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Taller del Patronato de Protección a la Mujer en Sevilla. Foto: Archivo histórico de la Junta de Andalucía

La Iglesia católica, brazo armado de la dictadura franquista · por Andrea Momoitio

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

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La Conferencia Española de Religiosos (Confer) va a pedir perdón. Va a pedir perdón a las mujeres que pasaron por los centros vinculados al Patronato de Protección a la Mujer que regentaban algunas de las órdenes religiosas que, hoy, forman parte de la Conferencia. Puede parecer un poco lío, pero es fácil: la dictadura franquista delegó en algunas órdenes religiosas la responsabilidad de reeducar a niñas y adolescentes rebeldes. ¿Dicho de otra manera? Delegó en las órdenes religiosas la responsabilidad de imponer el nacionalcatolicismo entre las muchachas. 

Esto de que el Estado delegue en la Iglesia es, además, muy actual. La Constitución española reconoce la cooperación del Estado con la Iglesia Católica y, todavía hoy, muchas órdenes religiosas gestionan recursos y servicios como albergues, comedores sociales, centros de atención a personas migradas o recursos para víctimas de violencia machista. Llegan, sin duda, a personas y lugares a los que no llega el Estado. ¿Esto qué significa? Que es urgente que se fortalezcan los servicios sociales públicos.

El acto de petición de perdón está previsto para el 9 de junio. Es un acto importante en el que se espera que, al fin, reconozcan el daño causado. Acudirán al evento supervivientes, periodistas, activistas que, tal vez, encuentren algo de calma en las palabras de arrepentimiento que escucharemos ese día. La Conferencia que impulsa el acto está trabajando también en lo que han llamado «entornos seguros». Aseguran estar comprometidos “afectiva y efectivamente”; que “el abuso de poder, conciencia y sexual; y cualquier otro tipo de abuso y maltrato es inaceptable en la Iglesia”; dicen haber recorrido ya cierto camino de “reconocimiento y petición de perdón” y que se encuentran ahora “en el tiempo de la prevención, de la reparación”, de cambio en sus relaciones humanas. Este proceso al que hacen alusión se enmarca en la búsqueda de reparación para las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia católica. Ahora parecen comprometerse también con las víctimas del Patronato de Protección a la Mujer.

Insisto: es importante. Una institución vinculada a la Iglesia católica va a pedir perdón por los abusos que sufrieron miles de mujeres durante la dictadura franquista: ¡Bien! La presión mediática, funciona. Últimamente, el Patronato está de moda: libros, podcasts, documentales, programas en prime time. Parece –y es– que muchas nos hemos enterado ahora de las atrocidades que vivieron otras aunque algunas lo denunciaran ya en los setenta. Es un paso importante, pero solo eso. Queda pendiente, bajo mi punto de vista, algo mucho más importante: que la Iglesia católica española reconozca haber sido uno de los principales brazos armados de la dictadura franquista. Pero eso, me temo, no lo vamos a ver a corto plazo.

De resignificar el Valle de los Caídos, de momento, casi ni hablamos. Cada 20 de noviembre, como si nada, se celebran misas en honor a Franco, que anuncia con orgullo la Fundación que lleva su nombre: “En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante, ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir”, declaró el dictador. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) exige medidas ante la pasividad del Estado: “Es incomprensible que las leyes de memoria no mencionen a la iglesia católica cuando fue corresponsable de la dictadura y durante cuarenta años ejerció una dura represión”. Pero, de momento, nada tampoco. Bueno, sí, hace unos años la Conferencia Episcopal se negaba a tomar medidas contra los homenajes a Franco: «Son misas».

Esta historia con el perdón por su vinculación con la dictadura viene de lejos. En 1999, Juan José Asenjo, el que era portavoz de la Conferencia Episcopal Española, aseguraba que la Iglesia también había sido “víctima”. Ya entonces, algunos organismos exigían “que la Conferencia Episcopal pida perdón por la implicación de la Iglesia en la guerra civil y en la dictadura militar”. Entre ellos, según El País, la Conferencia Española de Religiosos (Confer) publicó un manifiesto pidiendo perdón por los inquisidores, «los religiosos soldados», «los cómplices de sistemas opresores» y por «el machismo y el clericalismo». Ahora, tantos años después, la Confer se enfrenta a sentarse delante de las víctimas para materializar, de alguna manera, esas disculpas. “A ver qué pasa”, que diría Rigoberta Bandini. Lo mínimo, más allá del perdón, es que se comprometan a garantizar que nada similar volverá a ocurrir, que abran sus archivos, que depuren responsabilidades, que garanticen haber dejado atrás la caridad para enfrentarse a las funciones sigue delegando en ellas el Estado con el compromiso de actuar bajo los principios de justicia social. O que entregan las armas, vaya.

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