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Hace unas semanas, en una población de la comarca norte de Jaén visité un auditorio municipal denominado Casa de la Ilustración. Dentro del mismo se encuentran cuadros y explicaciones sobre los personajes homenajeados por el propio edificio.
La Casa de la Ilustración pretende explicar a la población y a los visitantes un periodo de la historia española que se resume según el propio cronista local “Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Historia de España va a contemplar cómo el espíritu reformador de la Corte de Carlos III alumbrará lo que conocemos como el mejor espíritu de La Ilustración. La pasión de «verlo todo claro» y la manifiesta oposición de los hijos del siglo XVIII a soportar el misterio y el oscurantismo, las supersticiones y las supercherías, darán a esta centuria el apelativo de Siglo de las Luces, fenómeno éste que no será privativo de los ilustrados españoles, sino que habría de calar en los eclairés franceses, en los intelectuales germanos de la Aufklárung, o en los británicos del Enlightenment. Europa y América van a verse inmersas en la fiebre innovadora.”
El auditorio municipal, como no podía ser de otra forma, fue construido gracias al ayuntamiento y a fondos de otras entidades públicas e inaugurado en la reciente fecha de Marzo de 2023.
En la entrada del local aparecía, también con el escudo y colaboración oficial del ayuntamiento, un cartel que anunciaba “ Semana de Evangelización” de la Iglesia Evangélica de de Filadelfia con el mensaje “ porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda , mas tenga vida eterna”.
Salta a la vista la posible contradicción entre la oposición de los hijos del siglo XVII a soportar el misterio y oscurantismo, las supersticiones y supercherías y los hijos del siglo XXI que son animados con la colaboración del ayuntamiento a una semana de evangelización.
Y es que las administraciones públicas del siglo XXI, especialmente los municipios, están siempre o promocionando con dinero público y / o asistiendo con bastón de mando a manifestaciones de los diversos credos religiosos. Cuanto menos minoritarias sean, más favores públicos pagados con el dinero de todos. Así, a las procesiones católicas nuestros alcaldes y alcaldesas van presidiendo el cortejo, a los actos de la Iglesia de Filadelfia, se las paga el cartel y se les cede locales o espacios municipales, algunos votos pillarán pensará el partido gobernante.
El caso, es que ahora parece que algunos políticos de la derecha extrema y la extrema derecha han descubierto que quizá no dejando utilizar espacios públicos a una determinada confesión religiosa, lo mismo hasta obtienen más votos. Es el caso del PP y el partido con nombre de marca de diccionario en Jumilla. Sabemos que esta gente si se hubiera criado en una sociedad de mayoría musulmana, no se considerarían católicos y seguramente practicarían una versión del Islam extremista, al fin y al cabo son reaccionarios patriotas. También sabemos que en una turba de neonazis como la que hubo en Torrepacheco, el concejal del partido con nombre de marca de diccionario de Jumilla probablemente hubiera sido apaleado confundido, por su tez, su barba y nariz con un inmigrante magrebí.
Nunca se ha destacado la derecha española por practicar los credos menos minoritarios de la península, excepto, eso si, su cuota sionista, que infecta a todas las organizaciones, (de derechas, izquierdas, mediopensiostas, apartidistas o apolíticas) o al menos lo intenta, para justificar el exterminio de la población Palestina.
También sabemos, que cuando se vaya a celebra este otoño alguna fiesta de Halloween en un recinto municipal, difícilmente ningún edil se va a oponer por no ser tradicional del pueblo. Vivo en un sitio en el que desde su segunda edición se considera “tradicional” una semana santa chica compuesta por procesiones católicas de niños y niñas que recorren calles históricas engalanadas con barras que sirven alcohol desde el mediodía hasta altas horas. Lo del Halloween ya va para varias décadas pero todavía le falta un poco para ser “tradicional”, quizá que sea organizado por alguna cofradía católica.
La bandera del laicismo esta muy lejos en este siglo XXI pese a los precedentes como el denominado siglo de las luces, la obscuridad de los credos y el aprovechamiento partidista de los mismos está cada vez más presente.
Pero, ni nosotros ni nosotras somos Carlos III, ni déspotas ilustrados ni tenemos bastón de mando en los ayuntamientos y en esto de la laicidad, como en todo lo importante, sólo el pueblo salva al pueblo.
Arturo Gómez Fernández
