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La fe y la religión, un asunto privado

En contestación al artículo del párroco de San Pedro de Gijón publicado en LA NUEVA ESPA?A el 16 de junio.

El señor párroco defiende la presencia de la religión en la escuela pública. Pero hay una cuestión previa y fundamental que no aborda. Señor Gómez Cuesta, aclaremos las cosas desde el principio. ¿La fe y la religión son un asunto privado o público?

La fe y la religión, por mucho que ustedes se empeñen, son un asunto privado. Lo público es lo que es de todos y todas, y la fe y la religión no lo son. Lo que caracteriza precisamente a la sociedad española es que somos una sociedad plural, cada vez más plural y más secularizada. Los ciudadanos y ciudadanas españoles tienen creencias muy variadas. En las encuestas del CIS la mayoría se declara católica, pero un catolicismo muy sui generis. Por ejemplo, el 65,7% no ponen la cruz a favor de la iglesia en la declaración de la renta, el 56% no acuden a ceremonias católicas, los matrimonios religiosos son minoría frente a los matrimonios civiles y el 74 % de los españoles, según la encuesta de «El País», está en contra de la religión como asignatura. Sí, se declaran católicos, pero ¿lo son?

Las creencias son eso precisamente, creencias íntimas, de los sentimientos de cada uno. No pertenecen ni al campo de la ciencia demostrable, ni todos compartimos las mismas. Por tanto, la religión en tanto que doctrina debe tener su ámbito exclusivamente en lo privado y no en los asuntos públicos.

En cuanto a los argumentos que usted utiliza en defensa de la Religión como asignatura, no voy a entrar en los acuerdos con el Vaticano. Usted mismo dice que no son lo más convincente. Ya han sido criticados suficientemente en el debate público, y ya hace mucho tiempo que un Estado que se dice democrático debería haberlos denunciado.

Ustedes, la Iglesia católica, en cuestiones de enseñanza utilizan como argumento incontestable el derecho de los padres a elegir la educación de los hijos según sus convicciones. Esto que parece de una lógica aplastante no lo es en el sentido que ustedes le dan. Sobre todo, porque esconde que la Iglesia católica, al contrario que la evangélica luterana, nunca reconoció la sociedad civil. Para ustedes no existe la palabra «ciudadano». Los hijos, dice usted mismo, son de los padres, no del Gobierno de turno. Evidentemente, señor Gómez Cuesta, pero no son una propiedad privada sin límites, con la cual los padres puedan hacer lo que les venga en gana en base a sus creencias. Eso era en las sociedades bárbaras y feudales, donde el pater familias disponía incluso de las vidas de los nacidos.

Ustedes, a quienes tanto preocupa eso de los que están por nacer y los nacidos, deberían reconocer que todas las personas, por el hecho de nacer en una sociedad civil y democrática, son ciudadanos con derechos, y el Estado, en nombre de toda la sociedad, tiene que velar por ellos. Incluso por encima de las convicciones éticas de los padres, algunas de las cuales son absolutamente inadmisibles. Por ejemplo, todos los alumnos y alumnas tienen derecho en la enseñanza pública a recibir una educación sexual en la que se les enseñe que los preservativos son, según la Organización Mundial de la Salud, el mejor método de prevención contra el sida y un buen medio para prevenir embarazos no deseados. Lo quieran o no los padres y tengan las convicciones que tengan.

Como ciudadanos, lo quieran o no los padres, sus hijos tienen el derecho a una educación científica, democrática, en los valores que comparte toda la sociedad y basados en la razón, como son los Derechos Humanos, y no en las creencias privadas.

Claro que los padres tienen el derecho a educar a sus hijos según sus convicciones, faltaría más, pero no en la escuela pública, sino en la familia y en el templo, y ese ámbito privado es un derecho que el Estado también debe proteger.

La Religión en la escuela no está ni en la Constitución ni en la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Son ustedes con sus acuerdos con el Vaticano los que interpretan esos derechos a su gusto, la meten en las aulas y la tenemos que pagar todos, aunque nuestros hijos no la escojan. Por cierto, con un costo de 500 millones de euros anuales.

Claro que en Occidente, y en España en especial, la cultura cristiana y el hecho religioso han sido muy importantes. Pero, por favor, no juegue usted al viejo truco de mezclar los hechos histórico -artísticos con la doctrina. Claro que no se entiende la historia de Occidente sin explicar la condena a muerte de Giordano Bruno, la condena al ostracismo de Galileo, la condena de la reforma luterana, la justificación del genocidio de la conquista americana por la cristianización, el índice de libros prohibidos, la Inquisición, la Iglesia ante la Guerra Civil y el franquismo…, claro que no; pero no mezcle usted historia con doctrina. La historia, para los profesores de Historia. Que enseñen estas cosas y más. La doctrina, señor Gómez Cuesta, en casa y en el templo. No intente usted colarnos la moral católica contra el aborto amarrándola a la obra pictórica de Rafael.

Permítame usted que también discrepe sobre quiénes han hecho la crítica más dura a la religión. No han sido Marx ni Nietzsche ni Freud. Han sido los avances científicos, señor párroco. Ya hace mucho tiempo que Darwin cuestionó el creacionismo. Ya hace mucho tiempo que la medicina avanzó con las disecciones que ustedes condenaron. El pararrayos, que también condenaron, ha salvado muchas vidas de los rayos divinos. Las vacunas, por ustedes condenadas, nos libran de los males merecidos por nuestros pecados. La planificación familiar, que practican en buena hora también la mayoría de las parejas de creyentes católicos, nos ha hecho más libres. La ciencia, señor párroco, la ciencia.

Cita usted la pervivencia del hecho religioso. Pues, claro. Y de la magia, y de las supersticiones, y de la astrología. No, señor Gómez, la quiromancia no puede ser una asignatura del sistema educativo por muchos padres que haya con convicciones quirománticas. La escuela pública es algo muy serio que no puede estar al capricho de las creencias de los padres, muchas veces producto de la ignorancia y manipuladas por intereses ajenos.

Por último, me sorprende usted al echarle en cara la poca sensibilidad religiosa al Partido Socialista. Hombre, qué poco agradecido es usted, pero si son los que les han dado los conciertos educativos, han mantenido la Religión como asignatura, les han consentido a ustedes toda clase de privilegios fiscales, les subieron la asignación en el IRPF del 0,5 al 0,7. Pero si no se privan de asistir a los ritos católicos. ¿Aún les parece poco? Que lo dijera usted de otros, lo entendería, pero… ¿de los socialistas? Quizá esto sea un guiño al PP.

La polémica del laicismo excluyente o incluyente no existe, es un invento de ustedes para colarnos la religión y la fe en el ámbito de lo público.

Lo de siempre. Si les decimos a ustedes que paguen impuestos como los demás, que la fe y la religión es un asunto privado sacan lo del laicismo radical y la persecución religiosa. Pero, en fin, no son ustedes los responsables, sino el Estado que lo consiente. Ya nos conocemos, señor párroco. Que celebren usted y sus creyentes un buen día de San Pedro. Y que las autoridades muestren el respeto que a todos nos deben en una sociedad plural y un Estado aconfesional

José Luis Iglesias, presidente de Asturias Laica, Gijón

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