No olvidemos que, estos profesores, para ocupar sus cargos en las escuelas, no están obligados a llevar a cabo ningún tipo de dura y pública convocatoria (Oposiciones), como ocurre con el resto de los que imparten cualquier otra materia, si no que, será la sola evaluación de la Iglesia la que los haga merecedores de tal puesto. En esa valoración tendrán en cuenta los conocimientos acerca de la religión que van a impartir; pero es la idoneidad del perfil que se ajuste a esa doctrina, el punto más importante para su nombramiento, su coherencia con los dogmas que van a difundir y el ejemplo de vida que dan a los que pretenden adoctrinar.
Es por ello que no comparto la sorpresa de la sociedad y de los medios de comunicación con el dictamen del Tribunal Constitucional, su opinión ha sido totalmente coherente, lo que no lo es, es la persistencia de la prepotencia y el dominio que la iglesia católica sigue ejerciendo en nuestro país “aconfesional” en pleno siglo XXI. Es inadmisible que en la sociedad multicultural en la que estamos, una jerarquía religiosa, sea del signo que sea, dictamine la capacitación de unos profesores, imponiéndolos en unos claustros donde pasan a ser miembros de pleno derecho junto al resto de profesores, para quienes, en muchos casos, les han supuesto años de duros exámenes y más de una presentación a las convocatorias públicas.
Por tanto, no hay ninguna contradicción en el dictamen del TC si no en la permanencia de la religión dentro de las escuelas, es muy respetable que la Iglesia, del mismo modo absolutista que elige a sus profesores, decida cuando prescinde de ellos, lo absurdo es que, como en los mejores tiempos del franquismo, nos sigan imponiendo sus reglas a todos los ciudadanos, creando el caos actual que el propio Rouco Varela se atreve a denunciar llamándole “calvario”…¿para quién? me pregunto yo; son ellos los únicos culpables, junto con el Gobierno que lo permite. La religión es una opción personal que ha de impartirse en el ámbito propio de las iglesias, en las parroquias, en las mezquitas o las sinagogas, dejando a las escuelas cumplir libremente con el valioso deber que les incumbe: impartir conocimiento, capacidad de raciocinio, de investigación y de comprensión a sus alumnos, dentro de unos valores éticos basados en derechos humanos, paz, igualdad, solidaridad y libertad. Unos principios universales que no son patrimonio de ningún fundamentalismo ni religioso ni político.
Pilar Trejo Martín, socióloga y miembro de Europa Laica y de la Asociación Laica de Rivas Vaciamadrid