Según la Iglesia, el 90% de los españoles se declara católico. No parece que la jerarquía reniegue de esta cifra. Lejos de cuestionarla, es enarbolada para reivindicar sus pretensiones. Lógicamente, existen muchas probabilidades de que los agresores de Rafael González Tovar sean católicos. De ser así, no cabe duda de que la Iglesia católica es culpable de la salvaje agresión al consejero murciano Pedro Alberto Cruz…
Como podrá comprobar el lector, tanto el título de esta columna como el planteamiento inmediato (ambos a efectos de simulacro) no pueden resultar más tergiversadores.
Sin embargo, esa clase de “razonamientos” son de uso habitual en la caverna y, muy concretamente, entre los revisionistas de la historia. Esta fullería consiste en culpar a organizaciones rivales valiéndose del comportamiento individual de sus miembros. Representa una actitud falaz muy utilizada, por ejemplo, contra la masonería.
Así, cualquier conducta particular reprobable de un masón se agiganta, extiende e imputa a toda la organización masónica.
El planteamiento no puede resultar más tendencioso ya que las personas nos componemos de muchas facetas (conservadores, progresistas, monárquicos, republicanos, socialistas, liberales, religiosos, ateos, etc.) y nuestro actuar se produce por el impulso común de todos los aspectos de nuestro ser. Pero, ante hechos censurables, la lengua enfermiza de los antimasónicos se centra en la condición masónica de quien los haya cometido, como si esa persona solo fuera masón y no actuara en base a su condición de político, pastor protestante, escritor, científico, etc. Posteriormente, y basándose en ese caso particular, proclamarán “La masonería, culpable de…”. Desgraciadamente, no escasean los soplagaitas que se tragan esas bolas.
Pero, “curiosamente”, cuando un masón descubre la penicilina (Alexander Fleming), frena y derrota a Adolf Hitler (Winston Churchill y F.D. Roosevelt), consigue el voto femenino (Clara Campoamor), desentraña los misterios de la neurología (Ramón y Cajal) o cosecha Premios Nobel de la Paz como es el caso de Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja, del pastor evangélico Albert Schweitzer y de otros muchos… entonces la condición masónica del personaje se omite sin rubor.
En otras ocasiones la falacia antimasónica apela a cuestiones sensibles, por ejemplo, el aborto. Cuando unos masones o algunas logias—siempre a título individual—apoyan la interrupción voluntaria del embarazo, se rebuzna desde medios conservadores y en grandes titulares: “La masonería promueve el aborto”. Pero cuando todo un masón presidente de gobierno (el uruguayo Tabaré Vázquez) veta y prohíbe el aborto, los publicistas antimasónicos se “olvidan”. Es normal, la verdad estropea muchos titulares y perjudica las barrigas alimentadas mediante de calumnia y doblez.
Comprendo, por tanto, la indignación de quienes comenzaran a leer este artículo. Pero, lo cierto, es que desde la caverna se lleva años atizando el fuego del odio con “planteamientos” como el inicial de esta columna. ¿Sus armas?, la mentira, la demagogia, la apelación a miedos primarios, la xenofobia, el insulto, la burla, la injuria y la sospecha, cada vez más viva en Internet, de que el largo brazo de la norteamericana FOX mueve estos hilos de odio y crispación.
Por eso, muchos intuimos que la misión de la caverna—o de una parte—consiste en crear y alimentar un clima de insoportable tensión social. Un frente que abrieron en los medios de comunicación y cenáculos políticos para extenderlo a toda la ciudadanía. El siguiente paso sería que proliferasen las agresiones físicas. Pienso que están muy cerca de coronar este objetivo.
De nuevo como una “voz que clama en el desierto”, intuyo que el último capítulo se centraría en la demolición del edificio democrático para construir otro, con simple apariencia democrática, que canalizase e implantase los esquemas del Sur de los Estados Unidos.
Es decir, un capitalismo neoliberal descarnado, asesino, junto a un avivamiento del fanatismo religioso. Créanme, el mayor peligro mundial no emerge del Islam, sino de esas hordas de chiflados supersticiosos afincados en el sur de USA ¡Dios nos libre ellos!… pero hasta que Él se decida, hagámoslo nosotros.
Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor