La solidaridad de los caricaturistas árabes con sus compañeros del Charlie Hebdo ha sido contundente, hay un consenso unánime en que las balas jamás pueden ser la respuesta a unos dibujos. El debate aparece en una vez superado este primer estadio de conmoción. Es entonces donde empiezan a discutirse los matices y los límites de la libertad de expresión y el respeto al otro. Una discusión tan antigua como los intentos de los distintos estamentos del poder, ya sea político, religioso o social, por marcar esos límites según sus intereses o por controlar las ideas y los canales a través de los que se forma la opinión pública.
Y es que si en el general la caricatura es un elemento vital para criticar y hacer mofa a lo que sucede a nuestro alrededor, en el mundo árabe esta labor tiene un mayor impacto pues hace de correa de transmisión de muchas ideas que llegan a un público que nunca leerá un artículo de opinión o escuchará una tertulia política. La capacidad de simplificar un hecho añadiéndole un mensaje crítico con ironía convierte a las viñetas políticas en un arma muy temido por las estructuras establecidas.
El uso de los distintos dialectos como lengua en las caricaturas añade un nivel más de cercanía con su público. Hay que recordar que en el mundo árabe la prensa y los programas informativos de la televisión se producen enteramente en árabe clásico o en la antigua lengua colonial. A este respecto el marroquí Jáled Guedar, antiguo colaborador de Charlie Hebdo es contunente: “Mis caricaturas en francés (Courrier International y antes Charlie Hebdo) tienen mucho menos impacto que las que hago en árabe. Unas las lee la élite las otras el pueblo en general”.
En realidad la discusión sobre donde empieza el respeto y donde termina la libertad de expresión se produce también en el viejo continente, en la que se ha posicionado hasta el papa de Roma. A los dos grupos enfrentados, a saber: los defensores a ultranza y sin límites de la libertad de expresión representados por el ya famoso “Je suis Charlie” frente a los que no comparten lo publicado por la revista que se alinean en torno del “Yo no soy Charlie”, hay que sumar en el mundo árabe musulmán un tercer grupo que serían los que no solo están en contra de lo publicado sin que creen que hay que dar una contestación para defender la imagen del islam, algunos de ellos se han pronunciado con el hastag “Ni Charlie ni Kouachi me representan”.
En este sentido las iniciativas han ido desde proyectos personales mayoritariamente publicados en las redes sociales a proyectos más organizados como el dossier especial que hizo sobre el tema el diario argelino Al Shuruq el día 14 de febrero en el que 12 dibujantes crearon viñetas en repulsa de la nueva portada de Charlie Hebdo donde volvía a reproducirse al profeta Mohoma. Más allá ha ido el régimen iraní reeditando el concurso internacional de viñetas sobre el holocausto cuya primera edición se realizó en 2005 como respuesta a la primera edición de las viñetas del profeta Mahoma.
Más allá de la provocación de esta competición hay un claro consenso en el mundo árabe sobre el doble rasero de internacional al seleccionar qué temas entran en el saco de la libertad de expresión y cuales no: “en Occidente no hay problema en publicar sobre el Profeta pero nada de judíos o del holocausto porque es antisemitismo” denuncia el palestino Mohamed Sabaaneh, triplemente represaliado por sus dibujos por las autoridades israelíes y por los dos gobiernos palestinos de Hamás y Fatah.
Por su parte el caricaturista del jordano del diario Al Ghad, Nasser al Yaafari, pide a los europeos que exigen a los árabes dibujen sobre los profetas y las religiones como muestra de su compromiso con la libertad de prensa que “entiendan las limitaciones y condicionantes que tenemos en Oriente Próximo. Hay unas tradiciones muy inculcadas, la religión está muy presente en nuestra sociedad. Para nosotros como dibujantes, que siempre buscamos la libertad es una situación muy complicada.”
