Después de tanto reformismo, de tanto neoliberalismo, de tanta renuncia, al ejercicio universal de derechos individuales, hecha a los católicos y musulmanes, dos ideologías totalitarias, después de la caída del MURO, finalizada la Guerra Fría e institucionalizada y burocratizada la izquierda, como profetizaron Bakunin y Trotsky, excepción hecha de los anarquistas, muerto el pensamiento crítico y triunfante la posmodernidad religiosa, las izquierdas marxistas, socialistas y comunistas, están ideológicamente desarmadas. Han sido, ideológicamente, derrotadas.
En 1959, la socialdemocracia alemana, acostumbrada a perder identidad ideológica progresista desde el fin de la Iª Guerra Mundial, celebró un congreso en Bad Godesberg, donde renunció a la identidad ideológica progresista, sustituyéndola por una ideología interclasista y cristiana con el objetivo de tener más electores. Por la derecha, claro. Fue un triunfo de las tesis hegelianas en defensa de un Estado interclasista en el que quedaba diluida la lucha de clases. Porque la socialdemocracia es, antes que nada, estatalista y alemana.
El resultado de esta pérdida de identidad ideológica al girar a la derecha fue que desaparecieron los intelectuales, como analistas críticos y su lugar fue ocupado por los burócratas y posibilistas acomodaticios, se quedaron sin ideología y no consiguieron el objetivo de tener más votos por la derecha. Con el tiempo los irían perdiendo por la izquierda, especialmente por los movimientos juveniles y sociales. Así que el acordeón en lugar de expandirse se fue comprimiendo sobre sí misma.
Ya Carrillo, en el giro de vals que se vio obligado a dar cuando, en 1956, el XX Congreso del PCUS aprobó la política de “coexistencia pacífica” entre el capitalismo y el socialismo, proclamó la política de “reconciliación nacional”, su equivalente nacional. El anticlericalismo, el republicanismo y el ateísmo como señas ilustradas de identidad de la izquierda, del marxismo y del anarquismo, desaparecieron del lenguaje comunista. Por arte de magia. Curiosamente, también desaparecieron los intelectuales del Partido Comunista dirigido, hoy, por burócratas posibilistas. La Iglesia, el clero, pasó a ser aliada del comunismo.
Pero no fue el PCE el que instrumentalizó al clero, sino al revés. La Jerarquía, comprometida con el franquismo, piedra fundamental de sus Estado, tenía miedo. Y de la renuncia del PCE sacó el mejor partido. Consolidó su posición en lugar de rendir cuentas. Del socialismo de los Felipe y Guerra, nada que añadir. No fue una victoria del comunismo, sino de la Iglesia que hoy sigue tomando posiciones en el Estado y en la enseñanza, la sanidad y el urbanismo, mediante el catolicismo político, inventado en el siglo XIX para combatir desde el liberalismo las libertades y derechos individuales.
El eurocomunismo, que para justificarlo intelectualmente se sacaron a Gramsci de la manga, porque planteaba la necesidad de conquistar a las masas pacíficamente mediante una lucha ideológica que debería llevarlos a hasta la hegemonía ideológica/cultural en competencia con la ideología cristiana, dominante en Europa, fue el entierro del comunismo. Porque pretendían combatir la ideología cristiana con los valores cristianos, no con los progresistas. que llevaban a un enfrentamiento con el cristianismo que querían evitar.
Resultado de esta política: el PCE, como el PSOE, en proceso de desaparición y debilitamiento electoral. No han ganado votantes. Los siguen perdiendo y se han estancado, social, electoral e ideológicamente. El lugar de los intelectuales críticos ha sido ocupado por los contables y administradores. Los hacedores de fortunas propias y ajenas. Los curas son sus consejeros morales. La moral católica su ideología. Basta con preguntarles y te dirán que son católicos o que creen en dios. Qué más da.
Dónde quedaron los ideales ilustrados y progresistas: el materialismo, el anticlericalismo, el ateísmo, el republicanismo, el pensamiento crítico, la escuela de Frankfurt… Porque, cómo pueden desaparecer estos valores, si sus enemigos son los mismos y, después de la derrotada de los totalitarismos, se han reorganizado y fortalecido: la Iglesia católica, las iglesias cristianas y el Islam. Que hoy, en Europa, es un enemigo ideológico más. Los enemigos no son los ciudadanos que procesan esas ideologías. Los enemigos son las ideologías totalitarias religiosas que someten y esclavizan moralmente a esos ciudadanos. Porque pierden la condición de ciudadanos libres cuando se transforman en súbditos de esas ideologías.
Deben los partidos tradicionales de izquierdas sustituir los valores ilustrados/progresistas por los valores cristianos para tener más votantes o deben ejercer la crítica contra toda ideología totalitaria, por muy religiosa que sea? No debe el pensamiento crítico ocupar el lugar del pensamiento religioso? Como ya ocurrió en el Renacimiento y siglos posteriores.
