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Convento del Carmen en Medina de Rioseco.

La Iglesia vacía: el cierre de decenas de monasterios y conventos azota Castilla y León

Desde hace algo más de un año el municipio de Villafrechós, en Valladolid, está más silencioso. Dejaron de sonar las campanas de su Real Monasterio de Santa Clara que habían tocado puntuales cada día desde 1406. El cierre le ha restado 5 habitantes a este pueblo de apenas 460 vecinos. Esas últimas 5 religiosas de avanzada edad echaron el cerrojo a siglos de presencia en el municipio custodiando un vasto inmueble y un rico patrimonio artístico. “Se ha notado y mucho. Era un aliciente más del pueblo. Cuando estaban las monjas tocaban a la hora de misa y a la hora de la comida y esas campanas han dejado de sonar ya”, explica a El Confidencial Miguel Ángel Gómez Vaquero, alcalde de Villafrechós. Para los pequeños pueblos del mundo rural perder sus conventos supone sumar otra derrota en su batalla por la supervivencia.

El Real Monasterio de Santa Clara de Villafrechós es solo un ejemplo de la otra despoblación, la que está sufriendo la Iglesia por la falta de vocaciones y la avanzada edad de los religiosos que aun habitan conventos y monasterios. Muy cerca de allí está Medina de Rioseco. Una villa de una espectacular riqueza patrimonial que llegó a tener hasta nueve conventos a lo largo de los siglos. Ninguno continúa activo.

Real Monasterio de Santa Clara de Villafrechós.

La mayor parte de cenobios se mueren en esta otra despoblación que también se ceba con Castilla y León, que por su extensión y su historia, acumula una lista casi inabarcable de conventos cerrados sobre los que amenaza el abandono que puede suponer la pérdida irreparable del patrimonio. Tan solo en la última década habrían cesado en su actividad al menos 32 conventos y monasterios en toda la comunidad autónoma. Un listado impreciso porque cada congregación va tomando sus decisiones de cierre o reagrupación de miembros sin la obligación de tener que dar conocimiento a los distintos obispados.

Los últimos datos de la Conferencia Española de Religiosos (Confer) recogen que en 2022 hay en España 35.507 religiosos adscritos a 408 congregaciones masculinas y femeninas. A pesar de todos los cierres de monasterios y conventos Castilla y León se sigue situando en la tercera posición en número de religiosos por autonomías, con 4.700, solo por detrás de Madrid (7.074) y Andalucía (4.933). Y la provincia de Soria también está en el epicentro de esta otra despoblación. La Diócesis de Soria – Osma mantendría solo 71 personas entregadas a la vida consagrada según el informe de Confer. Sin embargo los datos vuelven a aparecer confusos porque fuentes de la propia Diócesis de Soria – Osma cifran sus religiosos en 117 repartidos en 6 monasterios. Hace veinte años el número ascendía hasta la decena. Uno de los últimos cierres se produjo en el 2021 con el abandono del Monasterio de la Concepción de Berlanga de Duero.

Real Monasterio de Santa Clara de Villafrechós.

“Principalmente estamos hablando de conventos femeninos porque ya en España se produjo un proceso desclaustrador previo a la desamortización en el siglo XIX que afectó mayoritariamente a los conventos y monasterios masculinos. Siempre ha habido movimientos, aperturas y cierres de conventos. Lo que ocurre es que actualmente la reducción de las vocaciones y de una población religiosa cada vez más anciana lo están convirtiendo casi en una plaga”, explica Javier Burrieza, historiador de la Universidad de Valladolid. “Para la Iglesia este fenómeno supone un cambio de rumbo tras siglos de existencia de la vida contemplativa que tiene la labor de ser un alma. Desde el punto de vista histórico también es una pérdida de instituciones históricas de siglos y eso nunca es positivo para una sociedad. Y desde el punto de vista del patrimonio es un auténtico desastre ante el cual hay veces que se está actuando bien, otras regular y otras muy mal”.

Sin un «plan» para evitar la ruina

La mayoría de los conventos y monasterios son edificios históricos de gran valor y que además guardan en su interior numerosas obras de arte y documentación. Por este motivo cada cierre supone un reto para el municipio donde se produce. En primer lugar, pierde un atractivo turístico lo que puede resultar un grave problema para pueblos que no disponen de demasiado que ofrecer al visitante. Después aparece el desafío para la Iglesia, las congregaciones y las administraciones de buscar un modo para que un inmueble antiguo y deshabitado no acabe convirtiéndose en una ruina con la que se pierda para siempre parte de la historia de la zona.

Convento del Carmen en Medina de Rioseco.

En Villafrechós el ayuntamiento trabaja desde que se cerró el Real Monasterio de Santa Clara en cómo protegerlo del abandono. Su alcalde explica la singularidad de este edificio por ser el segundo edificio construido en tapial más alto de Europa: “a día de hoy está en perfectas condiciones porque las monjas estaban de obras todos los días y lo mantenían, pero ahora lo que pensamos es que si ahí ya no vive nadie, no se usa para nada y no se hacen obras pues al final va a ser un montón de tierra de una hectárea en mitad del pueblo”. A Miguel Ángel Gómez le gustaría que cedieran el monasterio al ayuntamiento “para mantenerlo porque aunque no sea del pueblo es patrimonio del pueblo” aunque reconoce que desde el cierre aún se ha hablado con la congregación para “ver qué es lo que ellas tienen en mente”.

