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La Diócesis de Córdoba, adalid del “cristoneofascismo”

El profesor y teólogo Juan José Tamayo, en su libro “La Internacional del odio”, acuña un nuevo término: “cristoneofascismo”. Con él, señala a los actuales movimientos reaccionarios y neofascistas que se están extendiendo, y que son definidos como “la actual alianza entre las organizaciones políticas y sociales de la extrema derecha, apoyadas por el ultraliberalismo, y los movimientos cristianos integristas, que cuentan con el apoyo de dirigentes eclesiásticos críticos con el Papa Francisco” .

El “cristoneofascismo” es la adaptación al originario proyecto ideológico y político del fascismo y del nazismo de principios del siglo XX, un movimiento político que se extendió por Europa y que no se puede entender sin la implicación fundacional, la legitimidad ideológica y la argumentación teológica de jerarquías, estructuras, grupos y teólogos cristianos, tanto católicos como protestantes. Un ejemplo paradigmático y simbólico es el caso del fascismo español, constituyendo su propia doctrina fascista bajo la denominación de “nacionalcatolicismo” y toda una extensa terminología: “Cruzada”, “Caudillo por la gracia de Dios”, etcétera.

El crecimiento de las posiciones reaccionarias y neofascistas que estamos sufriendo en nuestro país se está implementando a través de las diferentes organizaciones políticas de la derecha y la ultraderecha, estructuras y grupos de poder económico, de comunicación, de la judicatura, sociales y, cómo no, de determinados jerarcas y sectores de la Iglesia Católica. Es en este punto donde encontramos las últimas acciones y movimientos de la jerarquía católica, concretamente en la Diócesis de Córdoba y en el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. Un jerarca católico situado en la avanzadilla de los movimientos integristas cristianos, en las estructuras de poder locales y referencial para la ultraderecha.

Son muchas y diferentes las manifestaciones y declaraciones públicas intolerantes y peligrosas que ha realizado, y que se sitúan al margen del respeto a la integridad del ser humano. Se refiere a la fecundación in vitro como “aquelarre químico de laboratorio”, afirmando que “todo hijo tiene derecho a nacer de ese abrazo amoroso, que no puede sustituirse nunca por la pipeta de laboratorio”. Reproduce discursos abiertamente machistas, homófobos y reaccionarios al decir que “la familia se constituye por la unión de los esposos que normalmente se convierten en padres. Varón y mujer, creados en igualdad de dignidad fundamental, son distintos para ser complementarios. Cuanto más varón sea el varón, mejor para todos en la casa. Él aporta particularmente la cobertura, la protección y la seguridad. El varón es signo de fortaleza, representa la autoridad que ayuda a crecer. La mujer tiene una aportación específica, da calor al hogar, acogida, ternura. El genio femenino enriquece grandemente la familia. Cuanto más mujer y más femenina sea la mujer, mejor para todos en la casa”. Ha llegado a afirmar que “la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual”, y que “la ideología de género es una bomba atómica que quiere destruir la doctrina católica”. 

Entre sus últimas bravuconadas están las amenazas que realizó en una misa televisada en la televisión pública andaluza tras la retirada de la Cruz de los Caídos de Aguilar de la Frontera. Una cruz que fue retirada de la fachada de una iglesia calificada como Bien de Interés Cultural (BIC) porque suponía un peligro para la protección del edificio religioso y no tenía valor histórico alguno. Una cruz que fue colocada por falangistas en 1938 y que tenía como objeto la exaltación del genocidio franquista, el golpismo y la dictadura. Entonces, el obispo alertó: “Ahí están los sentimientos religiosos, por eso que nadie los toque. O si los toca, que se atenga a las consecuencias. Los cristianos no somos violentos, pero tomamos nota.” 

