En un momento de desconcierto, por decirlo de manera suave, de la representación política de la derecha española, la Iglesia Católica vuelve a acudir en su auxilio
Casi inmediatamente después de la llegada del Partido Socialista al poder en octubre de 1982, la Iglesia Española en conexión con la Santa Sede ocupada a la sazón por Juan Pablo II, inició el proceso de beatificación de sacerdotes y monjas víctimas de la Guerra Civil. La mayor parte de los lectores no habrían nacido o serían niños o adolescentes y no tendrían ningún recuerdo, pero fue una operación orquestada con mucho boato y prolongada durante bastantes años.
Durante el periodo en que Unión de Centro Democrático, con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, había ocupado la presidencia del Gobierno, la Iglesia Católica no había sentido la necesidad de volver la mirada a los años de la Guerra Civil y de recordar a los “mártires” de aquellos años. Con la llegada de los socialistas al Gobierno se puso en marcha la primera operación de “memoria histórica” tras la muerte del general Franco, exclusivamente dirigida a recordar a los religiosos y religiosas asesinados en esos años.
Mientras la derecha se mantenía en el poder, no había que hacer ningún ejercicio de memoria histórica. Las cosas estaban bien como estaban y no había por qué echar la vista atrás. Más bien lo contrario. En cuanto llegó la izquierda, tal ejercicio resultó imprescindible. La Iglesia puso en marcha una particular operación de lectura de lo que habían sido los años de la Guerra Civil, en los que su participación activa en “La Cruzada” desaparecía por completo, en tanto que se ponía el foco en la violencia ejercida contra ella y padecida especialmente por sacerdotes y monjas. Violencia, solo de una parte. Martirio, únicamente de la otra. Ese es el mensaje que la Conferencia Episcopal conjuntamente con la Santa Sede transmitía al Gobierno socialista recién llegado.
La Iglesia Católica tomaba partido frente al avance de la democracia en España, como ha ocurrido siempre en nuestra historia. Como ocurrió en el debate constituyente de 1869 y durante la Segunda República. De una manera distinta, porque la España de finales del siglo XX era muy distinta de la del último tercio del siglo XIX y la del primer tercio del siglo XX, pero de manera inequívoca. En un momento de desconcierto y debilidad electoral de la derecha española tras la disolución de UCD, la Iglesia Católica se hacía visible como punto de referencia para lo que pudiera hacer falta. No solamente no pedía perdón por lo que había sido su participación en la génesis y mantenimiento del Régimen del General Franco, sino que venía en cierta medida a legitimarlo con esta masiva operación de beatificación de los “mártires de La Cruzada”. De ahí que no sintiera la más mínima incomodidad con la existencia de más de cien mil muertos en las cunetas o con que Francisco Franco estuviera enterrado en el Valle de los Caídos.
A lo largo de los decenios de vigencia de la Constitución, la Iglesia Católica ha sido el banderín de enganche de la derecha española cuando el PP no ha ocupado la presidencia del Gobierno. Lo fue en los años de Felipe González y lo sería todavía más en los años de José Luis Rodríguez Zapatero, en los que la Iglesia fue pieza clave en las manifestaciones contra la ley de plazos, la ley del matrimonio entre ciudadanos del mismo sexo, contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía… La Iglesia Católica ha operado como el instrumento de movilización de masas del PP contra los gobiernos socialistas.
Mi impresión es que se dispone a volver a jugar ese papel contra el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. ¿O qué sentido, si no, tiene la organización de un funeral de homenaje a todos los fallecidos como consecuencia de la COVID-19 diez días antes de que se celebra el homenaje de Estado convocado por el Gobierno? Una vez que se tenía conocimiento de la fecha de dicho homenaje, la Iglesia Católica, en lugar de respetar la fecha decidida por el Gobierno, ha decidido anticiparse y organizar un homenaje de Estado “alternativo” de naturaleza religiosa.
En el clima de polarización política en que nos encontramos, que no puede ser desconocido para la Conferencia Episcopal, parece bastante claro que la Iglesia Católica está ofreciendo a la derecha española la ocasión para apropiarse de las víctimas de la pandemia mediante una operación religiosa, que acabará convirtiéndose en un acto de naturaleza política.
En un momento de desconcierto, por decirlo de manera suave, de la representación política de la derecha española, la Iglesia Católica vuelve a acudir en su auxilio. Este funeral es la forma de enseñarle los dientes al Gobierno de Pedro Sánchez de la misma manera que lo fueron las beatificaciones para el Gobierno de Felipe González.
La Iglesia Católica siempre vuelve a las andadas. Nadie debe llamarse a engaño.
Javier Pérez Royo