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La Iglesia española decide su futuro: obispos ultras y moderados se disputan la presidencia de la Conferencia Episcopal

Omella. Sanz. Cañizares. Iceta. Uno de estos cuatro hombres se convertirá este martes, salvo sorpresa mayúscula, en el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, sustituyendo al cardenal Blázquez. Durante la Asamblea Plenaria, la primera que apuesta por el ‘papel 0’, los obispos renovarán toda su cúpula en una elección que marcará el futuro de las relaciones Iglesia-Estado en España y de la propia institución en un país que, salvo por la ‘X’ de la Renta, cada vez tiene menos de católico.

¿Quién será el presidente de la Conferencia Episcopal? “Deberían ser las elecciones más sencillas desde los tiempos de Rouco Varela, pero nada más lejos de la realidad”, afirman varios obispos, apenas 48 horas antes de la primera votación de sondeo, que marcará las posibilidades reales de cada aspirante. Por estatutos, no hay campaña electoral ni candidatos de manera oficial, pero lo cierto es que desde hace semanas los valedores de unos u otros no paran de moverse.

Apoyo al Papa y negociación con el Gobierno

A día de hoy, el mejor colocado es el cardenal de Barcelona, Juan José Omella, sin duda uno de los hombres del papa Francisco en España. El purpurado, miembro de la Congregación de Obispos, es el obispo residencial español con mayor acceso al pontífice, y quien aglutina un mayor consenso en el episcopado de nuestro país.

Omella, con el apoyo de Osoro (el cardenal de Madrid está llamado a ejercer la tutela en el día a día de los contactos con el Gobierno, que ya se están produciendo en materia de migraciones, por ejemplo), se encuentra ante el cometido de llevar a la Conferencia Episcopal al grupo de episcopados que apoyen, sin fisuras, el actual pontificado. En un momento, además, en el que las relaciones Iglesia-Gobierno pasarán por una etapa de dificultad innegable para cualquier observador de la realidad: el pago del IBI, la resignificación del Valle de los Caídos, las inmatriculaciones, la reforma educativa y los cambios en la clase de Religión… son solo algunos de los puntos de posible conflicto.

La lógica episcopal llevaría a pensar que Omella será el elegido… pero el sector ultraconservador del episcopado, que conserva buena parte de su fuerza, volverá a dar la batalla. En esta ocasión, el candidato es el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, que cuenta con el apoyo del grupo de prelados afines a Rouco Varela. Los prelados más conservadores –más de una veintena– tratarán de influir en las elecciones y, si bien parece improbable que Sanz obtenga la presidencia, sí presionarán para que no sea Omella.

En esta tesitura, gana enteros la opción del cardenal Cañizares. El arzobispo de Valencia, que como afirmaba en una reciente entrevista no busca ser elegido, sí podría influir entre ambos sectores para alcanzar un candidato de consenso. En un caso extremo, incluso, podría asumir la presidencia –aunque nunca para cuatro años–. El purpurado valenciano, que se ha enfrentado en varias cartas pastorales al nuevo Gobierno, es paradójicamente reconocido por el PSOE (y por la propia Carmen Calvo) como un buen negociador, y posible aliado en cuestiones como la fiscalidad y, especialmente, la lucha por la acogida de los inmigrantes y refugiados.

Con todo, la opción con más posibilidades hasta la fecha sería un ‘ticket’ Omella-Cañizares, con un mayor protagonismo (así lo permiten los estatutos de la CEE, recientemente reformados) del Consejo de Cardenales, donde Osoro y Blázquez continuarían teniendo una influencia decisiva. De hecho, los cuatro cardenales menores de 80 años serían los responsables, junto al nuevo nuncio, Bernardito Auza, de llevar a cabo la ‘transición’ de la Iglesia española. Alrededor de un tercio de los actuales obispos –entre ellos casi todos los arzobispos– tendrán que ser relevados en dos años, y Roma quiere que este sea el momento para, al fin, acabar con la herencia dejada por décadas de obispos nombrados por Juan Pablo II y el cardenal Rouco.

La opción Iceta

¿Pero qué ocurre si ambos sectores se enrocan? Llegado el momento, podrían surgir algunas figuras de consenso, que en todo caso estarían llamadas a formar parte de la Comisión Ejecutiva, máximo órgano de decisión en la CEE entre plenarias. El hombre, en este caso, sería el obispo de Bilbao, Mario Iceta, que en los últimos meses ha multiplicado su presencia pública y moderado su posición en el interior del episcopado, y es visto como un hombre de futuro. En menor medida –ya serían rotundas sorpresas– los obispos de Getafe, Ginés García Beltrán; o Málaga, Jesús Catalá, también moderados.

Sea como fuere, el martes habrá nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. Con muchos interrogantes pendientes, tanto en lo político como en lo religioso, y poco margen de maniobra. Especialmente en un momento en el que avanza la laicidad y en el que la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un ente irrelevante para la sociedad española.


