La SER saca a la luz el testimonio de tres víctimas que aseguran haber sido acosadas o violentadas sexualmente por un párroco de Tejina, en La Laguna. El Obispo Bernardo Álvarez aparece en la lista prelados españoles acusados de ocultar abusos sexuales elaborada por El País.
«Cada vez que te hacías una paja te entraba remordimiendo de conciencia e inmediatamente tenías que confesarte», explica Camilo, -cuyo nombre no es real, y responde a las siglas C.M.L-. El sacerdote ejecutaba los presuntos abusos sexuales aprovechando la intimidad de la confesión. «Me preguntaba en qué pensaba mientras me masturbaba, me tocaba el muslo, me preguntaba si se me ponía durita y cosas de ese tipo», describe la víctima de los presuntos abusos. «Un día me sentó encima de él, me dio un beso en la boca y sentí su pene duro en mi muslo. Me levanté y me fui de su casa», explica Camilo que le ocurrió con tan solo diez años, cuando acompañaba con frecuencia al cura porque tenía vocación sacerdotal.
La sede del Obispado en Tenerife ardió en incendio en 2006. Entre los documentos que fueron pasto de las llamas debía estar la denuncia de la madre de Camilo, que dos años antes del incendio, había denunciado al sacerdote en una carta dirigida al Obispo Felipe Fernández. Un año después de aquel incendio, el actual Obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, afirmó que hay niños que «no solo consienten» tener relaciones sexuales con adultos sino que «si te descuidas, te provocan», dijo literalmente. Tanto Bernardo Álvarez como Felipe Fernández figuran en la lista de los treinta y nueve prelados españoles que encubrieron los abusos sexuales publicada por el diario El País, precisamente por lo que ocurrió con Camilo.
Es la primera vez que Camilo cuenta de viva voz lo que pasó. «El Obispo ni siquiera recogió la denuncia. No me creyó, no comunicó a Roma lo que estaba pasando y tampoco abrió un proceso canónico para esclarecer los hechos», cuenta Camilo. Felipe Fernández y su vicario general -el actual obispo Bernardo Álvarez-, se limitaron a cambiar al cura de Tejina a otro destino cercano, en La Laguna. «Nunca me llamó Felipe Fernández, nunca me llamó Bernardo Álvarez, simplemente echaron arena encima, dejaron que las cosas se fueran olvidando, lo cambiaron a otro sitio: perdona, olvida y ya está», lamenta Camilo. «No siento que se haya hecho justicia», añade.
En 2014 Camilo denunció de nuevo los presuntos abusos sexuales y entonces sí se abrió un proceso canónico
Camilo vivió más de diez años hundido, con pensamientos suicidas y con una depresión tremenda. Dejó sus estudios y su vida cambió: el silencio, la culpa y la impunidad le transformaron. «Me hicieron la vida imposible. Algunos vecinos se cambiaban de acera cuando me veían por la calle y a mi madre dejaron de darle la paz en misa. Llamaban a casa para amenazarnos. Algunas feligresas se manifestaron en la puerta de la iglesia para que les devolvieran al cura», explica Camilo, que se convirtió en víctima por segunda vez en pleno año 2004 y en un pueblo que tuvo que abandonar durante años después de haber denunciado los abusos sexuales.
Fue en 2014 cuando decidió denunciar de nuevo, coincidiendo con la entrada en vigor del protocolo que obliga a comunicar al Vaticano este tipo de denuncias. El Obispo Bernardo Álvarez recogió la denuncia y abrió un proceso canónico, suspendiendo cauterlarmente al sacerdote e invitando a la víctima a denunciar en vía judicial. «Al poco tiempo me llamó el Obispo y me dijo que el cura iba a dejar de ser cura, pero no porque Roma lo pidiera, sino porque renunciaba al sacerdocio», explica. «O porque lo pactaron entre él y la Iglesia o porque no le quedaba otra salida. Cuando un cura deja de ser cura, después de dos denuncias por abusos, ¿por qué crees que es?», sentencia la víctima.
Esteban y Samuel también sufrieron abusos sexuales presuntamente del mismo sacerdote, pero entre 1974 y 1979 en la localidad de Vallehermoso
Tras conocer el caso de Camilo, Esteban y Samuel se pusieron en contacto con la Cadena SER para denunciar que sufrieron lo mismo en los años setenta, cuando el sacerdote estaba destinado en Vallehermoso (La Gomera). «Este señor lo hizo en Tejina, lo hizo en Vallehermoso y lo habrá hecho en cualquier sitio al que haya ido», denuncia Samuel. «Me metía las manos en los genitales, me besaba y me contaba historias sobre sexo en una sacristía a dos centímetros de mi, sentía su aliento en mi boca», recuerda Samuel. «Era un niño de diez años a punto de hacer la primera comunión y lo que conseguí fue un odio tremendo hacia este señor», lamenta Samuel.
En el caso de Esteban, tan solo ocurrió una vez. «Me cogió en la sacristía, me besó, me metió la mano en mis partes íntimas. Afortunadamente entró en la sacristía un señor y yo me escapé. Evidentemente siendo un niño de once años el asco fue terrible. Como niño aquello me impactó muchísimo», explica Esteban. «Nunca cuentas algo así, estamos hablando de los setenta, ¿cómo íbamos a contarle algo así a alguien? El cura era una autoridad moral respetada, esas cosas no se contaban entonces», explica Esteban, que lo compartió con Samuel años más tarde y se animaron a denunciarlo al conocer la trascendencia del caso contado por El País.