las misas en el ente público, precisamente porque viola el principio democrático de laicidad de las instituciones públicas.

En fin, la laicidad de las instituciones es un valor esencial de la democracia y garantiza la libertad de conciencia. Pero por su manera de actuar parece que los partidos que se hacen llamar «de izquierdas» no lo han entendido. Y una de dos, que dejen de autodenominarse así, o que aprendan bien qué es el laicismo y su importancia para las sociedades democráticas. Si es lo segundo, que no escatimen esfuerzo en el estudio, porque si el laicismo fuese una asignatura y la nota la tuviéramos que poner ya, los partidos del gobierno obtendrían un clamoroso suspenso, en conceptos, en procedimientos y en actitud.

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