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«La defensa de Spinoza del pensamiento libre es tan importante ahora como en el siglo XVII». Entrevista a Ian Buruma

Ian Buruma (La Haya, 1951) es escritor y editor. Entre sus obras están Taming the gods, El precio de la culpa, Occidentalismo (en colaboración con el filósofo Avishai Margalit), Asesinato en Ámsterdam y un ensayo sobre Spinoza que se publicará próximamente.

Ha escrito un libro sobre Spinoza. Y hace unos años publicó Asesinato en Ámsterdam, sobre un crimen extraño y terrible en una sociedad tradicionalmente tolerante. ¿Cómo le afecta la historia de Spinoza a usted como liberal y como holandés?

Spinoza tuvo un revival en los primeros años de este siglo cuando algunos veían en el islamismo radical la mayor amenaza a la civilización europea. El nombre de Spinoza se invocaba a menudo como parangón del pensamiento ilustrado europeo, que había que defender contra el oscurantismo del islam. La activista nacida en Somalia Ayaan Hirsi Ali, que sostenía que el islam, y no solo el islamismo, era una amenaza clara para Occidente, fue comparada con Spinoza por Jonathan Israel. Este debate siempre me ha parecido bastante histérico. En la actualidad, las amenazas a la libertad de expresión y de conciencia vienen de fuentes muy distintas. En primer lugar, está el populismo radical de derechas, que, en Estados Unidos, a menudo está vinculado a fanáticos protestantes evangélicos y al catolicismo reaccionario. Pero de la izquierda también surge un espíritu puritano e iliberal. El celo ideológico en torno a la raza, el género y la sexualidad es una forma de fanatismo religioso con disfraz laico. Cuando alguien está en desacuerdo con ciertas creencias dogmáticas recibe trato de hereje: ya no se les quema en la hoguera, pero pueden sufrir graves daños sociales y profesionales. Uno sabe que vivimos en una nueva era de intolerancia religiosa, donde lo que importa no es el debate razonado sino la pureza de la fe.

Por eso me interesaba escribir sobre Spinoza. Las fuerzas de la intolerancia en su época eran los rabinos sefardíes que lo expulsaron de la comunidad judía, y la Iglesia calvinista, que tenía una influencia poderosa en la República holandesa. Parte de su anticlericalismo puede parecer ahora anticuado, pero su defensa del pensamiento libre, la investigación científica y la libertad de expresión es tan importante ahora como en el siglo XVII.

¿Qué aspectos de Spinoza se han descuidado históricamente? ¿Cree que el énfasis en su importancia como hereje judío ha eclipsado los aspectos judíos de Spinoza?

Spinoza estaba muy implicado en la política de la República holandesa, que estaba entonces tan polarizada como lo están Estados Unidos y otros países hoy. Un lado lo representaba la aristocrática Casa de Orange, los stadtholders, que apoyaban los calvinistas conservadores y era popular en las provincias más rurales de la República. Por el otro lado estaban los patricios urbanos, los llamados regentes, que eran más liberales y estaban interesados en hacer negocios en vez de la guerra, y eran relativamente tolerantes hacia las diferentes ideas religiosas e intelectuales. Las ideas de Spinoza eran más radicalmente democráticas que las de los regentes, pero sabía que era libre de filosofar bajo su protección. Su texto más olvidado es el que nunca terminó, el Tratado político. Estaba trabajando en sus ideas sobre la democracia cuando murió.

¿Cómo afectaron las guerras y tensiones religiosas en los Países Bajos durante la segunda mitad del siglo XVII en el pensamiento político de Spinoza?

Tuvieron una importancia vital. La idea más controvertida de Spinoza era que Dios no es el creador trascendente del mundo, sino que está inmanente en toda la naturaleza. Su otra idea polémica era que el alma no es inmortal. No creía que existiera. Desdeñaba la idea de los milagros y no creía en los ángeles. Y esto resultaba profundamente perturbador para los cristianos de su época, algunos de los cuales lo consideraban un discípulo de Satanás. Pero también para el clero judío. A los judíos, tradicionalmente, la vida después de la muerte les preocupaba menos que a los cristianos, pero en el tiempo de Spinoza creían en la inmortalidad del alma. Los judíos también debían tener cuidado de no ofender a los calvinistas porque su presencia era aceptada –en algunos casos recibida de buen grado– en la República holandesa mientras su religión no desafiara la ortodoxia cristiana. Eso puede explicar la vehemencia de la expulsión de Spinoza de la sinagoga. Era un peligro no solo para la autoridad de los rabinos, sino para el estatus de los judíos como residentes de la República holandesa. Los judíos eran sin duda tolerados en Holanda, lo que ya era una relativa bendición. Pero tuvieron que esperar hasta el final del siglo XVIII para gozar de los derechos civiles completos.

