Una investigación cartográfica localiza en una alquería de La Punta la ubicación de la barraca en la que daba clase el librepensador Gaietà Ripoll, última víctima mundial de la Inquisición, que fue ahorcado en 1826 en Valencia
El terror religioso de la Inquisición no acabó en la Edad Media. Valencia arrastra la lacra de haber matado al último condenado por herejía de todo el mundo. Fue el maestro Gaietà Ripoll, nacido en Solsona y emigrado a Russafa, y lo ahorcaron tal día como hoy de 1826. Ahora, una investigación ha logrado ubicar dónde estaba la barraca-escuela en la que daba clases a los niños sin plegarse a los dogmas católicos.
Tenía 48 años y su único delito, mientras recibía insultos y pedradas de camino al cadalso, había sido mantenerse firme y coherente como deísta: creía en la existencia de Dios como creador, pero no reconocía su interferencia en los asuntos humanos ni acataba los dogmas y ritos de ninguna Iglesia. El maestro de escuela Gaietà Ripoll murió en la horca de la Plaça del Mercat de Valencia el 31 de julio de 1826. Ha pasado a la Historia como el último hereje, la última víctima ajusticiada por la Inquisición en todo el mundo. Un mito del republicanismo valenciano. Un icono del laicismo.
Pero también una cruz que perseguirá a la Iglesia por el anacronismo de su muerte: aunque la Inquisición ya había sido superada, la archidiócesis valenciana se empeñó en restaurarla en 1824 al socaire del absolutismo de Fernando VII y bajo el nombre de Junta de Fe. Fue la primera de España y la más activa. Hoy, 190 años después de su asesinato público, Levante-EMV desvela por primera vez dónde estaba ubicada la famosa barraca-escuela en la que Gaietà Ripoll impartía sus clases a niños y adultos. El símbolo del símbolo.
Una ardua investigación cartográfica y de campo llevada a cabo por un particular, animado por la asociación Cullera Laica y apoyada en documentos históricos, ha conseguido localizar en la pedanía valenciana de La Punta la alquería construida sobre el solar de aquella barraca-escuela. Es el sitio donde germinaron los pecados de Gaietà Ripoll que lo condujeron al cadalso. Pecados como no ir a misa ni llevar a sus alumnos en los días de precepto. Como no salir a la puerta de la choza donde daba clase para saludar el paso del Viático quitándose el sombrero. Como sustituir en las oraciones de clase la expresión «Ave María» por «Alabado sea Dios». El pecado, en definitiva, de impartir una educación laica.
Las pistas históricas
Guillermo González, el hombre que ha descubierto la ubicación, tenía una información similar a la de un jerogrífico. La dejó escrita en 1894 Tomás Giménez Valdivieso, bajo el seudónimo de Cazalla, en un artículo que relataba aspectos de la vida del maestro Ripoll casi setenta años después de su ahorcamiento.
Con el afán de salvar del olvido aquella trágica historia y «mantener vivo en el pueblo el recuerdo de aquel martirio», Giménez Valdivieso llegó a entrevistar a personas de la huerta de Russafa que conocieron personalmente al mestre Ripoll y que le trasladaron la información relativa a la ubicación de su barraca-escuela.
Así dejó escrito que el edificio estaba «en la entrada de la senda que hay desde el camino de Pinedo al puente de la Loseta». Era una barraca de las que en la huerta llamaban de ocho costillas, con dos pisos. «Hoy „escribía en 1894„ ha sido reemplazada la barraca que cobijó a Ripoll por una alquería cuyas señas son: camino de Pinedo, traste séptimo (no tiene número). Se llama alquería del Curro, y en ella hay un estanco».
A partir de ahí se puso manos a la obra. Consultó en distintos planos cartográficos municipales de Valencia del siglo XIX y XX. Estudió diversos mapas catastrales. Cotejó planos del Centro Geográfico del Ejército y del Instituto Geográfico y Estadístico. Recabó testimonios orales en la zona de La Punta. Y al fin, después de deshacer una confusión relativa a cuál era la continuación del antiguo Camino de Pinedo del que hablaba el texto histórico, Guillermo González pudo gritar eureka.
A pesar de la gran transformación urbanística y toponímica que ha sufrido la huerta de La Punta (antes conocida como huerta de Russafa), Guillermo había localizado el lugar de la barraca-escuela del mestre Ripoll: era el número 211 de la Avenida de Jesús Morante y Borrás.
