Según la prensa, más que amarilla “amarillenta”, que sólo se hace eco en este “país” de las críticas que convienen a la Fundación CIVES, a la Universidad Carlos III y a la Asociación Juan XXIII (no ha sido capaz de consagrar una miserable línea al acto en el Ateneo de Madrid el 24 de noviembre), la Iglesia Católica, en lo que a sueldos de curas y de obispos se refiere, se sustenta, desde 1987, gracias a las aportaciones de sus fieles en el IRPF.
Mentira colosal o gatito beyodiano que se comió su lengua, porque el 0,5239% se sustrae de lo que aportamos todos los españoles. Decir que eso es la aportación de los fieles católicos sería cierto si a los demás mortales nos fuera posible deducir el 0,5239% de nuestra declaración, o exigir que fuera destinado a la organización libremente elegida por cada uno de nosotros.
No, lo cierto es que de los Presupuestos Generales del Estado se destina un 0,5239%, pagado por todos y cada uno de los contribuyentes, al sostenimiento de los sueldos de curas y de obispos, como un parafuncionariado estatal, a otros fines de interés social (sin que a los demás se nos permita decidir cuáles, y que van a parar, en su mayor proporción, a Cáritas Española) o bien a los Presupuestos Generales del Estado -si no optamos- que entregan 3.000 millones de euros a la enseñanza católica concertada, por no hablar de otras subvenciones a la Iglesia y de los sueldos de 30.000 catequistas (“profesores de religión”) repartidos entre la enseñanza pública y la privada.
Con todo eso, la aportación no es suficiente para satisfacer los sueldos de este parasitismo consagrado, ya que, desde que se inventó el sistema, el número de declarantes que ponen su crucecita en “el sostenimiento de la Iglesia Católica” escasamente alcanza el 30% de los contribuyentes, lo que manifiesta que el pretendido catolicismo de la sociedad española es un mito (o que los supuestos fieles católicos a los que apelan los obispos son descocadamente infieles).
Aun así, el porcentaje que en un Estado supuestamente aconfesional (en castellano, eso significa “que no tiene confesión”, o que se lo pregunten a cualquier lingüista que no sea un sinvergüenza), se destina a los sueldos de curas y de obispos no es suficiente para pagar la sinecura de este parafuncionariado parásito. Cada año, el “honesto” Parlamento que representa a la ciudadanía debe aprobar una sobrefinanciación para quienes no pueden o no quieren ganarse la vida trabajando como cada uno de nosotros (los curas que lo hacen, como “profesores de religión”, cobran además un sueldo equivalente al de los profesores interinos).
Incluso así, el Arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, propone que el expolio al IRPF se eleve a un 0,8%. ¡Caramba!, yo repito que deseo deducir mi 0,8% o destinarlo a la organización que me venga en gana, concretamente a Europa Laica. En otro caso, y a riesgo de que en un país “aconfesional” como este me acusen de “blasfemia” o de “ofensa a los sentimientos religiosos”, afirmo públicamente que me están expoliando, y señalo directamente a los responsables.