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La dictadura de las mitras

La Iglesia, como cualquier sociedad no democrática, se siente en el derecho exclusivo de los que ostentan su jefatura para ordenar el cumplimiento de unas normas o prohibir iniciativas. Las dictaduras prohíben pensar y la Iglesia no renuncia a su propia estructura vertical y dominadora de conciencias-

La reforma laboral promulgada por el gobierno de Mariano Rajoy destruye derechos de los trabajadores conseguidos a base de sudor, esfuerzo y lucha histórica, para nombrar como árbitros de las relaciones laborales a los empresarios, jueces últimos de la marcha del mundo del trabajo. Los trabajadores son relegados a la categoría de esclavos frente al criterio exclusivo de unos amos que acaparan en sus manos el poder de enviarlos a la miseria, el hambre, el desahucio y la marginación más absoluta.

Las juventudes obreras cristianas y la hermandad de acción católica han confeccionado un documento de los cristianos de base para denunciar la perversión intrínseca que encierra esa reforma laboral. Lo han enviado a todas las iglesias de España para su lectura discrecional con el ruego de una difusión esclarecedora del pensamiento de un cristianismo que quiere estar comprometido con su mundo. Critica el documento la “individualización de las relaciones laborales que propone esta reforma, porque da prioridad a los intereses personales frente a los colectivos y significa romper la vocación a la comunión del ser humano”. El comunicado también exhorta a la sociedad en conjunto a trabajar “juntos, con la intención de eliminar las causas que han generado la crisis y, al mismo tiempo, superar las estructuras económicas que tanto sufrimiento, deshumanización y pobreza están provocando a las personas”.

Y aquí entra a jugar su papel de dictador mayor del reino el presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Madrid cardenal Rouco Varela. La Iglesia, dice Rouco  “no se identifica con el contenido de dicho documento, ni se hace responsable del mismo, considerando improcedente su difusión” El manifiesto de la Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad de Acción Católica pide a los partidos políticos que “corrijan la reforma en el proceso parlamentario para poner en el centro de la misma el trabajo decente y con derechos, y anima a participar en las iniciativas y movilizaciones que se convoquen por parte de las organizaciones eclesiales, sociales y sindicales que ayuden a tomar conciencia y revertir esta situación tan lesiva para las personas trabajadoras y sus familias”. En ningún momento señala “que ésa sea la postura de la Iglesia, sino que deja claro que es la opinión de los movimientos eclesiales que lo firman” Por lo tanto, está claro que la jerarquía quiere acallar una opinión de parte de la Iglesia, que está llegando en forma de debate y opinión sobre la crisis, los recortes y la reforma laboral, a muchas parroquias de toda España.

¿Hay en el documento alguna afirmación contraria a la doctrina social de la Iglesia promulgada por varios Pontífices y por el Concilio Vaticano II?  ¿O más bien contiene una postura incómoda para ciertos Obispos y por tanto la desechan, traicionando las propias enseñanzas de diversos Papas?  Obediencia ciega al papado, exige siempre el episcopado, pero sólo cuando no incomoda al matrimonio Iglesia-Poder civil.

Los obispos han podido manifestarse contra el aborto, la Ley de memoria histórica, Educación para la ciudadanía, el matrimonio homosexual, leyes todas emanadas de un Parlamento legitimado por las urnas. Pero vetan un documento que defiende al mundo del trabajo, humillado, empobrecido, indefenso ante las arremetidas empresariales respaldadas por un gobierno que se muestra de acuerdo con insostenibles privilegios eclesiásticos, como concesiones multimillonarias de euros en un momento de crisis aguda o con la exención de impuestos que exige pagar a todos los demás ciudadanos. Una Iglesia que debería estar avergonzada de palios sacrílegos, de incienso fumigado ante un dictador sanguinario, de absoluciones de asesinos dictatoriales, de unas nupcias incestuosas con un régimen que mató a miles de españoles, se niega ahora a defender al mundo del trabajo ante la destrucción de unos derechos fatigosamente adquiridos.

¿Puede quejarse esta Iglesia de una desafección de gran parte de los humillados y siempre despreciados por pobres y parias de la sociedad?  ¿Puede lamentarse hipócritamente de una falsa persecución? ¿Puede pedir a las clases trabajadoras su aportación voluntaria en la declaración de la renta quien da la espalda cuando se le pide que promueva la difusión de un simple documento elaborado por unos cristianos comprometidos con la marcha del mundo que les ha tocado vivir?

Este es el episcopado español. Báculo en mano, golpeando junto al poder del dinero y el dinero del poder al mundo de los trabajadores y con su vieja  dictadura de  mitras.

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