Qué valores, qué moral, contienen las ideologías religiosas. El sistema religioso católico y cristiano tiene los siguientes valores: fomentan la humildad, la obediencia, el sufrimiento, el sacrifico. Una especie de relación sadomasoquista con la autoridad política-religiosa. Se es feliz en el sufrimiento. Se alcanza la gloria en el martirio. La vida sólo tiene sentido en la muerte porque tras ella se alcanza la inmortalidad y la gloria. O sea que hay que morirse para dar sentido a la vida.
Somete el pensamiento científico a la escolástica; la ciencia a la fe; la libertad a la sumisión; el placer a la castidad. El estado de perfección es la ausencia de placer. La libertad se consigue en la obediencia a la doctrina. Nunca en el ejercicio de los derechos individuales. Condenados, desde sus orígenes hasta hoy, por todos los papas sin excepción.
Condenan los derechos individuales. Ni católicos ni musulmanes los firmaron cuando fueron proclamados en 1948. Hoy, peyorativamente, dicen los católicos que los derechos individuales son la “ideología de la democracia”. Y tienen razón, sólo que al diferenciar democracia electoral o proceso de participación en la elección de los gobernantes, de la proclamación de derechos individuales, la ideología de la democracia, al mismo tiempo que el clero simpatiza con ese proceso electoral, condena, sin contemplaciones, los derechos individuales.
Todo lo que estoy diciendo lo pueden encontrar en las siguientes encíclicas, y no las voy a citar todas: todas las del siglo XIX, empezando por Pío VI, condenando la declaración de derechos de la revolución francesa y continuando por la “Mirari vos” de Gregorio XVI, la “Quanta cura” de Pío IX, las Humanum genus, Cum multa, Inmortale dei, Quod apostolici muneris, Rerum novarum, Diuturnum illud…de León XIII, la Pascendi de Pío XI, las “Divini redemptoris y Cuadragesimo anno de Pío XI, la Humani generis de Pío XII… y la Centessimus annus de Juan Pablo II, donde se habla con precisión de los derechos humanos como ideología de la democracia que debe ser combatida por la moral católica.
Sobre esta argumentación invita a la lectura de un artículo del jesuita Alejandro Llano, “Claves filosóficas sobre el actual debate cultural”, publicado en el nº 4 de la revista Humanitas, donde hace una delirante distinción entre democracia electoral y derechos humanos, ideología de la democracia. Para justificar, invocando a este papa, la lucha contra las libertades. Eso sí, lo hace en nombre de la libertad religiosa que, por lo visto, la poseen la Iglesia como corporación, y los gobernantes políticos de las dictaduras musulmanas. No los individuos. Que son los únicos sujetos de derechos individuales y las libertades, como la religiosa, es un derecho individual no corporativo, estatal o institucional.
Pues bien, en este delirante artículo dice este jesuita: “La más notoria de esas consecuencias es la que se podría llamar “ideología democrática”, que poco o nada tiene que ver – más bien todo lo contrario- con la promoción y defensa de la democracia política. Tanto en la encíclica Centesimus annus como en la Veritatis splendor se denuncia la alianza entre democracia política y relativismo ético como una de las principales causas del deterioro moral de las sociedades de nuestro entorno. Se trata de la ideología del individualismo radical, que ya hace años Martin Kriele señaló como el constructo teórico-práctico dominante en los países del capitalismo avanzado. (Cabría, por cierto, recordar ahora a John Henry Newmann, cuando resumió toda su labor intelectual como una lucha contra el liberalismo, en cuanto indiferentismo social en materia de religión).
Para lo que aquí nos interesa, el punto álgido de la cuestión es el siguiente: parece que en una sociedad democrática – pluralista y configurada por los grandes medios de comunicación colectiva- no es posible defender la vigencia pública de unos principios morales sustantivos y permanentes. Y ello, por una fundamental razón: porque los ciudadanos no están de acuerdo en ningún ideal de la vida buena, de manera que imponerles uno de ellos iría en contra de la libertad individual de pensamiento y expresión, que es el quicio mismo del sistema democrático.”
Bien, resumiendo, el catolicismo y el islamismo condenan: la igualdad de género, el feminismo, la homosexualidad, el aborto, los anticonceptivos, la libertad de conciencia, la libertad de prensa, la libertad, de difusión y expresión, moral y religiosa (¡ojo! que allí donde han gobernado han perseguido a las otras religiones), la libertad sindical, la lucha de clases, el materialismo, el psicoanálisis freudiano, el socialismo y la propiedad colectiva, el pensamiento crítico y científico, la libertad sexual, la libertad de vestirse y de comer lo que cada uno quiera…etc. Puede, nadie que sea de izquierdas identificarse con estos valores?