El Cabildo de la ciudad andaluza amplía la presencia de imágenes cristianas en el interior del monumento y elabora un plan de gestión que incide en que el uso religioso del edificio “debe prevalecer” sobre cualquier otro
El visitante que antes de adentrarse en la mezquita-catedral de Córdoba decida pasear bajo las galerías porticadas que flanquean el Patio de los Naranjos se topará con representaciones en miniatura de pasos de Semana Santa. Justo en el acceso, comprobará que la segunda de las puertas del muro norte del monumento sigue desnuda de la celosía de madera que el Cabildo desmanteló en 2017 para que las imágenes de las cofradías —estas sí a tamaño real― pudieran entrar en el templo, pese a que el Tribunal Supremo ordenó restituirla en 2021. Ya en el interior, si sigue paralelo al muro oeste se sorprenderá con las figuras en bajo relieve que sobresalen en el altar dedicado al beato San Cristóbal, junto a la mezquita primitiva, y cuando contemple la quibla —donde se abre el mihrab―, su mirada tropezará con una estatua de San Juan de Ávila parapetada por cuadros de santos que cuelgan de uno de los elementos arquitectónicos que hacen únicos al monumento.