Expulsado por los judíos y considerado enemigo por los calvinistas ortodoxos, Spinoza encontró a sus mejores amigos entre disidentes librepensadores cristianos, como los menonitas, que compartían su desconfianza de las autoridades eclesiásticas y su repugnancia por la ortodoxia religiosa. Quizás eso explica por qué su crítica del oscurantismo judío era más áspera que la de la fe cristiana.

Spinoza nunca habría sido tan presuntuoso como para compararse con Jesucristo. Pero veía a Jesucristo como un gran profeta con una comprensión instintiva de los caminos de Dios. Y otros –como Heinrich Heine– vieron algo cercano a Cristo en la dedicación de Spinoza a un ideal cristiano.

¿Cómo valora el papel de Spinoza en el liberalismo con respecto a la tradición inglesa y la influencia de autores como Locke? ¿Era, como ha escrito Jonathan Israel, uno de los grandes precursores del liberalismo?

Sí y no. Las ideas de Spinoza sobre la religión eran radicales y también lo fueron sus ideales políticos. Creía en cierto tipo de democracia: los hombres, aunque no las mujeres o los pobres, debían poder votar, según él. Pero no era radical en la práctica. Era profundamente ambivalente con respecto al papel de la gente común, por ejemplo. Por un lado, temía a la masa no educada, cuyas emociones podían agitar fácilmente violentos demagogos. Tenía cuidado de limitar sus ideas más peligrosas a un grupo pequeño de amigos y partidarios muy educados. Y, sin embargo, en su Tratado político defiende que la gente común debía también participar en la política. No tuvo tiempo de desarrollar cómo.

Su actitud hacia el gran estadista liberal y regente holandés Jan de Witt era típica de la política de Spinoza. No pensaba que De Witt fuera un demócrata del tipo que habría deseado, pero aun así apoyaba su gobierno sinceramente y quedó horrorizado cuando fue linchado por una muchedumbre furiosa en La Haya en 1672. Caute, cuidado, era el lema de Spinoza grabado en su anillo. Era un pensador radical, pero un hombre prudente. Jonathan Israel tiene razón cuando dice que las ideas de Spinoza influyeron en los jacobinos franceses, pero él mismo no era un protojacobino.

Y tampoco era un liberal en el sentido moderno. Como muchas personas del siglo XVII, Spinoza pensaba que el Estado debía tener autoridad total, hasta el punto de controlar las prácticas religiosas y romper sus propias leyes si era necesario. Un liberal moderno vería la Iglesia como parte de la sociedad civil, libre de la interferencia estatal. Spinoza no habría estado de acuerdo con eso.

La gran diferencia entre Spinoza y los filósofos de la Ilustración inglesa y escocesa reside en el grado de las concesiones que estaba dispuesto a hacer. Locke era un hombre religioso, cuya idea de la Ilustración incluía creencias cristianas tradicionales. Spinoza pensaba que una religión cívica –básicamente el cristianismo reducido a un llamamiento a la decencia común y el amor a los hombres– sería una manera útil de instalar un orden público y obediencia a la autoridad, pero estaba menos dispuesto que sus colegas ingleses a aceptar la religión organizada y la aristocracia.

Parece que también el nuestro es un mundo de intolerancia: el movimiento woke, el fanatismo de las identidades de toda índole (sexual, nacional, lingüística, étnica) y desde luego el nuevo fanatismo religioso en Occidente, sobre todo en Estados Unidos. ¿Qué tiene que decir Spinoza al momento actual? ¿Cuál es su pertinencia?

