Para otros seis acusados solicita otros dos años de prisión para cada uno, y mantiene la responsabilidad civil subsidiaria del Obispado de Tui-Vigo.
El fiscal de la causa conocida como de los Miguelianos pide una pena total de 66 años de prisión para el líder de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel por un delito de asociación ilícita, 12 contra la integridad moral, cinco de coacciones, y delitos contra la libertad sexual -uno de agresión sexual continuado y dos de abuso sexual continuado-.
Así consta en el escrito, al que ha tenido acceso Europa Press, y en el que se mantiene que Miguel Rosendo fundó la asociación “con el ánimo de dominar y manipular a sus miembros para someterlos a su voluntad, por el uso de violencia o intimidación mediante técnicas de adoctrinamiento basadas en la persuasión coercitiva, bajo la excusa de la religión que profesaban, y así satisfacer tanto sus deseos sexuales como ejecutar actos de beneficio personal o lucrativo”.
Por esto, además de la pena de prisión, solicita que se le prohíba aproximarse a menos de un kilómetro de las víctimas y comunicarse con ellas durante un tiempo superior en 10 años a la pena de cárcel; y que se le imponga la inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de 12 años.
Además, reclama que pague una multa de 10.800 euros y que indemnice, con responsabilidad subsidiaria del Obispado de Tui-Vigo, a las víctimas del delito contra la integridad moral en 3.000 euros a cada uno; y a las víctimas de delitos sexuales M.D.E.L. -acusada en la causa-, M.P.A. y A.L.S. en 24.000 euros a cada una por los daños morales.
El fiscal entiende también que para estos actos Miguel contó con la colaboración de Ivana Lima, superiora de las consagradas; Esteban R. M., padre general de los consagrados; Iria Quiñones y José Carlos A.M., denominados ‘madre’ y ‘padre de la buena huella’, respectivamente; Belén E.F., vocal de la junta directiva; y Dolores E.L., fiscal de la orden.
Por este motivo, pide que cada uno de ellos sea condenado a dos años de prisión por asociación ilícita, si bien interesa libertad vigilada para E.R.M. y M.D.E.L., en los que ve constatado que también fueron víctimas de las prácticas ejercidas por Miguel Rosendo.
Origen de la asociación
De acuerdo con el escrito de la Fiscalía, el punto de partida de la asociación fue un negocio de herboristería y tratamientos no convencionales que tenía Miguel Rosendo en Vigo en la década de los 80, donde realizaba rituales místicos y entró en contacto con los que fueron miembros de la Orden tiempo después.
Así, se ganó la confianza de estos clientes, lo que le permitió “atribuirse unas facultades sobrenaturales que le permitían manejar el discernimiento y voluntad” de éstos. De forma paralela, el grupo empezó a reunirse periódicamente para hacer actividades como espiritismo, ufología, horóscopo, bodas espirituales ordenadas por el propio Miguel.
Además, pivotando en torno a la religión católica conformaron un coro que cantaba en iglesias y realizaron también acampadas y peregrinaciones. En este marco, el acusado se “aprovecha para conseguir la rendición a la figura de un líder, que se presenta como un personaje espiritual, único capacitado para entender esa religiosidad”.
Posteriormente, “en el siguiente peldaño hacia la anulación de la voluntad y plena sumisión del individuo, una vez conseguida su atención, el acusado dota al grupo de una doctrina que fija las pautas conductuales y actitudes vivenciales que debían ser escrupulosamente cumplidas bajo pena de reprobación”. Colaboraban en este objetivo otros cinco de los acusados.
Con el tiempo, el acusado, se revela como el Arcángel San Miguel ante sus seguidores, transmitiéndoles que este entraba en su cuerpo y a través de él transmitía mensajes de Dios. A continuación, funda la asociación cristiana San Miguel Arcángel y se inician las estancias cada vez más seguidas en la casa del acusado -conocida como ‘casa madre’- de Mougás, en Oia.
El acusado, “con el apoyo en la religión católica, encuentra el cobijo del aparato oficial de la Iglesia Católica en el obispado de Tui-Vigo”. Así, el grupo dispone de un sacerdote que los atiende de forma estable y de un asistente eclesiástico, es reconocido como asociación privada de fieles y después como asociación pública, y parte de los miembros se consagran a la vida religiosa.
El grupo se desmorona
No obstante, a finales de 2012 se empieza a desmoronar la asociación, cuando algunos miembros trasladaron episodios vividos al obispo a través del asistente eclesiástico. Entonces el obispo incoa un expediente canónico para investigarlo y nombra a un visitador que concluye que hay conductas “sectarias” en el seno del grupo.
En febrero de 2014 se comunican estas conclusiones al acusado y a la junta de gobierno de la orden, lo que supone la disgregación del grupo por baja de consagrados y del resto de miembros, conocidos como ‘exploradores’. Poco después, Miguel Rosendo es cesado y se nombra a un comisario extraordinario para la asociación, pero finalmente se suprime en diciembre de 2014.
Actuaciones del líder
La asociación disponía de una arquitectura organizativa dependiente del líder, que hace uso de ella “para la alteración o control de las voluntades y así dar acomodo a sus propósitos de aprovechamiento personal, lucrativo y libidinoso”.
En concreto, mantiene el fiscal, el adoctrinamiento “se amaestra a través de un conjunto de técnicas de manipulación y de persuasión coercitiva, enmascaradas bajo actividades lícitas y neutrales”. Además, usaba rituales y prácticas consistentes en hablar idiomas ininteligibles, manifestar que se había reencarnado San Miguel, repartir su ropa o despojos corporales como amuleto, predicciones de futuros, exorcismos.
De igual manera, fijó un complejo sistema de vigilancia del comportamiento, ejerció presión psicológica obligando a distanciarse de la vida anterior, y restringió la privacidad, intimidad, comunicaciones y libertad, con refuerzo positivo a las actitudes de sometimiento al líder e instrumentos represivos ante conductas contrarias. Con ello, conseguía “un temor reverencial”.
También, añade el Ministerio Público, Miguel Rosendo “amedrentaba a los miembros del grupo por medio del insulto, amenaza o revelación de intimidades personales, entre otros, humillando a sus víctimas en ataques públicos” y también “hacía uso de la fuerza física”. Para todo esto, contaba con la colaboración del resto de acusados, algunos de los cuales también fueron víctimas.
Purificación
El fiscal también considera que para satisfacer sus deseos sexuales y necesidades personales, Miguel Rosendo agredió o abusó sexualmente de tres mujeres, M.P.A., A.L.S. y M.D.E.L., a las que llegó a decir “que lo que había hecho se limitaba a hacer la voluntad de Dios”, que era para purificarlas y en uno de los casos le dijo que “era porque tenía un cáncer” que previamente le había diagnosticado.
En este marco, una de las mujeres aceptó casarse con un miembro de la orden “bajo la idea que iban a cesar los abusos”, pero no fue así; y con la misma idea otra se hizo religiosa, si bien, “lejos” de parar, las prácticas sexuales “se intensificaron”. Además, las relaciones se van “recrudeciendo” y llega a someter a estas tres chicas y a otras en orgías.
La Fiscalía también refiere que Miguel Rosendo llegó a dar patadas y puñetazos, e insultó a varios de los miembros de la Orden, llegando en una ocasión a colocar a varios varones en círculo para propinarles una patada en los genitales a cada uno, manifestando que “no les iban a prestar ya ningún uso”.