La dispersión en la titularidad de los conventos y monasterios que se van cerrando es un verdadero problema. En las administraciones locales y autonómicas no existe un plan o una hoja de ruta establecida para esta situación por lo que la manera de afrontarla es variopinta y para los historiadores peligra todo el patrimonio artístico y cultural que acumulaban los cenobios. Según Javier Burrieza, “está llevando a una dispersión del patrimonio conventual y a una descontextualización del mismo” llevando las obras o los archivos fuera del municipio. “Las órdenes religiosas, las diócesis, las administraciones públicas y las instituciones académicas deberían hacer un esfuerzo de reunión y establecer un plan”, subraya el historiador de la Universidad de Valladolid.

Soluciones innovadoras

La despoblación de religiosos afecta por igual a las ciudades que al mundo rural. Tan solo en Valladolid capital se han cerrado 4 conventos en los últimos años según datos facilitados por la Archidiócesis de Valladolid. Un problema que también sufre Segovia. La ciudad Patrimonio de la Humanidad veía cómo se abandonaba este mismo año uno de sus monasterios más emblemáticos: el de San Vicente el Real. Se unía a San Antonio el Real o las Juaninas, que también echaron el cierre últimamente, y esta situación ha provocado que el Ayuntamiento de Segovia mueva ficha. Su apuesta es porque se mantengan “vivos” dejando de tener uso religioso. Para ello ha aprobado una modificación del Plan Especial de Áreas Históricas de Segovia para permitir otros usos como el cultural, educativo, asistencial o hotelero. La alcaldesa de Segovia, Clara Martín, considera que esta medida ayuda al mantenimiento de estos inmuebles flexibilizando su uso siempre que se garantice la conservación de sus valores patrimoniales.

Convento del Carmen en Medina de Rioseco.

El cambio de uso, como espacios hoteleros o culturales, ha sido la que han encontrado muchos ayuntamientos para evitar el deterioro de los conventos cerrados. En Tordesillas, Valladolid, el Monasterio de Cristo Rey quedó vacío en 2010 y el consistorio lo ha convertido recientemente en un auditorio. Sin embargo, no es la solución idónea para los expertos e historiadores porque aunque se mantenga el edificio se pierde su aportación histórica a la comunidad. “Esto es algo que es muy serio, hablamos de un patrimonio que define las ciudades. Por ejemplo si vas a Toro (Zamora) es una ciudad conventual. Si cierran esos conventos es una pérdida de identidad histórica”, argumenta Burrieza que apuesta por una musealización de los conventos cerrados para no perder patrimonio en los municipios y ganar recursos turísticos. “Además del edificio y las obras de arte hay una cenicienta que son los archivos conventuales. Hay que intentar evitar la salida de los archivos conventuales de las propias localidades y las propias provincias porque un convento es lo que es por su relación con esa localidad”.

En esta línea también hay experiencias que muestran el camino que pueden seguir los muchos conventos abandonados desde hace años o los que inevitablemente tendrán que se cerrados próximamente. En la provincia de Salamanca han quedado deshabitados 8 conventos en apenas cinco años. Y para algunos de ellos se han concebido soluciones innovadoras. La más conocida es la del Convento de Santa Clara de la capital. Las últimas monjas se fueron en 2019 y entonces la Fundación de Las Edades del Hombre se encargó de realizar una musealización del mismo que permitiera mantener casi intacto y abierto al público el convento más antiguo de la capital charra fundado en el siglo XIII. Alberga ahora el Museo de Pintura Medieval de Salamanca y además se visita la iglesia y una gran colección de objetos relacionados con la vida monacal. En opinión de Javier Burrieza este museo supone “una explicación didáctica y una visita muy interesante a los principales espacios del convento. Ojalá eso se pudiese hacer en muchos otros”.

Convento de Santa Clara de Medina de Rioseco.

Otra solución para que el convento pudiera seguir siendo visitable la tomaron en Alba de Tormes. Su comunidad de frailes carmelitas se unió a la de Salamanca y se trasladó a la capital charra. Sin embargo, que no habiten los viejos muros no ha implicado el cierre y deterioro del edificio. Los frailes acuden todos los días hasta Alba de Tormes y se encargan de realizar visitas didácticas al convento.

La España de la Iglesia vacía avanza y es inevitable que los 735 monasterios activos en todo el país según la Conferencia Episcopal Española vayan viéndose mermados en número rápidamente. Son muchos los que resisten con comunidades minúsculas, de menos de una decena de religiosos, la mayoría de avanzada edad. Una falta de vocaciones y de relevo generacional que no ha podido ser compensada con la llegada de religiosos de otros países y que condena el futuro de estas cápsulas de historia y patrimonio que salpican desde hace siglos nuestros pueblos y ciudades.

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