En la crítica del librepensamiento español acerca de la vigencia del Concordato con la Santa Sede encontramos una visión muy crítica hacia el movimiento obrero, hacia el pueblo y, especialmente hacia la mujer. En este sentido, nos parece significativo un artículo de opinión editorial de Las Dominicales del Libre Pensamiento del 22 de noviembre de 1901. Veremos una opinión en cierta medida muy paternalista, si se nos permite la calificación, en relación con el pueblo, más agresiva hacia la mujer, y ácida hacia los socialistas por considerar que se preocupaban más de las cuestiones económicas que de las de tipo religioso.
En dicho artículo se afirmaba claramente que el “verdadero obstáculo á nuestra emancipación de Roma, es el pueblo”.
La mujer estaba entregada al clero, llevando al pueblo sumiso a la Iglesia a casarse y a bautizar a sus hijos. Pero las mujeres serían un peligro más grande porque terminaban por dominar a sus esposos librepensadores para que celebrasen de forma religiosa los actos civiles. Las mujeres serían casi las principales responsables del clericalismo imperante en España. La mayor parte del pueblo español era arrastrada por las mujeres, convertidas en esclavas de la tradición religiosa.
Mala sería también la actitud de los socialistas españoles porque habrían dejado de lado la cuestión clerical, empleando sofismas aprendidos de los leguleyos. Afirmarían que en España no había cuestión clerical y que ellos no debían preocuparse mas que de la lucha de clases. Pero, además, añadían, para acallar a los trabajadores “que no habían perdido el sentido común” que llevaban en su programa la supresión del presupuesto del clero, mientras que, en realidad, se casaban por la Iglesia y llevan a sus hijos a bautizar.
Así pues, la consecuencia de todo esto era que la inmensa mayoría del pueblo español estaba sometida voluntariamente al papado.
El gobierno que declarase la guerra ostensiblemente al papado era un gobierno muerto.
El resto del artículo era una diatriba pormenorizada contra las mujeres como causantes de esa docilidad hacia la Iglesia, aunque, al final, se era un poco optimista en la idea de que todo esto sería barrido. Era la tarea que debían seguir realizando los librepensadores con sus lecturas, propaganda, realizando actos civiles y llevando la “idea redentora de una España futura emancipada de Roma, y, por tanto, verdaderamente libre.
El único camino era “descatolizar al pueblo”.