Una de las cuestiones contenciosas en tiempos de Spinoza era el conflicto en las universidades entre filósofos y teólogos. Los teólogos querían controlar la educación superior para que las ideas científicas no interfiriesen en las creencias sagradas. Ese problema no solo se producía en las universidades. Se deslizaba a la política –la autoridad de nombrar funcionarios públicos, la posición de la Iglesia en la sociedad, con respecto a las autoridades laicas, etcétera–. La respuesta de Spinoza a estos conflictos era separar por completo la filosofía de la teología. El conocimiento, especialmente del comportamiento ético, podía encontrarse en fuentes religiosas. Pero este tipo de conocimiento no debía confundirse con el científico, que solo puede obtenerse a través de la razón humana. La teología y la filosofía podían coexistir, pero solo si se mantenían en las esferas adecuadas.

El mismo principio podría aplicarse a algunos de los conflictos de nuestra época. La política del género y lo trans ofrece un ejemplo. Es indiscutible que hay diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Las mujeres menstrúan, los hombres no. Las mujeres pueden parir hijos, los hombres no. Podemos aceptar que algunos hombres se identifican como mujeres, o que hay mujeres que se identifican como hombres, pese a las diferencias biológicas, y quieren ser reconocidos como tales. Deberían ser libres de seguir sus emociones. Pero esas emociones no pueden confundirse con la biología. La identidad sexual, como sensación subjetiva o estatus social, debería estar al margen de la clasificación biológica. Entonces, pueden respetarse tanto el argumento a favor de las identidades escogidas como el de las diferencias biológicas.

Por desgracia, la confusión entre la emoción privada y el conocimiento basado en la razón sigue siendo una amenaza para la libertad de pensamiento y expresión en la actualidad. Spinoza todavía tiene mucho que enseñarnos.

Spinoza, decía Borges, es capaz de despertar devociones. Pero también odios. Todavía ocurre hoy. Nadie “odia” a Descartes o a Kant, pero sí a Spinoza. ¿A qué lo atribuye?

La respuesta a esta pregunta está estrechamente unida a la anterior. La gente recurre al pensamiento mágico –milagros, coincidencias, portentos, etcétera– para consolarse. Vivimos en un estado de constante incertidumbre y mucha gente necesita alcanzar fuerzas más elevadas que ofrecen sentido, protección y seguridad. La religión organizada, con todas sus supersticiones y rituales, ofrece esos consuelos. Spinoza ha sido reverenciado como un hombre que nos enseñó a ser libres (a pesar de que no creía en el libre albedrío), pero se le ha detestado porque se llevó el atrezo que promete seguridad a la gente: Dios como el padre que todo lo ve y todo lo sabe, la vida después de la muerte, los ángeles que nos cuidan y mucho más. Muchos pensadores, en la política y en la religión, prometen a la gente un grado de esperanza. Spinoza solo ofrece la oportunidad de profundizar nuestro conocimiento. La mayor parte de la gente prefiere incluso la esperanza falsa al riguroso racionalismo de Spinoza.

Es un autor difícil de leer, sobre todo su Ética. ¿Cómo aconseja leerlo? ¿Qué libros sobre el pensamiento y la vida de Spinoza recomienda?

Empezaría por el Tratado teológico-político y solo leería la Ética después. Ayuda conocer las ideas básicas de Spinoza antes de empezar la Ética. Y sus ideas están expuestas de manera más accesible en el Tratado.

Algunas de las mejores cosas que se han escrito sobre Spinoza están en libros que no tratan solo del gran filósofo. Uno de ellos es el maravilloso Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania (1834). Dice cosas fascinantes sobre Spinoza, no todas ellas necesariamente ciertas, pero siempre llenas de una perspicacia singular. Otro autor que ha escrito muy bien sobre Spinoza en varios libros es Jonathan Israel. El mejor, quizá, es La ilustración radical (FCE, 2012). La mejor biografía de Spinoza escrita en inglés es la de Steven Nadler, Spinoza: Una vida (Akal, 2021). Su libro sobre el Tratado teológico-político, Un libro fraguado en el infierno (Trotta, 2022), también es muy bueno. Finalmente, quiero mencionar dos libros. Uno es Spinoza (1951), de Stuart Hampshire, y el otro (en holandés) Spinoza en zijn kring (1896), de Koenraad Oege Meinsma. ~

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