En su estrategia reaccionaria, “cristoneofascista”, la Diócesis de Córdoba se empeña en blanquear la dictadura de Franco y el fascismo. Recientemente, procedió a la “beatificación” de 127 “mártires de la persecución religiosa” en España, la que según el obispo tuvo lugar entre 1936 y 1939. A este hito se ha sumado también de forma reciente la Diócesis de Granada con su actual arzobispo, Francisco Javier Martínez Fernández. Casualmente, anterior obispo de Córdoba. 

Un ejercicio de negacionismo, de manipulación, de tergiversación, de reconstrucción, de falseamiento de la historia que tiene lugar en una provincia en la que aún existen miles de personas desaparecidas en las fosas comunes de nuestros pueblos y ciudades, con miles de personas que han sido víctimas de la represión, las torturas, las cárceles y las humillaciones, con numerosos lugares de memoria en recuerdo a la barbarie, como campos de concentración y centros de tortura. Descripción de una realidad que muestra el plan de exterminio de seres humanos que el fascismo español tenía sistematizado, planificado y estructurado, que comenzó desde el inicio del golpe de estado fracasado (la resistencia de la democracia republicana y las organizaciones obreras y de izquierdas impidió el triunfo golpista) y que se extendió hasta finales del franquismo, Transición incluida. 

El mayor historiador e investigador del golpe de Estado, del genocidio y de la dictadura franquista, Francisco Moreno Gómez, en su libro “La Victoria Sangrienta (1939-1945)”, describe el rol de la Iglesia católica de la siguiente manera: “La labor represora de la Iglesia se inscribía, por tanto, en uno de los pilares fundamentales del franquismo. No es que la Iglesia colaborara con el franquismo, sino que formaba parte del franquismo mismo. Por ello, los capellanes recibieron carta blanca para actuar en las cárceles, no solo en lo espiritual-religioso, sino mucho más: en lo ideológico y en lo político. Dicho de otra manera: la actuación de la Iglesia y de los capellanes era, claramente, en vínculo de la propaganda del régimen franquista”. 

Hoy, la jerarquía católica, conocedora de su pasado y de su ser en el franquismo, se sitúa hoy de nuevo en el ideario golpista y fascista. Y ha puesto todos sus recursos y entramados de poder, políticos, comunicativos y religiosos en funcionamiento, con una importante campaña propagandística, con la extensión por todos los municipios de la provincia, con actos religiosos, manifestaciones públicas y encuentros a través de un elemento cardinal, el protagonismo de las parroquias, que a su vez implican de forma directa a “todos los grupos, Hermandades y Cofradías, movimientos y fieles en general”. 

El fascismo europeo de principios del siglo XX captó a las masas a través de diferentes elementos, como fueron el nacionalismo, el imperialismo, el antisemitismo, el anticomunismo o el antiobrerismo, para realizar las grandes movilizaciones. En el caso del fascismo español, estas grandes movilizaciones de masas no existían. El evidente carácter oligárquico, elitista y feudal impedía su penetración en las clases populares y trabajadoras, está aquí el papel fundamental de la Iglesia católica en el franquismo: esta se puso al servicio del franquismo español, dotándolo, no solo ideológicamente, sino de la capacidad de movilización de las masas, a través de grandes procesiones, manifestaciones públicas y la cristianización del país y del pueblo español. 

Hoy, en el año 2021, la jerarquía católica integrista, consciente y sabedora de estos hechos históricos, de la composición social de nuestra sociedad y del actual movimiento reaccionario, con los mismos parámetros oligárquicos y elitistas y con dificultades de penetración en las grandes masas, repite el modus operandi del pasado. La utilización y manipulación de las identidades, condicionantes, y, en este caso, de las creencias religiosas, nos debe ayudar a discernir como la jerarquía católica integrista, situada al margen de la mayoría social y de una destacada población de cristianas y cristianos que, legítimamente, posee sus creencias religiosas, pretende sumar a una parte importante de la población para el proyecto “cristoneofascista” del odio. Una amenaza presente que debemos señalar y desarticular frente al noble objetivo de construir una sociedad y un país de progreso, igualdad y libertad.

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