Blázquez se despide advirtiendo a su sucesor: “Las elecciones no son un reparto de poder”

Las elecciones no son un reparto de poder (…) no son oportunidad de acumular prestigio, sino ocasión para mostrar disponibilidad al servicio”. Ricardo Blázquez se fue como llegó, casi sin quererlo, en aquella ‘revuelta’ contra el omnímodo de poder de Rouco Varela en 2005, cuando aún era obispo de Bilbao. Sin hacer ruido, sin imponer, llamando a la colegialidad, y sin dar ninguna clave de quién será su sucesor.

Un ejemplo, tal vez, de lo que debería ser la Conferencia Episcopal, aunque es indispensable un liderazgo reconocido, tanto para dentro como en las relaciones con el poder político, social y económico de nuestro país. “¡Que seamos buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, poniéndola al servicio de los demás!”, fue el último legado del todavía presidente. “Somos conscientes de que, entre todos, con generoso reconocimiento mutuo, llevamos adelante solidariamente las tareas encomendadas”. ¿Será así en la CEE post-Blázquez?

Comunión con el Papa, escasez vocacional… y laicos

Arrancó su discurso el purpurado dando la bienvenida al Nuncio Auza, en su primera Plenaria como representante papal. “A través de Vd., querido señor nuncio, expresamos nuestra comunión con el papa y nuestra gratitud por su servicio a la Iglesia y a la humanidad”.

En un discurso que se centró, casi exclusivamente, en la explicación de los nuevos estatutos -y organigrama- de la Conferencia Episcopal, Blázquez sacó tiempo para admitir la falta de sacerdotes en la Iglesia española. “No queremos conformarnos con administrar la escasez; deseamos ser cauce de nuevas vocaciones a las que el Señor continúa invitando”, apuntó

Sobre el reciente Congreso de de Laicos, Blázquez destacó su “ambiente gozoso y alentador”, y lanzó una mirada esperanzada al futuro. “Hemos podido constatar con sorpresa la riqueza y vitalidad que, en medio de la fragilidad, existe en nuestra Iglesia. «Pueblo de Dios en salida» es pueblo enviado por el Señor. Todos, compartiendo la misma fe y disponibilidad apostólica, hemos experimentado el gozo de la fraternidad de laicos, consagrados, presbíteros y obispos”, en una “necesidad recíproca”. Una nueva llamada a la responsabilidad compartida. ¿Se visibilizará después de esta Plenaria? Veremos.

Plenaria de la Conferencia Episcopal

Plenaria de la Conferencia Episcopal

Los estatutos, “a tiempo” para las elecciones

Respecto a la ‘parte del león’ del discurso, la reforma de los estatutos, Blázquez destacó que “ha sido realmente una obra de ‘conferencia’, de sinodalidad, de comunión en el ministerio episcopal”, y mostró su alegría por que “la reforma, después del itinerario cubierto, haya llegado a tiempo” y se aplique en estas elecciones a la Presidencia y cargos de la CEE.

En la base de la reforma, un menor presidencialismo y una mayor responsabilidad para todas las diócesis. “Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera”, dijo Blázquez, citando la Evangelii gaudium. Y es que, subrayó, “las conferencias episcopales deben ser revisadas para ser cauce más eficaz de evangelización. La renovación es para la misión, ya que la Iglesia ha sido convocada para ser enviada. El faro del Evangelio debe guiar nuestra nave al puerto”.

Al tiempo, el cardenal de Valladolid vinculó los nuevos estatutos con la inminente constitución de reforma de la Curia vaticana. “En medio de una sociedad y un mundo que en buena medida ha dado las espaldas a Dios, la misma constitución apostólica es una oportuna llamada a la Iglesia y a los evangelizadores sobre esta tarea fundamental e inaplazable”, insistió, haciendo suyas las palabras de Francisco en su discurso navideño a la Curia.

Entre los cambios, destacó la disminución de comisiones episcopales, que pasan de 14 a 10, “sin establecer compartimentos estancos, ya que unas tareas confinan con otras” y se basan en las tres realidades fundamentales de la Iglesia: “Palabra de Dios, sacramentos y caridad”.

Con esta renovación, añadió, “se pretende agilizar el funcionamiento para que no quedemos como atrapados en cuestiones secundarias; con los cambios introducidos esperamos que se gane en eficacia y en atención a lo principal”.

Y eso fue todo. En sus últimas palabras, el todavía presidente quiso agradecer a los obispos “la confianza que me han manifestado”. El aplauso atronador a su conclusión fue un reflejo de que, más allá de su gestión, los obispos quieren, y mucho, a don Ricardo. Y que se le echará de menos, aunque su presencia en el remozado Consejo de Cardenales asegura que tanto él como Omella, Cañizares y Osoro (¿alguno de ellos también desde la Presidencia?) piloten la necesaria renovación en el Episcopado de nuestro país.

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