La discusión que se deriva de esta disyuntiva sobre si dibujar de cualquier tema o no tratar cuestiones que son socialmente inaceptables se inclina en general del lado de la balanza de la “responsabilidad social”. Para el yemení Kamal Sharaf “el caricaturista presenta una idea con un mensaje crítico para todos los ojos de la sociedad, intenta resumir lo que hay a su alrededor presentándolo de una forma simple con ironía, cercana a los corazones de los destinatarios, que conecte con su imaginario” por lo que tratar temas que no van a empatizar con sus lectores no tiene sentido. La responsabilidad de la que hablan muchos dibujantes árabes se entiende desde la lectura constructiva de su trabajo, como cuenta desde su exilio en Ginebra, el sirio de origen palestino Hani Abbas, premio Cartoons for Peace 2014 junto con la egipcia Doaa al Adel: “no quieres chocar con la sociedad, quieres hacerla cambiar, sorprenderla pero no crear un cisma. Cualquier tema que no tenga un efecto positivo, que aporte un valor a la sociedad no merece la pena ser dibujado, hay otros muchos que sí lo son: hambre, los bombardeos de Gaza, la tiranía… ¿Para qué remontarse a un tema de hace 2000 años?”
Es esa frontera entre la sorpresa y la ruptura lo que está creando crecientes problemas para una generación de caricaturistas que tras las revoluciones árabes han roto muchas de las ataduras de su creatividad impuestas por los regímenes dictatoriales anteriores. Aunque la situación de libertades haya empeorado en los últimos años con las contrarevoluciones no parece que haya vuelta atrás en el nivel de crítica política de las caricaturas. Si los medios tradicionales como los periódicos en Egipto (en Marruecos a pesar de la colonización francesa la viñeta está ausente en la mayoría de la prensa diaria) se cierran a la creatividad de los jóvenes ellos escapan a las redes sociales e internet. Los números hablan por sí solos: en Marruecos, hay 5 millones de usuarios de Facebook por 300.000 lectores de prensa en papel. El poder tradicional está intentando controlar y reprimir la libertad de expresión en estos medios pero es inmensamente más complicado que amordazar un puñado de periódicos.
Pero la valentía de seguir publicando contra regímenes brutales tiene un precio muy alto que en ocasiones es la misma vida como en el caso del libio Qais al Hilali que murió en 2011 tras publicar mordaces caricaturas de Muamar el Gaddafi, algunas de ellas en los muros de las ciudades libias, o el sirio Akram Raslán, en paradero desconocido desde que el régimen sirio lo secuestró hace dos años, o palizas recibidas como el caso del también sirio Ali Ferzat (premio Sharajov 2013). A pesar de la involución temporal de las revoluciones árabes hay un buen grupo de caricaturistas ya asentados en el mundo árabe que ha decidido seguir luchando por ampliar el espacio para expresarse en libertad como reclama Hani Abbas: “cuando podamos dibujar lo que queramos sin temor a nuestras vidas hablaremos de libertad”.
La prioridad ahora no está en criticar la religión como credo, pero sí el uso partidista que están haciendo diversos grupos políticos islamistas que intentan blindarse contra la crítica política en nombre del islam, como le sucedió a Doaa al Adel cuando dibujó una caricatura en la que se mofaba de los comentarios de algunos hombres de religión que aseguraban que quien votase “sí” en el referéndum constitucional de Egipto iría al Paraíso y quien votase que “no” al infierno. El crimen de Doaa: hacer un paralelismo dibujando a Adán y Eva bajo el manzano en el Paraíso con esa misma pregunta. Pero ante esta trampa el posicionamiento de los jóvenes caricaturistas árabes es contundente como expresa Mohamed Sabaaneh: “no hay que dejarse amedrentar, hay que seguir con esa crítica, en realidad es parte de la lucha contra el extremismo, al normalizar la crítica y la sátira contra líderes políticos de orientación religiosa se les baja al nivel de los mortales, se les humaniza.” Esa es la forma de luchar contra el extremismo, mientras que forzar la publicación en el mundo árabe sobre profetas y religiones solo alimentaría a los radicales.
Pedro Rojo es arabista y presidente de la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe
Este artículo fue publicado originalmente en francés en Orient XXI