La UV lo valida
Casualmente, la casa que ocupaba ese solar „y posiblemente algún elemento constructivo original de la escuela„ permanece en venta. En sus pesquisas, Guillermo concertó una cita con el propietario de la alquería, como si fuera un interesado más en el inmueble. En esa visita averiguó „sin revelarle nada de los hechos históricos que investigaba„ que aquella alquería era conocida en La Punta como la «Casa del Curro», porque un antepasado suyo al que le faltaba un brazo era conocido como el Curro.
También le dijo el propietario que antiguamente allí había un estanco. Todo encajaba. Más todavía cuando ese mismo día, después de la visita, el dueño de la alquería le confirmó por teléfono que en las escrituras de propiedad del inmueble reflejaba que estaba ubicada en la «Partida del Perú» y en el «Traste Séptimo». Bingo.
El investigador „que profesionalmente siempre se ha dedicado a la cartografía y a identificar propietarios de inmuebles y parcelas„ presentó la documentación a la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València en busca de una validación universitaria. El informe, firmado el pasado 21 de junio por el director del Departamento de Geografía, alaba el «riguroso análisis documental» del autor y asegura que «la hipótesis es sólida y bien fundamentada». «Por todo ello concluimos que la localización indicada por el autor es la más probable como emplazamiento», agrega.
Por fin, 190 años después, se despeja una de las grandes incógnitas de este episodio todavía desconocido del último condenado por herejía.
Asimismo, se ha conseguido localizar el emplazamiento de la alquería de José Vivó, l´Arrocer, que era la vivienda que Gaietà Ripoll visitaba por las noches y adonde fue apresado por la ronda nocturna el 29 de septiembre de 1824 para llevarlo inmediatamente a la prisión. Ahora sabemos, por primera vez, que esa vivienda estaba a un metro de la alquería situada hoy en el Camí del Valladar, 41, de La Punta.
Ambos puntos conforman una cartografía emocional de doble filo. Por el anverso, evoca la libertad de pensamiento de Gaietà Ripoll. Por el reverso, destila el recuerdo del terror fanático que acabó con su vida en una Plaça del Mercat llena de gente salivando con la muerte del último hereje.
En burro, esposado y de negro hacia la horca
Resulta escalofriante imaginarse la imagen por haber ocurrido en la Valencia de 1826. Con las vestimentas negras propias del ahorcado y las manos esposadas, a Gaietà Ripoll lo sacaron de la prisión de Sant Narcís (cárcel municipal para delincuentes comunes y políticos) y lo subieron a lomos de un burro. Un itinerario céntrico lo llevó por las calles Serranos y Cavallers, la Plaça del Tossal y la calle Bolseria, hasta llegar a la Plaça del Mercat. Todas las cruces e imágenes sagradas que salpicaban el recorrido fueron cubiertas con trapos negros. Los testimonios relatan la gran cantidad de gente que contempló la ejecución ante el cadalso y en los alrededores mientras increpaban al reo y lo apedreaban.
En un principio, como hereje que había sido condenado, se pidió que acabara en la hoguera. Pero ya no eran tiempos de llamas. No se atrevieron a tanto y le conmutaron la pena por el ahorcamiento. Eso sí: pintaron unas llamas simbólicas en el tonel al que cayó ahorcado el cuerpo de Gaietà Ripoll.
El ajusticiamiento provocó un revuelo. El Gobierno criticó la actuación y la prensa extranjera se hizo eco de lo que fue considerado como una salvajada extemporánea más propia de la Edad Media. El arzobispo de Valencia y creador de la Junta de Fe, Simón López García, afirmó: «Dios quiera que sirva de escarmiento para unos y de lección para otros». Los términos de su ecuación estaban equivocados: escarmentó a la Iglesia y la lección fue que el asesinato por discrepancia religiosa había quedado atrás. Aunque la Historia se empeñe en caer de nuevo en los mismos pecados.
Según los documentos a los que ha accedido Rafael Solaz y Emili Renard, a Gaietà Ripoll lo enterraron enfrente del Cementerio General de Valencia «como un perro». Hoy el callejero del cap i casal le recuerda con la recoleta Plaça del Mestre Ripoll.